La escasez de productos esenciales para la
vida, la impunidad judicial, la violencia hamponil, la corrupción
administrativa, la falta de innovación tecnológica, el rechazo al trabajo
disciplinado, la baja capacidad de ahorro, el cortoplacismo y el burocratismo;
son el resultado de la incapacidad de las organizaciones políticas para la
innovación social.
Desde el gobierno de Rómulo Betancourt hasta
el presente; todos se han sustentado en el discurso de la “justa distribución
de la riqueza” para minimizar las desigualdades. Todos, han sido repartidores
de los dólares del petróleo. Ese modelo de liderazgo que favorece el amiguismo
amoral, mutila la productividad y la generación de riquezas
a partir del trabajo.
Actualmente, el ejercicio de la política
partidista se caracteriza por la destrucción del adversario con base en un
lenguaje belicista y la preponderancia de la lealtad política por encima de las
capacidades que requiere la conducción del Estado. Sobre esas preferencias,
devenidas en valores se han consolidado la presentación del fracaso como si
fuera un éxito.
Prueba de todo lo anterior es que a pesar de
los esfuerzos del Estado; todo es más costoso: el metro de construcción, el
pasaje, las medicinas, los alimentos, la educación. También han aumentado las
tierras sin sembrar, las fabricas cerradas, las áreas turísticas
subdesarrolladas, la minería subexplotada, el contrabando de extracción y la
desconfianza de la ciudadanía en las instituciones del Estado.
Frente a ese escenario, urge repensar la
república, no a partir de un modelo político, sino con base en un Proyecto de
País; cuyo norte sea la prosperidad para todos los venezolanos, sin
distinciones políticas, ni de clases, sin rencores, ni resentimientos sociales
alimentados por los errores del pasado. Venezuela puede lograrlo a partir de
vencer el miedo que impide el cambio.
En respuesta a la situación nacional ya
descrita, grupos de ciudadanos de todo
el país se han venido integrando para constituir una vía emergente, diferente a
las líneas tradicionales que tal como evidencia la realidad, sólo nos han conducido
a la involución económica y al retroceso social. Pues de nada valen las
misiones sociales, si no existen los recursos para mantenerlas. Esa via
emergente se denomina Unidad Nacional Alternativa (UNA).
Estos ciudadanos han recibido el respaldo de numerosos
factores políticos. También se han
sumado representantes estudiantiles, técnicos, empresariales, sindicales y
dirigentes populares para lograr la Unidad Nacional.
Es por eso nuestro llamado a los venezolanos
conscientes de que a Venezuela le corresponde por derecho propio un desarrollo
social y económico sustentado en el derecho a la propiedad en todas sus formas,
en el respeto a la pluralidad del pensamiento y en el derecho al trabajo. Para
que unamos voluntades e integremos nuestras visiones individuales en un
Proyecto País, pensado por nosotros y no por ningún asesor extranjero. Otra
Venezuela es posible con tu participación.
Alonso Camacaro
alonsocamacaro@hotmail.com
@soyservicio
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