No es fácil escribir
serenamente en estos días. El año se inicia cargado de incertidumbre y con
temores fundados sobre el deterioro del país. A todo lo que está a la vista se
suman, para algunos de nosotros, dos pérdidas humanas irreparables. En
Maracaibo murió la Ana Josefina Tobón, mejor conocida como la Hermana
Francisca, fundadora, consejera y alma de la Casa de la Misericordia. Fue
inaugurada en 1991 con el apoyo sostenido de la Gobernación del Zulia bajo mi
mandato, pero dirigida sabiamente por esta mujer excepcional que reúne todos los
méritos para recibir las mayores distinciones posibles por parte de la
Jerarquía eclesiástica,
En Caracas fallece el
doctor Alberto Quirós Corradi, de quien se ha escrito mucho con motivo de su
desaparición física. Amigo entrañable de años. Consejero y asesor, compañero de
múltiples jornadas dentro y fuera del país, venezolano ejemplar y,
especialmente, ejemplo y guía de varias generaciones vinculadas a la industria
petrolera nacional e internacionalmente. Un golpe material y espiritual fuerte.
El patrimonio humano de la patria disminuye sensiblemente con su pérdida, pero
la vida sigue y hemos aprendido a seguir con ella. Para Yolanda, sus hijos y
toda su familia, el mensaje de solidaridad fraterna de alguien que conoció de
su extraordinaria calidad humana y profesional.
Lo demás está a la
vista del mundo entero en general y de los habitantes de esta tierra en
particular. El excelente documento de la Conferencia Episcopal Venezolana tiene
que convertirse en la hoja de ruta que guíe a la nación hacia el cambio
necesario. Allí están las líneas maestras que señalan el camino. Serio,
profundo, respetuoso, principista, comprometido con los valores fundamentales
de la vida en libertad y de la democracia es compartido desde múltiples
trincheras ideológicas y políticas. Se trata de un mensaje apropiado para
concretar la unidad superior que se necesita. No es hora para las ambiciones
personales o de grupo, cuando el país se desmorona material, institucional y
éticamente.
Venezuela necesita un
cambio profundo. De presidente, de gobierno y de régimen como requisito para la
reconstrucción republicana sobre nuevas y mejores bases para el
perfeccionamiento y relanzamiento de la vida nacional. Este desastre no puede
ni debe continuar. Quienes detentan las distintas ramas del poder público, sin
excepciones, son incompetentes, probadamente fracasados e indignos para ocupar
las posiciones que detentan.
El reciente viaje del
señor Maduro es la última prueba de cuanto digo. Fracaso total. Humillación
merecida, pero también última señal de la comunidad internacional tenida como
amiga del régimen. Exigir la renuncia del tipo, más que un derecho es una
obligación. Si llegara a concretarse, Maduro finalmente haría un gesto de amor
y de respeto hacia todos. Sería una enorme contribución para la transición en
marcha, civilizada y pacíficamente.
Oswaldo Alvarez Paz
oalvarezpaz@gmail.com
@osalpaz
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