Es al parecer la visión que tiene un número
importante de personas e instituciones que tienen como denominador común
aparente, pretender desconocer las dolorosas secuelas que el régimen de los
hermanos Castro ha dejado a la nación cubana.
El presente de los cubanos es la consecuencia
de un régimen de 56 años que ha violentado los derechos ciudadanos y que ha
sumido al país en una profunda miseria moral y material.
Pensar que en Cuba no ha pasado nada o que lo
ocurrido se puede resolver exclusivamente con inversiones o buena voluntad, es
incurrir en un idealismo que seguirá empedrando el camino del castrismo, aun
después que los fatídicos hermanos y el sistema
que impusieron en la isla, hayan desaparecido.
El miedo, en cualquiera de sus
manifestaciones, es un sentimiento que se ha incorporado a la psiquis de los
cubanos de manera indeleble. La capacidad represiva del régimen conspira contra
la armonía social y alimenta la inseguridad y la duda.
La familia entró en crisis en el mismo año
del triunfo de la insurrección. La intolerancia y sectarismo del régimen generó
una pugnacidad en la sociedad que hizo imposible la convivencia.
La idolatría al caudillo se extendió por todo
el país. Con la revolución todo contra la revolución nada. No compartir el
pensamiento oficial conducía al aislamiento, persistir en defensa de las
convicciones acarreaba la prisión o la
muerte.
Dejar el país dejó de ser un derecho para
convertirse en estigma. El pariente resignaba serlo. Tenía que sumarse al
repudio para gozar de la confianza de las autoridades. No cartas. No fotos.
El que se iba de la isla era un no persona.
Un familiar en prisión política afectaba a sus deudos. Honrar un pariente
muerto ante el paredón o en la confrontación armada que padeció el país, una mácula.
Los sentimientos religiosos repudiados. El
pensamiento oficial la nueva adoración.
Una nueva devoción impuso sus propias tradiciones, cultos, lutos y fiestas.
Mantener las creencias y las tradiciones demandaba coraje y dignidad.
La usurpación, la vulgarización del lenguaje
y las costumbres y la masificación del ciudadano, desaparecieron al individuo y por consiguiente
la privacidad.
Las ideas son la consigna oficial de turno.
Se perdieron y olvidaron los derechos. Se estructuró una sociedad de víctimas y
victimarios.
Los fundamentos culturales y morales de la
nación, como parte de un Plan Nacional que pretendía recrear la conciencia
ciudadana, fueron quebrados para introducir nuevos valores y dogmas contrarios
a la naturaleza humana, desarrollándose
en consecuencia una sociedad donde la doble moral sojuzgó la honestidad
y la rapiña es una forma de vida.
En la isla se ha establecido una nomenclatura que ha disfrutado sin
interrupción del poder absoluto. Se instituyó una aristocracia artística,
deportiva e intelectual, supeditada al compromiso político. Las Fuerzas Armadas
sirvieron como ejércitos mercenarios, y en el presente son generadora de
fortunas para sus generales. El movimiento obrero es otra empresa del estado.
Un día el ciudadano que creía vivir en un
país autosuficiente, a la vanguardia de todas las fantasías, se enteró que era
un mendigo cuando tuvo que vivir el periodo especial que provocó el fin de la
Unión Soviética.
El "compañero" se quedó sin los
sostenes teóricos que por décadas le insuflaron. Se percató que se había formado en un
ambiente en el que las consignas sustituían los pensamientos y la mentira se
convertía en verdad y poco después
volvía a ser mentira. Comprendió que el
fraude procedía desde las más altas esferas y que la igualdad era otra gran
estafa.
El chauvinismo que impulsó el oficialismo de
que Cuba y lo cubano era mejor y superior, fue
transformándose en un profundo sentimiento de frustración, según el individuo fue viviendo los fracasos y padeciendo las contradicciones
del régimen.
El poco tiempo vivió la dolarización de la
economía. El auge del turismo otrora rechazado, y el retorno de las todavía más
repudiadas inversiones extranjeras. Llegó el cuentapropismo y la dolarización
después de haber estado ilegalizados por décadas.
El país está en bancarrota. La deuda nacional
asciende a decenas de miles de millones de dólares. La infraestructura
productiva está destruida, incluida la que fuera base de la economía, la
industria azucarera.
La mayoría de los que dejan el país solo
quieren regresar a la isla como turista no como constructores de un futuro. El
infortunio es infinito, solo fuera del país se percatan de los años perdidos y
lo imposible de recuperarlos.
Pensar que en Cuba no ha pasado nada es no
sentir la desesperanza de la población. La destrucción de una nación como
consecuencia de una dictadura de 56 años que convirtió a los ciudadanos en
siervos y al país en los predios de un mayoral.
Pedro
Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43
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