El
día que llegaron los chavistas al gobierno en 1998, yo pensé que todos esos
“limpios”, se iban a poner en la buena, después de meter mano al tesoro público.
Ese
día estuve observando como se vestía Maduro, quien era diputado con su chaqueta
de cuero y su corte de cabello barato; también recuerdo a la fosforito Iris
Varela; detallé a Cilia Flores-recuerdo- con su cabello corto y sus dientes
disparejos. Y también recuerdo que detallé al mismo Presidente Chávez y sus
hijas que se vestían y se peinaban como muchachas de barrio, que seguramente
compraban sus trapos en cualquier mercado popular o en alguna tienda de un
centro comercial capitalino.
En
esos tiempos, le dije a mi vecino Tiburcio Guartaja que “…a esa gente se le
debería hacer un riguroso seguimiento contralor, para cuidar que no nos dejaran
en la lona; que no se robaran hasta los teléfonos y las sillas de cualquier
institución.”
Recuerdo
que Tiburcio me dijo que yo era muy desconfiado y señaló que “… con los chavistas llegaba nueva gente al
Poder, que serían incapaces de robarse un alfiler, porque el compromiso con el
pueblo era muy grande…”
Entonces
le dije“…ya veremos cómo estarán sus cuentas bancarias y sus bienes en el termino de la distancia. Ya veremos cómo será
la honestidad revolucionaria…”
Yo
no tengo nada contra la honestidad revolucionaria –apreciados lectores-, ni
tengo prejuicio alguno con los comunistas administrando el dinero, las
partidas, los contratos y todo eso. Sin embargo, no dudo que más de un limpio
tendrá la tentación de volverse millonario en Venezuela; de tener divisas
cuantiosas en el extranjero como si hubiesen heredado la fortuna de un tío
aparecido a última hora, o que quieran
vivir en casas inmensas, apartamentos lujosos que le hagan olvidar sus días
arrejuntados con su suegra, o que de no tener ni siquiera un catanare, y
quieran manejar una súper camioneta o una homer que parece un tanque.
-“Caramba
Rapozo-me decía Tiburcio-, el mismo Presidente Chávez siempre dijo que él era
un hombre de pueblo que vivía de su sueldito como oficial y vivía en una casa
de regimiento con su familia; que siempre fue un soldado y antes un campesino,
hijo de dos maestros muy pobres en Sabaneta, que no tenían dónde caerse
muertos.”
Hoy
en día le digo a Tiburcio que sigo desconfiando de todos y solo pido que aquel
cristiano que sea honesto que de un paso al frente y lo demuestre, porque he
visto últimamente mucho millonario rojo; testaferros por todas partes comprando
periódicos, televisoras, bancos, empresas y mucha plata que se presume
escondida en cuentas allende los mares.
-Me
parece-le dije a Tiburcio-, que tan pronto se de un cambio de gobierno, tal
como pauta la ley, se debe hacer una investigación nacional permanente para
investigar a todo rojo a quien se le presuma malas costumbres, para que
demuestre cuándo se ganaron el premio gordo de la lotería, la herencia de un
tío o su fortuna de cuna que indique claramente sus mansiones, yates, caballos
finos, haciendas y macundales varios.
Luis
Alfredo Rapozo
luisalfredorapozo@gmail.com
@luisrapozo
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