La verdad es que era imposible
creer lo que está sucediendo a escala internacional con el caso de nuestro
sufrido y exasperado país: Estados Unidos de Norteamérica apoyando la
democracia venezolana, en cambio los países “hermanos latinoamericanos”
haciendo mutis ante tales desbarajustes. Digo esto, por cuanto ha existido,
sobre todo después de la denominada Guerra Fría, la creencia de que Estados
Unidos actúa siempre con intereses comerciales y en discriminación con ciertos
países latinoamericanos. Ahora se demuestra lo contrario: Estados Unidos
defiende abiertamente la democracia y los gobiernos latinoamericanos se cuidan
de no pronunciarse contra el gobierno venezolano. Es cierto que existen
individualidades de países latinos que se han pronunciado, pero esto es cuando
han dejado de ser presidentes, pero no como gobernantes en ejercicio de sus
funciones políticas y especialmente de gobierno.
Nos preguntamos: ¿qué interés
comercial pudiera tener Washington para apoyar a los demócratas venezolanos en
los actuales momentos de la vida social y económica? ¿Cuáles serían las razones
internacionales y mercantiles de Estados Unidos para ayudar a los venezolanos a
levantar la voz en el mundo y decir que en Venezuela lo que existe es una
dictadura perversa? Ninguna: Estados Unidos está actuando, especialmente su
Congreso y por cierto republicanos, bajo el estricto sentir de acompañar la
valoración de la democracia y sustentar un evidente y buscado régimen de
libertades políticas, de allí la necesidad de señalar, sin la menor duda, que
en ese gran país existe una Democracia –la pongo con mayúscula– con todas sus
virtudes y todos sus defectos, pero democracia al fin. De allí su proyección
política como un imperio de magnitudes incomparables. Al contrario de ello, y
es muy triste reseñarlo, los países y sus gobiernos de América Latina que dicen
ser nuestros hermanos del alma o hacen caso omiso del problema venezolano, o se
manifiestan a favor de este desgastado e inhumano gobierno. Son las paradojas
de la vida, que retratan muy nítidamente el problema de la cultura
latinoamericana y que proyecta en la verdad de los hechos una actitud poco
democrática. Nos falta lo esencial: cultura democrática. Nos corresponde,
especialmente a los latinoamericanos en el mundo recapacitar, convocarnos,
valorar e investigar esa ausencia de cultura por obtener países con libertades,
lo que crea ciertamente, un sentimiento antinorteamericano producto de
complejos de inferioridad y sobre todo de envidia frente a un gobierno como el
de Estados Unidos que hoy día abiertamente se pronuncia contra los desmanes de
un régimen harto de crueldades y de violaciones constitucionales. Ciertamente,
convivimos momentos muy difíciles en nuestra dilatada y sufrida historia
venezolana, lo cual interesa nuevamente escaparse física y mentalmente del
problema de la desesperanza y de la inmovilización. La democracia es un valor
fundamental, sobre todo en las intimidades del ser humano, por ello, me
pregunto y ya para terminar: ¿por la democracia vale la pena luchar de
cualquier manera y como sea? Si ello implica y supone la búsqueda de la libertad,
no me resta más que decir que sí. Así lo
Creo.
Gustavo Briceño Vivas
gbricenovivas@gmail.com
@gbricenovivas
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