RAFAEL BELLO |
La
conseja de la pasividad se estrella frente a una realidad que consume a
Venezuela en una crisis de consecuencias impredecibles. Calle arriba, calle abajo,
el ciudadano siente la tortura de la incompetencia que muestra, hasta donde es
posible la capacidad destructiva de la ignorancia alzada. Y no es un cuento que
se comente entre chanzas, dimes y diretes. Es el cuadro patético de una
situación que ahonda en todas latitudes de la vida venezolana.
No
puede consumirse el tiempo entre las miradas puramente contemplativas. Es preciso estar atentos de hechos
reiterativos que están en la dirección del empobrecimiento generalizado. Todo
cuanto forma parte de la condición alevosa de la ignorancia alzada que se hace
llamar gobierno. El panorama venezolano lo pintan feo –expresa en acierto la
conseja popular- más cuando la bodega deja viva la estampa de empobrecimiento
que oprime la vida de millones de venezolanos. Millones de venezolanos en pos
de hacer sentir en las calles el descontento por las graves dificultades que se
vive ante el cuadro desolador del ingreso en trance agónico.
De
allí que las cifras del multimillonario presupuesto nacional representen la
patética muestra de una nación que se consume en los terribles desajustes de
sus finanzas, así como la penosa situación de su industria vital. Porque la
empresa petrolera nacional está en el centro de esa sangría representada por la
ambición de la riqueza impronta. Tres lustros de lo inconfesable que será
materia por muchos años de los organismos que atenderán los reclamos del
derecho de los venezolanos sobre lo que le es propio. Ya en los Estados Unidos
se han tomado providencias sobre el particular.
Todo
lleva a la toma de decisiones sobre la significación profunda de la lucha
democrática. Esta lucha democrática frontalmente opuesta al partidismo
electorero por cuanto estamos en crítico momento donde tiene preeminencia la
salvación de Venezuela. Tenemos un país que se debate entre la miseria y la
violencia. Esta situación tiene que llamarnos a mirar más allá de lo que está
en la onda de las exquisiteces del régimen en su conveniencia –por lo demás- con el aderezo de la llamada oposición
electorera.
El país está en una profunda crisis que
rebasa la visión estrecha de operadores partidistas ajenos a la severidad de
hechos, más allá de lo estrictamente enmarcado en protestas estudiantes que, en
la era democrática, se atenuaban con acuerdos en los que la tolerancia
democrática dejaba perfectamente su capacidad de entendimiento en asunto
meramente puntuales. En la actualidad la situación es totalmente diferente y
ello está determinado por el comportamiento de un régimen totalmente ajeno a
los fundamentos del sistema democrático.
Desde
hace años está planteada la lucha de los sectores democráticos en la defensa de
lo que le es atinente a la sociedad venezolana. Esa lucha ha ido despertando
voluntades que acariciaban la idea de la fortaleza de las instituciones que el
mismo régimen democrático había creado para su estabilización y permanencia.
Ello dejó de ser en el tiempo por lo que ya no es ninguna novedad un régimen
ajeno a la libertad.
No
obstante: es legítimo pensar y actuar en el sentido del vigor de la
significación de los valores democráticos en la sociedad venezolana. Ello está
sembrado en el pueblo y, sobre todo, en la juventud que estudia y trabaja. Nada
podrá impedir la vigencia plena de la democracia en la fortaleza de un pueblo
que, día a día, en la lucha, la hace suya con el vigor de razón de ser y su
historia.
Rafael
Bello
bello.rafael@yahoo.es
@unidadylagente
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