"Y un día lo pagaremos, lo pagaremos porque no habremos tenido el valor de levantarnos, de protestar contra los actos más abyectos". Joël Dicker
La
Argentina estuvo, hasta esta mañana de domingo, suspendido de un hilo, ya que
nadie sabía, a ciencia cierta, qué diría Cristina en la última -al menos, eso
es lo que dice la Constitución- apertura del año legislativo; lo único que
teníamos claro era que el ¿Frente para la Qué? haría una demostración de fuerza
para contraponer la cantidad de sus militantes -transportados y, muchos de
ellos, rentados o compensados- a la masiva y espontánea marcha del silencio con
que la ciudadanía conmemoró el primer mes del asesinato del Fiscal.
No
se puede quejar la Presidente: llegó al acto liberada transitoriamente de una
imputación penal directa por una resolución del Juez Rafecas, que sólo
sorprendió por la celeridad con que fue firmada; ayer, la excelente pluma de
Carlos Pagni, en La Nación, hizo una vivisección de las razones que llevaron al
magistrado a brindar tan agradable regalo a la noble viuda. El fallo, no hay
que negarlo, descomprimió un poco la crispada realidad y, de todas maneras, es
altamente probable que el Fiscal Pollicita apele la decisión, que el Fiscal
General Moldes la sostenga ante la Cámara Federal y que sea una de las salas de
ésta quien, finalmente, decida la suerte de la denuncia por encubrimiento que
fue, sin dudas, la causa de la muerte de Nisman.
Sin
embargo, después de describir durante más de tres horas y media un país de
maravillas en el que sólo ella y sus cómplices habitan, pese a la descompresión
que significó la desestimación de la denuncia, Cristina se dio el lujo de
confrontar una vez más con el Poder Judicial -se podría decir que rompió
relaciones con éste, dada las acusaciones formuladas en la cara de Lorenzetti-
acusándolo de violar la división de poderes que establece la Constitución y de
intentar gobernar sin el Legislativo ni el Ejecutivo. El discurso presidencial,
hasta media hora antes de finalizar, era el esperable elogio a su fallecido
marido, mientras destruye todo lo que éste hizo, y a cantar loas a su propia
actuación; sin embargo, la aparición de carteles referentes a la AMIA en
algunas bancas opositoras hizo que los frenos de la noble viuda dejaran de
funcionar y regresara a su agresividad y a su violencia habituales.
El
final fue de vergonzosa barricada, acusando a la oposición de querer destruir,
tan pronto herede el gobierno, todos sus presuntos logros en favor de los más
humildes, como la estatización del 51% de YPF o la curiosa administración K de
Aerolíneas Argentinas, que sigue perdiendo más de dos millones de dólares
diarios.
Debo
expresar la profunda envidia que sentí al contemplar, esta misma mañana, la
asunción del Presidente de Uruguay, ante todos los ex-mandatarios de nuestro
país hermano; mis ideas son radicalmente opuestas a las del Frente Amplio que
lo llevó al poder, pero contemplar un acto tan democrático y republicano me
conmovió profundamente. En absurda compensación, la toma de posesión de Tabaré
Vázquez en Montevideo dio la excusa perfecta, más allá de la gratuita e
injustificable ofensa a los uruguayos que conllevó el envío de Boudou en
representación de la Argentina, para la ausencia del doblemente procesado
Vicepresidente en nuestra Asamblea Legislativa, ya que hubiera sido blanco aquí
de todos los dardos de la oposición y de las pullas de la prensa internacional,
aunque fue abucheado allá.
Mañana
el país amanecerá, nuevamente, sumergido en la verdadera realidad, ignorando la
pintura y el dibujo que, sobre ella, intentó realizar Cristina en su discurso.
Y los argentinos seguiremos rezando para que todo termine, cuando debe, en paz.
Enrique
Guillermo Avogadro
E.mail:
ega1@avogadro.com.ar
Twitter:
@egavogadro
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