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martes, 20 de enero de 2015

RESPUESTA DE ALFREDO CORONIL HARTMANN A LA CARTA ABIERTA QUE EL 19 DE DICIEMBRE DE 2014, LE DIRIGIERA ROBERTO GILLES REDONDO

 ALFREDO CORONIL HARTMANN 
El día 19 de diciembre, el joven politólogo Roberto Gilles Redondo, me dirigió una Carta Abierta, que, casi con un mes de retraso, hoy alcanzo a responder. En absoluto debe asumirse esa inusual tardanza de mi parte a desinterés u ocupaciones estacionales o familiares, la verdad es que la obligatoria y repetida lectura de de su texto, me confirmaba en la necesidad de pesar y sopesar mi respuesta. La misiva está cargada de elementos, cuya profundidad y solidez me obligaba a ponderar cada vocablo, porque, sin él proponérselo ni menos arrogárselo, sus palabras adquirían para mí el carácter de un diálogo entre dos generaciones, en un momento dramáticamente inédito de la Historia de Venezuela. Todo ello enmarcado en ya más de un mes de trastornos de salud más o menos complicados, de los cuales aún no salgo totalmente.

Debo comenzar por agradecerte muy sinceramente, tus generosos conceptos sobre mi persona y trayectoria, mucho me alegra que un joven de tu formación y seriedad intelectual, logre percibir que no siempre en medio de cambiantes circunstancias, por sentido de obligación y respeto por uno mismo, por el país, por los valores, hubo quienes asumimos una actitud crítica, aunque pienso hoy en día, no suficientemente proactiva, para enfrentar el huracán que se venía formando.
Lo que no hicimos o no fuimos capaces de hacer, carece por completo de importancia, lo que la tiene y sobremanera, es lo que seamos capaces de hacer ahora, no mañana, ni pasado mañana. Tú subtitulas tu Carta Abierta como “El deber moral de la solución” y añades que “Para los venezolanos de hoy no debería existir otro tema”. El punto de partida de cualquier acción exitosa es el conocimiento de la realidad, lo contrario sería convertir el destino colectivo en un alea, en un juego de azar. Los venezolanos auténticos, quienes sentimos este país en la sangre y en los huesos tenemos necesidad, necesidad inaplazable, de tener conciencia de ello, no es el momento de torneos oratorios ni juegos florales, dejemos a los histriones en el teatro, a los declaradores de oficio en sus primeras o últimas planas, menos vocación mediática y más afán de trabajo, de obra tangible, de encuentro con el pueblo. Desde hace varios años, he venido repitiendo, con insistencia machacona, que hace ya tiempo perdimos la democracia, el estado de Derecho, y ahora estamos perdiendo la República misma, su territorio, sus riquezas, su soberanía, en resumidas cuentas su Alma, su voluntad de existencia, de permanencia, de vocación de futuro.
Venezuela ha sido un país que ha costado mucha sangre, lágrimas y sufrimiento hacer, no nacimos como la Venus de Botticelli ya adulta, esplendida, formada. La epopeya de la Independencia arrastro 2/3 de la población del país, todo el resto del siglo XIX fue de luchas fratricidas, la “Guerra Larga” o Guerra Federal fueron cinco años más de matanzas, destrucción y saqueos, para terminar dejando algunos beneficios marginales, no buscados por la camarilla gobernante, en el campo social ya atípicamente permeable de este país.
 Hasta que el general Juan Vicente Gómez derrotó en Ciudad Bolívar al general Nicolás Rolando, en 1903, Venezuela no había conocido la paz interna, esta duró casi cien años, hasta el cierre del siglo XX, cuando empezamos a transitar esta sedicente “revolución bonita” empeñada en retrotraernos, a contra pelo de la Historia, a los umbrales de la Guerra Federal.
No creo que hayamos “perdido la Patria”, aún no, estamos sí en vías de perderla. De todos nosotros, especialmente de la juventud, pero sin eximirnos los “viejos”, depende que no sea así. La Patria es un concepto de plenitud, en el que todo cabe, la Historia, los anhelos cotidianos y ancestrales, la cultura, las milenarias enseñanzas de la vida. Me permito hacer aquí un inciso, los Libertadores cometieron un grave error, que parece repetirse en cada grupo de poder, me refiero al afán de una sedicente “primogenitura”, todo EMPIEZA con ellos, no es cierto nuestra Historia no es de 200 años, no hay que confundir independencia política con esencia nacional, nuestra Historia arranca de la península ibérica, ese campo de batalla y de mezclas constantes de razas, de culturas y de pueblos, nuestros indígenas carecían de una cultura propia que pudiese haber añadido elementos sustantivos, ni siquiera los timoto-cuicas rama muy secundaria de los chibchas de Colombia.
