No hay que ser brujo para interpretar en
detalle la situación actual del gobierno;
simplemente nos resistimos a creer que estén cerradas las posibilidades
de acuerdos dentro de las vías que pauta la Constitución Nacional. Quedamos
doblemente sorprendidos con la Resolución Ministerial 8610 que,
trasgrediendo el Art. 68 de nuestra Carta Magna, justifica el uso de armas de
fuego para controlar las manifestaciones populares; faltaría saber quién califica el nivel de la violencia cuando en
el escenario de los hechos la tentación del poder retrata al manifestante como
el desestabilizador de la paz del país.
Por más vueltas que le demos, esto es represión, clara violación del
Art. 350, luz verde para actuar con ensañamiento contra toda manifestación
que, de acuerdo a la interpretación del
cuerpo armado, ponga en riesgo el
derrumbe de la institucionalidad.
Al decir doblemente sorprendidos, nos
referimos al silencio del presidente Maduro,
que pareciera creer que inclinar
la balanza en contra de la resolución
sería como contrariar a la cúpula militar en momentos en que el país
luce convulsionado por ese malestar en la calle, que sin duda
alguna está sacudiendo las bases de su
gobierno. Esa resolución ha traído mucha tela que cortar tanto por el
protagonismo resaltante del general Padrino López, como por ese silencio del presidente, quien en su condición de Comandante en Jefe
de las Fuerza Armadas Nacionales y en conocimiento del salto a la Constitución,
ha dado muestras de timidez en la
aceptación o rechazo de tan riesgosa medida.
El país está envuelto en rumores. Un
nerviosismo sobre lo que puede pasar -ocupando mayor espacio la renuncia del
mandatario- reboza el comentario de una
ciudadanía preocupada por el futuro de Venezuela. El discurso presidencial sigue siendo vacío y
contradictorio; habla más de la supuesta
guerra económica que de los efectos de la guerra declarada por los criminales contra una población
impotente y sin protección del gobierno.
El show de las colas en farmacias no oculta la escasez del 70% de las
medicinas. Buscar culpables en sitios
distintos cuando abundan en el gobierno, es
burlarse de los venezolanos.
“Vayan a Coro para que vean chivos”, colas se llaman las cuadras repletas y las interminables horas de
sufrimiento que pasa la gente más humilde en los mercados del socialismo
revolucionario para conseguir sus necesidades
alimentarias y sin derecho a protestar.
Luis
Garrido
luirgarr@hotmail.com
@luirgarr
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