Esta exigencia es compartida por una porción
mayoritaria de ciudadanos, chavistas y opositores. Se ha objetado que el
susodicho no va a querer renunciar y que al colocar la decisión a su arbitrio,
si no le da la gana, pues no le da la gana.
Las renuncias son voluntarias cuando alguien
muy enfermo toma conciencia del colapso; o, si está sano, al aspirar una mejor
posición, y tal vez cuando desee retirarse al descanso aunque no sea el eterno.
Del resto, las renuncias son “ayudaítas”, al exigirla el jefe al empleado, caso
en el cual éste atiende el requerimiento si el costo de no hacerlo es mayor que
el beneficio.
Fernando de la Rúa de Argentina, Alberto
Fujimori de Perú, Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Mesa de Bolivia, Jamil
Mahuad de Ecuador, Richard Nixon de EEUU, Hugo Chávez en Venezuela (el Alto
Mando Militar le exigió la renuncia, “la cual aceptó”), entre muchos otros,
renunciaron por la presión de las fuerzas sociales y porque, al final, les
resultaba menos costoso irse que quedarse. De eso se trata: dada la catástrofe
del país, el camino para el cambio del régimen pasa por la renuncia de Maduro.
Solicitar la renuncia no es golpismo,
recuérdese que los que hoy están en el poder se la solicitaron a CAP II y a
Caldera II. Algunos -hoy ancianos- también a Rómulo Betancourt. Lo que debería
acompañar la salida de Maduro es el nombramiento de un Vicepresidente
equilibrado que se encargue, junto a un gobierno de unidad nacional, de
conducir el país hacia las elecciones presidenciales, limpias y libres, en el
marco de la libertad de los presos políticos y el retorno de los exiliados. Ya
existe una propuesta de Acuerdo para la Transición.
¿El objetivo de la renuncia colide con las
elecciones parlamentarias? No. Si se obtiene la salida en el corto plazo
corresponderá programar las elecciones presidenciales y también las de la
Asamblea Nacional. En el supuesto de que no se logre la renuncia de Maduro
pronto y se imponga la agenda electoral, pues se iría a esas elecciones
–primarias generales mediante- con el propósito de convertirlas en paso
adicional para el cambio del régimen y, con los previsibles fraudes, en un
nuevo motivo para exigir su reemplazo. Por cierto, en caso de imponerse la
agenda electoral tal vez el único estímulo para aminorar el desencanto sea el
de concebir las elecciones como vehículo adicional para exigir la renuncia.
Es suicida para el país esperar a 2019 para
el cambio. Éste se logrará si la salida constitucional de Maduro se convierte
en objetivo nacional compartido.
Carlos Blanco G.
cblanco@bu.edu
@carlosblancog
www.tiempodepalabra.com
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Al pensar que durante los próximos 1333 días tendré que despertar y ver a Maduro de presidente y a Arreaza de vice, sin considerar ninguna otra razón, como puede ser la destrucción del país, por eso, sólo por eso, estoy de acuerdo con la transición.
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