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lunes, 26 de enero de 2015

SAÚL GODOY GÓMEZ, HAMBRUNAS SOCIALISTAS,

El comunismo en todas sus variedades y tipos (el soviético, el maoísmo, el castrismo, el chavismo, el socialismo del siglo XXI, el progresismo y otros) ha sido y será el gran propagador del hambre y la miseria en el mundo.

Uno de los padres de la Revolución Verde que se dio por los años sesenta del pasado siglo, el agrónomo hindú M.S. Swaminathan, decía que el mapa del hambre coincidía con el de las falsas ideologías.

Hacía notar que en África, en aquellos países que habían desarrollado con mucho esfuerzo un programa agrícola nacional como en Ghana, Nigeria y Tanzania, bastó que llegara el socialismo para destruir lo que habían logrado con un gran esfuerzo en materia alimentaria.

Cuando llegaron los regímenes socialistas se abandonaron los programas de investigación agrícola bajo el pretexto de que eran herencia de la colonización, se reemplazó a las pequeñas granjas tradicionales por macroexplotaciones inspiradas en el modelo soviético y reagrupando por la fuerza a grandes sectores campesinos en poblados colectivos (¿Se acuerdan de los Fundos Zamoranos?), se expropiaron las grandes fincas productivas, impidieron la inversión privada en el campo, ahuyentaron a técnicos y profesionales del agro y en su lugar pusieron a líderes socialistas, el resultado fue que en pocos meses la infraestructura agrícola de esos países colapsara y sobrevino una terrible hambruna que aún hoy, casi cincuenta años después, todavía los amenaza.

Los programas estadales de desarrollo agrícola en la India bajo el socialismo, dieron como resultado un rápido incremento en deforestaciones, que a los pocos años dieron paso a la desertificación de grandes territorios, lo que contribuyó a que las inundaciones en invierno provocaran desastres nunca antes vistos y la ruina y la muerte para millones de personas.

El incremento en la erosión de los suelos agrícolas, la desaparición de los bosques, la contaminación y pérdida de los recursos hídricos eran los resultados previsibles de los planes centralistas y desarrollistas de los gobiernos comunistas.

Esto, aunado a la introducción desordenada de maquinaria, semillas y técnicas agrícolas, contratación de diferentes asesorías de distintos países, cambios de uso de la tierra, descuido de la vialidad agrícola, estrictos controles de precios sobre los productos, préstamos otorgados en desorden sin seguimientos ni acompañamiento técnico, desmontaje de silos y plantas procesadoras, obsolescencias en las cadenas de almacenamiento sobre todo en frio, perdida de la infraestructura de riego, intervención en los mercados de mayoristas y consumidores entre otras muchas causas, condujeron a estos países a depender de las economías de puerto, tuvieron que importar los alimentos que antes producían.

Venezuela debe verse en ese espejo, el desastre ambiental y la quiebra del sector productivo que se está produciendo en nuestras tierras con vocación agrícola, producto de la explotación salvaje de conuqueros e invasiones descontroladas de campesinos de subsistencia, apoyadas por el gobierno, nos está llevando directamente a tiempos de hambre.

Los mismos campesinos saben que son parte de un plan de destrucción del agro, que no tendrán futuro, que sus hijos heredarán solo  vergüenza y deshonor.

La economía de puerto que sostiene el gobierno de Maduro se hace insostenible a corto plazo, la dependencia agroalimentaria en la que ha sumido al país es peor que la que sufrió Venezuela durante las guerras de independencia y la guerra Federal, produciéndose una grave lesión a nuestra soberanía.

Esta guerra al latifundio en la que se ha embarcado el gobierno y las expropiaciones a la agroindustria  con las que pretende hacer justicia social, no es más que la vía expresa al hambre y la muerte, estamos destruyendo nuestras fuentes de alimentos y la estamos sustituyendo
por propaganda, corrupción y miseria.

No es posible que un Ministro de la Alimentación se la pase prometiendo fiscalizaciones, más controles, multas y ocupaciones a la industria privada en medio de este pavoroso desabastecimiento. En vez de hablar de incentivos a la producción, líneas de créditos, reducción de trámites para las exportaciones, garantía de divisas para la reposición de equipos y materiales, seguridad en el campo, precios justos para los productores, investigaciones a las empresas exportadoras de comida en mal estado, no, se la pasa es amenazando al sector productivo, a los distribuidores y los expendios de alimentos, así no hay manera de salir de este trance.

Para Swaminathan la primera condición para escapar del hambre es el respeto a la propiedad y a la justa remuneración para quienes trabajan en el campo, es la única vía para que campesinos y empresarios asuman riesgos, inviertan y vean recompensados sus éxitos. Nadie trabaja el campo por puro amor al socialismo.

No hay peor atraso para la agricultura que la pretensión de hacer al Estado dueño de todas las tierras, de los recursos financieros, de las empresas transformadoras, de los canales de distribución, el estado y sus funcionarios no son precisamente los más aptos y capaces para la producción de los alimentos y eso es algo comprobado una y otra vez a lo largo de la historia en el mundo;  otorgar tierras y créditos agrícolas como premios a la lealtad política sin importar si la persona es capaz para ser productiva, es el camino más corto al desastre alimentario.

Mantener a un montón de “empresarios” haciendo negocios con el gobierno, importando comida en mal estado o disimulando embarques, para ganar astronómicas sumas de dinero a costa del hambre del pueblo, es un crimen de lesa humanidad.

Todavía hay funcionarios e ideólogos que no aceptan el fracaso del socialismo como creador y gestor de esta crisis alimentaria, siguen apuntando al capitalismo, a la burguesía parasitaria, a una guerra económica, aducen que el socialismo no ha tenido tiempo, luego de 16 años de gobierno, para lograr una economía socialista que ahora quieren llamarla “productiva”, insisten en escurrir el bulto de la responsabilidad, son los otros los culpables, jamás escucharemos un “mea culpa” de estos irresponsables.

Contar con la gente más incapaz y mentirosa en los altos cargos del gobierno con responsabilidad alimentaria, para ocultar negociados y trampas, es de una absoluta inmoralidad.

Eso es lo que está haciendo el gobierno chavista, eso es lo que está permitiendo Maduro desde Miraflores, y surge entonces la pregunta más importante que debe hacerse todo ciudadano consciente ¿De qué sirve un gobierno que no puede garantizar la seguridad alimentaria? ¿Qué justifica su existencia? –

Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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