Tienes toda la razón al sostener que, antes de Hugo Chávez, ya veníamos viviendo un proceso de desmantelamiento de nuestra democracia, debemos tener, en todo momento claro que Chávez no fue causa sino consecuencia. Lo que ocurrió fue que, en lugar de buscar el remedio, se agudizó con empeño la enfermedad. El Estado venezolano ya se había hecho inviable, un hidro-cefálico condenado a muerte. Para 1998 la magnitud del poder constitucional del presidente de la República lo hacía responsable de algo así como el 90 % de las instituciones de la Administración Pública. Semejante cúmulo de atribuciones y obligaciones son inmanejables, ingerenciables. El proceso de descentralización aun estaba en sus pininos y aún así lucia prometedor. Pero la “nueva” República requería aun mas centralización y hemos visto y padecido la incesante acumulación de absurdas, cuando no atrabiliarias facultades, en beneficio de hombres de tan mediana formación y capacidad como Chávez y Maduro y unos gabinetes ministeriales dignos de la corte de los milagros, que pintara magistralmente en sus obras el poeta François Villon.
No tenemos tiempo, es verdad, de escribir Historia, pero es el tiempo de hacerla. Sin conocer las hondas raíces, el trabajo podría terminar siendo superficial y además breve. Chávez y Maduro son accidentes, graves por el daño inferido al cuerpo social, pero accidentes, no pueden repetirse, tienes razón al evocar al cuervo de Edgar Allan Poe “nunca más, nunca más”.
Comparto tu angustia por la ausencia de un liderazgo opositor, no solo capaz de orientar, tampoco de transitar la difícil senda de una indispensable transición. Hay momentos en los cuales me pregunto si la actitud colaboracionista que exhiben, es cómo  piensa la mayoría fruto de ambiciones pecuniarias y falta de coraje o si obedece a otro tipo de miedo, el miedo a no saber qué hacer con un país que se deshace, abiertas las costuras y las iras. La MUD plausible iniciativa de crear un aparato electoral de oposición, devino en un hibrido, sin posibilidad de futuro al pretender constituirse en un supra-partido político, para todos los gustos. A mi juicio, su momento y circunstancia histórica periclitaron.
De las alternativas que señalas –fuera de la MUD- voy a referirme, por primera vez públicamente, a una que reviste características de obsesión sicopática entre algunos, muy queridos amigos míos, como Luis Manuel Aguana y en un grado algo menor de vehemencia Oswaldo Alvarez Paz. Me refiero, desde luego, a “La Constituyente” que no es y nunca ha sido una fórmula mágica para el cambio. Una nueva estructura constitucional, un nuevo Estatuto Político, es indispensable para enmarcar el nuevo Estado, inclusivo, democrático, abierto, puerta ancha al futuro, pero primero hay que producir el cambio. Ese futuro requiere ser enmarcado con gran seriedad, por las mejores mentes constitucionales del país, no puede ser un show arrabalero que devenga en un torneo de demagogia y gracias para la galería.
 A raíz del 18 de octubre de 1945, la Junta Revolucionaria de Gobierno, designó un estelar equipo de juristas y políticos para redactar el proyecto de la nueva Constitución, es importante señalar que en el escogido grupo no había sino un militante de AD (cierto que valía por muchos) el Dr.Andrés Eloy Blanco. Una vez elaborado, convoco la Asamblea Nacional Constituyente para sancionarla, este segundo paso ya no es necesario, la Constitución de 1999 incorpora la figura de los Referenda, la sanción del soberano no requiere ya correr el riesgo de la asamblea tumultuaria y superficial, las vedetes frustradas pueden quedarse en casa, Venezuela esta sedienta de seriedad y sindéresis.
Yo, al fin y al cabo el solitario voto de un septuagenario no va a cambiar nada, no estoy dispuesto a votar, no creo en ello, no voto. Me acojo a la expresión de Fermín Toro: “mi cuerpo lo podrán llevar, pero Fermín Toro no se prostituye”
Comparto contigo la convicción de que la presión popular, en su marco referencial constitucional, es la única salida realista. Para ello hay que eliminar los pretendidos “intermediarios” que en lugar de canalizar la fuerza mayoritaria del pueblo hacia una verdadera salida de la crisis, lo que hacen es mercadear como hetairas de puerto los anhelos populares en beneficios para sí mismos.
Sobre el Consejo de la Resistencia, en la Francia de la lucha clandestina contra el invasor alemán y contra los franceses colaboracionistas, es necesario hacer algunas reflexiones. En primer lugar, el vocablo “resistencia” evoca necesariamente el de clandestinidad, estamos conversando a través de un medio más que permeable, quizá el G-2 lea antes que tu esta respuesta, pero en todo caso ¿existe, hoy por hoy, un movimiento clandestino capaz de articular un Consejo Nacional de la Resistencia?, yo no lo sé. No se me escapa que quedan muchos aspectos pendientes y sobre todo mi deseo de conocerte personalmente y poder transmitirte “a beneficio de inventario” vivencias y análisis y sobre todo conocer los tuyos.
Recibe un cordial abrazo de un venezolano tan angustiado como tu

Alfredo Coronil Hartmann
acoronil2@gmail.com
@Alfredo43

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