SAÚL GODOY GÓMEZ |
Así
iba uno de los estribillos de uno de esos “cante hondos” del flamenco
andaluz; la nada es un concepto o una idea que desde siempre ha
acompañado al hombre y que con el tiempo se ha hecho o bien tenebroso
o bien incomprensible, pero como nuestra propia sombra, nos ronda
y nos mortifica.
En
el año 2012 apareció el libro del astrofísico norteamericano Lawrence
Krauss, de la Universidad Estatal de Arizona, cuyo título es bien
sintomático de eso que hoy quiero reflexionar con ustedes: Un Universo
de la nada: Porqué hay algo en vez de nada.
De
Krauss ya les he hablado en otros artículos, es un profesor que se ha
dado a la tarea de divulgar para nosotros, simples mortales, los secretos
de la física, esa que ahorita se produce en los más avanzados laboratorios
del mundo, utilizando instrumentos de largo alcance y de una
gran precisión, sensores remotos que andan desplazándose por los confines
de nuestro sistema solar y enviando telemetría a la tierra con
lecturas e imágenes jamás vistas anteriormente, o esos aceleradores
de partículas, que destazan la materia hasta sus mínimos componentes
buscando dónde se detiene su estructura.
En
esos límites de la ciencia, se encuentra uno con mucha especulación y
teorías no confirmadas y es, para mi gusto, donde nos enteramos de las
posibilidades de la moderna cosmología, esa que deja sin aliento a los
más arriesgados y sin palabras a los sabios.
Para
Krauss, uno de los conceptos que debe revisarse urgentemente es precisamente
el de la nada, esto debido, entre otras cosas, al significado
tan diferente del término que usa la física cuántica en sus
formulaciones, que soportan las últimas teorías sobre el origen del
universo.
Pero,
antes de exponer las razones de Krauss, vamos a revisar lo que hasta
el momento ha significado la nada para la cultura occidental, porque
es la única manera de comprender cabalmente las implicaciones de
todo orden que significaría este cambio.
Es
en el mundo de las matemáticas el concepto de nada se le atribuye a ciertos
conjuntos carentes de elementos, lo cual implica una contradicción
en el término, ya que nada, al no tener atributos, ni siquiera
una definición posible, mal pudiera ser designada como portadora
de atributos, pero para los matemáticos que trabajan en un mundo
de objetos ideales la nada es un termino útil para la consecución
de operaciones y resultados. Fuera de ese mundo de números,
lógica y teoremas la nada se hace turbia.
En
la vida, en la realidad objetiva, la nada no existe, todo lo que hombre
experimenta desde su nacimiento hasta su muerte tiene un contenido
existencial, las personas y las cosas ocupan un lugar y pueden
ser aprehendidas, medidas, valoradas… de modo que jamás estamos expuestos
a la nada, a la no-existencia.
Lo
que sí experimentamos son las ausencias, como cuando algo o alguien no
está; pero de la misma manera que no podemos experimentar “todo lo que
existe”, pues las cosas se individualizan, de la misma forma no podemos
experimentar “todo lo que no existe”, podemos constatar que una
piscina esta vacía, que no tiene agua, o que nuestros padres ya no viven,
pues han muerto… estas ausencias individuales de las cosas y personas
tienen sus explicaciones racionales, sus ausencias no son pruebas
ni indicios de que la nada existe.
La
muerte ha sido una de las fuentes primordiales para la poesía y la fantasía
de la muerte que muchos han equiparado a la nada, pero como nadie
ha regresado de ella y contado lo que vio, trabajamos sobre conjeturas;
cosas terribles se han dicho de la muerte, como esa frase de
Lucio Aneo Séneca en su obra Las Troyanas: “La muerte es indivisible;
es nociva al cuerpo y no perdona el alma…Preguntas dónde yacerás
después de muerto? Allí donde yacen los
que no nacieron”.
Con
el lenguaje sucede algo muy particular, sobre todo con las negaciones,
que no son sino artilugios para contrastar lo positivo, la negación
puede suponer la ausencia o el vacio de algo en algún momento,
pero nunca su no-existencia. El filosofo francés Jean Paul Sartre
en su libro El ser y la nada, dice algo tremendista: “La
condición
necesaria para que sea posible decir no es, que el no-ser sea
una presencia perpetua en nosotros y fuera de nosotros, es que la nada
infeste al ser.”
Y
es que, para el existencialismo, la presencia de la nada en la vida surge
de una reificación de la negación, le atribuyen al no-ser, que es
imposible de imaginar y aun menos de existir, una realidad modulada en
sentimientos y pensamientos negativos que usualmente desembocan en la
angustia.
Ese
tipo de dialéctica de la nada ha llevado a filósofos, como Hegel, a
caer en absurdos tales como decir:”Ese Ser puro es la abstracción pura
y, por consiguiente, la negación absoluta, la cual, tomada también
en su momento inmediato, es el no-ser.” Para rematar luego concluyendo:
“nada hay en el cielo y en la tierra que no contenga en si
el ser y la nada.”
