SOLITARIO ANTE EL ABISMO |
Nos
parece extremadamente ingenua la forma como el presidente Maduro se
presenta -en sus frecuentes
cadenas- contando historias y revelando
hechos que, llevados a la pantalla grande,
lo convertirían en el hazmerreír de los espectadores. Su propio verbo, asociado al protagonismo callejero y recargado de
chabacanería, lo distancia de una condición excesivamente exigente, reservada
para un jefe de Estado. Ya lleva dos
años en la presidencia y es muy poco lo que ha aprendido, pareciera más interesado en conservar sus
modales originarios antes que dar el salto
hacia la majestad del cargo. Sin
embargo, a los obedientes
incondicionales de su entorno los
mira “por encima del hombro”.
Pudiéramos
decir que el señor presidente está obsesionado
por los actos donde su palabra lo identifica como hombre de pueblo y le
facilita la promesa que allí nace y por lo regular también allí muere.
“Cosa más grande caballero” que esas concentraciones extendidas hasta
donde la vista alcanzaba y los autobuses se contrataban por cientos: tiempos
que no volverán.
No
hay duda de que Maduro ha tratado de
poner en práctica su propia manera de hacer política, pero el fantasma del
difunto lo sigue por todas partes; basta
recordar que alguna vez se le apareció
en forma de pajarito. Esto lo ha ayudado
muy poco por aquello de que “sin el garrote no puede caminar el ciego”; esa conmemoración de los dos años -donde por cierto brillaron por su ausencia
los tradicionales “adulantes tarifados” de los países amigos- para despertar el sentimiento chavista en
estas horas de agonía fue desastrosa para Maduro: “Chávez vive” pero al
gobierno de Nicolás le están cavando su tumba.
Hemos
dicho repetidamente que el presidente es un hombre solitario. Fue él quien tomó la iniciativa ante el
país de endosarle la muerte del niño tachirense Kluivert Roa a la violencia, cuando el pueblo sabe que ese
es el resultado de la agresividad armada y criminal de su gobierno.
El
gobernador Vielma Mora, su “Padrino” y la señora para el momento titular del
ministerio de interior y justicia
quedaron pintados en la pared.
Deprimente y humillante es la
vergüenza que sentimos los venezolanos ante el mundo, enterados de quién es
nuestro presidente. ¡Qué bochorno! ¡Qué
espectáculo tan triste lo del famoso
golpe de estado! Siendo tan malo
el actor, peor no podía ser la película.
Luis
Garrido
luirgarr@hotmail.com
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