Entre las reflexiones de fin de año que hice
en referencia al Proyecto País Venezuela hay una en especial que
deseo compartir este año que comienza. ¿Recuerdan esos carteles que ponen las
librerías para indicar que no sacan fotocopias? O mejor aún, aquel que ponen
algunos kioscos de periódico para evitar contestar preguntas: No vendemos
tarjetas telefónicas. Y eso pasa porque es tan fácil confundirse cuando uno va
a sacar copias o buscar tarjetas para el celular, como cuando nos preguntan
cuál es la oferta política del Proyecto País Venezuela, comparando la
Constituyente que proponemos con lo que ofrecen los partidos políticos. Por eso
en el PPV debemos colocar un cartel grande que diga "No vendemos
políticos".
(http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/)
Los partidos son los que venden
políticos. Reclutan militancia, y a
veces-solo a veces-, los forman en una ideología, luego los sacan a la calle a
ver que hacen por el partido, y finalmente, si son buenos, tratan de venderlos
a los electores en las carreras por los votos a ver quien se desenvuelve mejor.
De allí, vuelta al comienzo. Por supuesto, si pegan algún candidato, eso
refuerza el objeto del partido, creando solidez a su base de sustentación. Es
un sistema que en realidad funciona si quienes participan de él, no solo lo
hacen a favor de la población que representan, sino que sus ejecutorias
verdaderamente representen un cambio en la calidad de vida de la gente, y en
términos generales, del país entero. De eso se trata la representación popular.
Pero lamentablemente ese sistema dejo de
funcionar. Para entender mejor que es lo que intento decir con eso de que “el
sistema dejó de funcionar”, debo antes explicar que es lo que entiendo yo por
“sistema” para que todos estemos hablando y comprendiendo lo mismo.
Un sistema es un conjunto de unidades
recíprocamente relacionadas, unidas por alguna forma de interacción o
interdependencia que realizan una actividad para alcanzar un objetivo. Si
consideramos a un automóvil como un sistema de transporte, todas sus partes
están interrelacionadas para producir un resultado que no es otro que
transportar a sus ocupantes de un sitio para otro. Pero ese sistema está a su
vez interrelacionado con un sistema mayor que lo alimenta que hace que sea
posible su funcionamiento.
Por ejemplo, en ese “sistema automóvil” es
necesario que existan bombas de gasolina, para que el motor de combustión que
tiene pueda funcionar, deben existir carreteras por donde este pueda
desplazarse, estacionamientos para poderlos guardar, mecánicos para poderlos
reparar, y un sinfín de bienes y servicios alrededor de ese sistema que
llamamos “automóvil”. Incluso podríamos pegarle a eso una escala mayor
adicional como lo son los sistemas mundiales de refinación para poder fabricar
el combustible que usa el automóvil, que como sabemos es un derivado del
petróleo.
Si un solo componente de ese sistema cambia
por cualquier razón, como en efecto se está hablando ahora del cambio de los
motores de combustión interna por motores eléctricos para la salvaguarda del
ambiente, entonces TODO el sistema cambia y los sistemas asociados, desde la
más baja escala, el automóvil mismo, hasta la más alta, como por ejemplo la
manera en que se le dotará de la energía al automóvil para que pueda funcionar.
Desaparecerían las bombas de gasolina-y los empleos que produce-, toda la
industria de partes y piezas de motores de combustión interna desaparecería
(motores, bombas de gasolina, bujías, pistones, etc., etc., etc...) y todo
aquello relacionado con esa manera de hacer las cosas. Pero por otro lado
nacería algo nuevo, otra industria que girará alrededor de lo que llegó para
poder hacer funcionar el sistema.
Entonces, cuando hablamos que un sistema no
funciona y debemos cambiarlo por otro HAY CONSECUENCIAS en todo aquello que
vivía relacionado con la anterior manera de hacer las cosas. Hagamos ahora un
ejercicio de imaginación.
Supongamos que cambiamos el sistema de
subsistencia financiera regional establecido en la Constitución a través del
Situado Constitucional (Art.167) que indica “un máximo del 20% de los ingresos
ordinarios estimados anualmente por el Fisco Nacional” (que para el presupuesto
2014 fue de menos del 16%) por un sistema que entregue por ejemplo un mínimo
del 80% a los Estados y Municipios y le quite el control de la chequera (la
Hacienda Pública) al Presidente de la República, dejando el gobierno central
bajo el control de un Parlamento, como ocurre en un sistema parlamentario. Eso
sería como cambiar el motor del actual sistema.
