Este
11 de marzo se cumplieron 8 años de nuestra organización, en medio de una
realidad muy adversa, lo cual supone retos más exigentes. Nuestro partido,
desde su origen, ha procurado acompañar su accionar en la calle con un intenso
debate democrático en torno a la crisis y sobre cuáles son las reales
posibilidades de lograr un cambio favorable a los interés de las grandes
mayorías nacionales. Hoy llegamos a la conclusión de que es necesario un Cambio
de Rumbo que se concreta un Gobierno de Unidad Nacional que reconcilie a los
venezolanos y convoque la voluntad y el compromiso de todos, para encarar el
reto de reconstruir un país deteriorado en lo económico, social, político,
institucional y moral.
Vanguardia
popular ha caracterizado al régimen en sus dos dimensiones, por los hechos y en
el plano de sus ideas y su discurso. En relación con los hechos, hemos afirmado
que el régimen chavista boliburgués fracasó. Frustró las expectativas de cambio
del pueblo. En estos 16 años en el poder, habiendo contado con más de billón
500.000 millones de dólares, muchos más que los administrados en los 168 años
anteriores de vida republicana, lejos de avanzar retrocedimos al siglo XIX.
Ningún otro gobierno ha tenido tantos recursos, poder político y respaldo
popular como este régimen. Pero la arrogancia, la corrupción, la ineficiencia y
un modelo económico y político inviable, lo condujeron al actual caos.
Exacerbó
el esquema rentista-petrolero que en Venezuela tiene ya 100 años, cuyos
principales rasgos son: capitalismo dependiente, monoproductor, monoexportador,
importador y distribuidor de renta, con un alto componente estatista. A su
amparo se articula una nueva burguesía escasamente emprendedora y productiva,
que se alimenta del negocio petrolero y las contrataciones con el Estado, de
las importaciones, la especulación financiera y la corrupción. Su complemento
es un sector estatal de la economía, engañosamente llamado de economía social,
que es un desaguadero de finanzas y recursos de la nación; un verdadero
monumento a la improductividad, la ineficacia y la corrupción; negador de los
derechos laborales y sindicales de sus trabajadores.
Ha
reforzado una economía de puertos que promedia entre $35.000 y $45.000 millones
anuales en importaciones, reducen drásticamente nuestras exportaciones y se
hipoteca vergonzosamente la soberanía nacional frente a poderes foráneos.
Destruye el aparato productivo nacional, lleva la ruina al campo, quiebra las
empresas de la CVG y debilita la capacidad productiva y financiera de PDVSA.
Dicho
modelo se acompaña de un andamiaje de poder político de carácter autoritario y
despótico, de vocación hegemónica y totalitaria, malamente encubierto tras las
formalidades democráticas, que se alimenta del fascismo, de la tradición
caudillista y militarista del siglo XIX y buena parte del siglo XX venezolano y
latinoamericano y del viejo revisionismo, que al interior del marxismo, condujo
al fracaso y las aberraciones en que devinieron los ensayos “socialistas” en el
mundo. Este es un modelo que es ajeno a los planteamientos revolucionarios y
socialistas, por el contrario, es conservador, reaccionario y represivo, por
tanto debe ser superado por un nuevo modelo que de verdad resuelva los males
que secularmente ha padecido el país.
En
el país se ha resquebrajado la convivencia social y se ha perdido el valor de
la vida, se han impuesto las formas más terribles de la violencia y el crimen,
a lo que se suma la angustia que padece el pueblo en un largo peregrinar de
cola en cola, todos los días y por largas horas, para procurarse los productos
básicos que le aseguren su existencia. Ninguna de las medidas anunciadas por el
gobierno resolverá la escasez, la carestía, la crisis de los servicios públicos
o la inseguridad. Por el contrario, la tendencia es al empeoramiento de la
situación, toda vez que el gobierno acude a un paquete de ajustes neoliberales,
de inspiración fondomonetarista, que se desarrolla gradualmente, al amparo del
discurso embustero sobre la “guerra económica” y condicionado por las
elecciones parlamentarias previstas para este año.
Es
necesario un programa de emergencia que siente las bases para la construcción
de una economía mixta, armónica, diversificada y productiva, que coloque al ser
humano como sujeto y destinatario del desarrollo y en armonía con la
naturaleza, que esté sustentado en una sólida base ética y moral, de profundo
contenido social y de clara vocación democrática, en el que la justicia social
se haga compatible con el ejercicio de las libertades democráticas y el respeto
de los derechos humanos, y el progreso armonice con el resguardo de la
soberanía nacional.
O
cambia la política o cambiamos al gobierno. Los imperativos de la hora presente
demandan no sólo la unidad de la oposición, sino de la unidad nacional, para
transformar esta realidad. Es la hora de encauzar el profundo y extendido
malestar social reinante para convertirlo en torrente de luchas por los
derechos y reivindicaciones populares, por mejores condiciones de vida y trabajo
y por construir un país con SOBERANÍA, DEMOCRACIA, PROGRESO Y JUSTICIA SOCIAL.
Golfredo
Davila
golfredodavila@gmail.com
@golfredodavila
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