Todo
en el universo se transforma, la existencia necesariamente implica
cambios, una de las condiciones de la vida es el movimiento; la
modalidad de “existencia” de la materia evolucionada en seres como los
humanos implica un término, cuyo resultado no desemboca en la nada,
pues la nada no existe, lo más que hemos podido determinar hasta el
momento es que estamos sujetos a un proceso entrópico, donde la energía
sufre un cambio, de degradación, del orden al desorden. La Ley de
conservación de materia y energía nos dice que el total de la energía
permanecerá constante, aunque su distribución cambie en el tiempo.
El
concepto de la nada es fundamental para la teología y las religiones
reveladas, para una buena parte de estas, el universo se creo
de la nada por un demiurgo, por un Dios que particularmente en el cristianismo
está conceptuado por puros negativos: todo lo que el hombre
no es, Dios es inmortal, infinito, inaprensible, inconmensurablemente
justo, bueno, amoroso, etc.
Escoto
Erígena define a Dios utilizando la palabra nihilum, que es la nada.
Borges, que consideraba a La Biblia como una obra de literatura fantástica
(“es la perfección del género”, decía), nos indica que Dios es
la nada primordial y que la creatio ex nihilo corresponde al abismo en
que se engendraron los arquetipos y, finalmente, los seres concretos.
A lo largo de su obras, nos explica también que esa definición
de Dios, basada en lo negativo, es en principio, injusta, porque
le dispensa un flaco papel (nace con un tiro en el ala) a ese ser
supuestamente superior.
Para
la fenomenología, en especial para Heidegger, el ser de la realidad
humana se define como “ser-en-el-mundo”; en su trascendencia, el
hombre está separado de lo que es por toda la amplitud del ser que él
no es. Sólo en la nada puede ser trascendido el Ser, agrega, que el mundo
está “suspendido” en la nada y se hace la famosa pregunta: ¿Por qué
hay algo en vez de nada? Una pregunta
retórica y sin sentido, que sólo
afirma el imperativo físico de que el mundo es posible por las cosas
que son, tiene que haber algo, es física y ontológicamente imposible
que haya nada (nótese el contrasentido semántico, que haya nada,
que exista la nada).
Y
con esto volvemos a nuestro invitado, el astrofísico Lawrence Krauss,
quien en su libro trata de explicar cómo partículas pueden nacer
del espacio vacío y, por ende, extender este fenómeno al universo
completo, cómo de la nada surgió el universo sin la participación
de un creador.
Krauss
se refiere a la nada como el espacio vacio que, según las últimas
observaciones científicas, resulta ser increíblemente inestable,
igual que el espacio cuántico, y que no tiene que ver con ese
espacio agustiniano, de una eterna nada y un profundo vacío, de que
nos habla la Biblia.
La
conseja de que no se puede crear algo de la nada está siendo cuestionada
por la física cuántica, donde las fuerzas de gravedad pueden
crear, no sólo espacio, sino partículas de la nada.
El
concepto de nada, donde no existe espacio ni tiempo, ni materia negra,
ni rayos, ni polvo cósmico, donde ni siquiera aplican las leyes naturales,
es obviamente una creación ideal que no se da en la naturaleza…
ningún humano ha experimentado esa nada, excepto en su imaginación,
y aun así, para poder pensarla, requiere de un marco que la
sustente, es decir, de un espacio vacio, y si existe espacio está sujeto
a las leyes de la mecánica cuántica.
Pero
si nos retrotraemos al momento anterior al origen del universo ¿Qué
había? Si existían las leyes cuánticas había algo, pudiera haber existido
diferentes tipos de nada, diversas configuraciones de vacío interactuando,
el asunto es que Krauss responde la última pregunta sobre
el origen del universo presentando su opción de un multiverso (infinitos
múltiples universos) del cual salió nuestro finito universo,
un multiverso en constante proceso de creación de otros universos.
Aristóteles
lo llamaba el primer impulso, la iglesia la Primera Causa, el
multiverso lo explica Krauss por medio de la hipótesis de la inflación,
o sea, el universo en expansión que va creando el espacio que
necesita; espacios observables del universo, que una vez fueron limitados,
se hacen infinitos con el transcurso del tiempo, creando otros
universos a su paso; el universo se expande exponencialmente, la teoría
indica que, más allá del horizonte de nuestro universo, otros universos
están siendo creados por la inflación.
Krauss
cree que la naturaleza de la nada ha cambiado; la nada no es estéril
y tiene propiedades que la regulan. Eso da un vuelco de 180 grados
a las discusiones que, hasta los momentos, fueron un privilegio de
los nihilistas, amos autoproclamados de ese vasto vacío, de ese frío
y desolado sentimiento de la angustia existencial que les producía
su particular y deprimente versión de la nada. –
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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