Aun cuando en la actualidad es competencia
EXCLUSIVA de los Estados “dictar su Constitución” (Art. 164.1), “y organizar
sus Municipios y demás entidades locales y su división político territorial…”
(Art. 164.2), los partidos políticos no se interesan por hacer eso en los Estados
más allá de contar con una presencia política obligada que les de sustento para
hacer uso de los pocos recursos regionales para sobrevivir. Allá no controlan
los contratos de grandes obras, ni pueden influir en las grandes decisiones de
política y de inversión pública. Eso se hace en Caracas y en Miraflores.
Caracas no produce ni lo que come pero se lleva constitucionalmente la
administración de al menos el 80% de los ingresos ordinarios estimados
anualmente por el Fisco Nacional.
Es por eso que cualquiera que pueda dejar de
vivir en el interior en la primera oportunidad sale corriendo para Caracas,
dejando su pueblo para ver como se pone en algo en la capital. ¿Dónde creen que
estaría el principal interés político de los partidos? ¿En buscar controlar la
Presidencia de la República y los escaños de la Asamblea (como antes en el
Congreso) o lograr el bienestar de la gente con los escasos recursos en cada
uno de los Estados? Respuesta obvia.
Y esa situación se ha repetido y repetido en
nuestra historia republicana. Solo vean las biografías de los Presidentes de la
Republica y revisen donde nacieron. Del siglo pasado al presente todos son del
interior del país (con la excepción de Gallegos), sin contar el actual que no
es venezolano, salvo que presente su Partida de Nacimiento. Con ese cambio en
el incentivo fundamental, la política se haría principalmente regional, no
nacional y obviamente el interés de los partidos y su dirigencia se volcaría
hacia las regiones. Pero eso no vendría solo.
Si los ciudadanos de un Estado saben que al
elegir a alguien de su propia localidad le están dando el poder para cambiar su
calidad de vida, porque tiene como hacerlo ya que sus impuestos se quedan allí y son producidos
por ellos mismos con el sudor de su trabajo y lo administra alguien cercano,
que no vive en Caracas sino en su propia región, los administradores regionales
deberían pensarlo muchas veces para robárselo o malbaratarlo. La gente los iría
a buscar muy cerca. Habría 24 Estados que tendrían la misma oportunidad y la
movilidad laboral- y política-, no se haría hacia Caracas sino hacia la región
que lo haga mejor y produzca mayor calidad de vida.
Cada Estado, en ese escenario, si podría con
base cierta realizar una Constituyente Regional y “dictar su Constitución” para
establecer su propio plan de desarrollo de acuerdo a sus potencialidades y
comprometerse a producir para su gente lo que mejor pueda producir, aportando
un diezmo para el mantenimiento de un gobierno Federal, por decir un ejemplo.
Un Estado así si podría organizar, como dice la Constitución actual, sus
Municipios y demás entidades locales conforme a ese plan de desarrollo,
generando riqueza para su región, organizándose adecuadamente para los fines de
ese Estado.
Pero una consecuencia importante de ese
cambio en el sistema sería que los Diputados y los Senadores (porque también
los habría) que sean electos en los Estados conforme a esa nueva distribución
del poder, no irían a un Parlamento en Caracas para ocupar puestos para el
partido que los puso allí, como ahora, sino para exigir como representantes
verdaderos de los ciudadanos de su Estado, de acuerdo a lo que este sea capaz
de generar, imponiendo un rumbo diferente al poder central; que de acuerdo a
ese nuevo estado de cosas, tendría que someterse a la verdadera soberanía de un
pueblo que produce. No podría actuar más como un poder central repartidor y
extorsionador de lo que pertenece a todos los venezolanos, como ocurre ahora
con con el actual sistema, sino como un coordinador de regiones con poder y
riqueza propias.
Pues bien, nuestro cartel en el Proyecto País
Venezuela dirá “No vendemos políticos”. Ese es el trabajo de los partidos.
Nosotros estamos en una cosa muy diferente. Estamos vendiéndoles a los
venezolanos un nuevo sistema político donde quepan nuevos partidos y los
actuales se amolden a las consecuencias que ese cambio traería. Cierro este
ejercicio de la imaginación sustentando que si le cambiamos la tecnología al
motor político de Venezuela eso traerá como consecuencia que el resto de los
sistemas que viven de él cambien. Cambiarían las formas y los protagonistas,
así como la responsabilidad ciudadana de exigir a los gobernantes. Tal vez esa
sea la única manera de hacer viable esa Venezuela sentada sobre una riqueza que
precisamente no es petrolera…
Email:
luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, DIARIO DE OPINIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, ACTUALIDAD INTERNACIONAL, OPINIÓN, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, REPUBLICANISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA,ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.