CLAUDIO FERMÍN |
El año 2014 Venezuela
vivió un penoso retroceso. La conflictividad política fue extrema hasta el
punto de medirse en heridos y muertos las derrotas y no en escaños perdidos o
en propuestas legislativas negadas. La barbarie se hizo presente.
Trabajadores
manuales, especializados y profesionales comprobaron que sus salarios poco
valen, mientras los consumidores no necesitaron cifra alguna del Banco Central
para medir el desabastecimiento de alimentos, de medicinas, de repuestos para
automóviles o de boletos aéreos.
Se hizo patente que
casi nada se produce en el país, ni jabón de lavar, ni aceite, tampoco leche. Con
el agravante de empresas importadoras que perdieron crédito internacional por
no contar con dólares para cumplir con sus obligaciones y, en consecuencia, el
mercado no dispuso de los productos importados que suplían al desmantelado
aparato productivo nacional.
El barril de petróleo
cerró la última semana de diciembre en 46 dólares. Triste final de una época en
la que Venezuela redujo su producción de 3.500.000 barriles diarios en 1998 a
2.300.000 barriles hoy día. En nada se aprovechó la década del barril a cien
dólares y, peor, se perdieron los clientes más importantes en aras de proveer
crudo a aliados políticos del chavismo, unos que nada pagan por ese bien y
otros que lo reciben como pago de deudas del gobierno.
En vez de presentar
un plan de reacción o de recuperación inmediata ante estas situaciones, las dos
últimas alocuciones del Presidente Maduro nada aportan.
En el saludo de fin
de año a los militares se dedicó a amenazar e injuriar a los sectores críticos
con sus acciones. Ni una pizca de conciliación. Ni un asomo de rectificación de
los errores cometidos. Posiblemente alguien le aconsejó que debía lucir
indoblegable o intransigente para impresionar a la tropa que hizo un plantón de
horas y lo menos que oyó fue un mensaje navideño de paz y amor.
Horas después, en
publicitada cadena para la que había prometido importantes anuncios económicos,
nada se le presentó al país. Hablo horas y nada dijo. Nombró decenas de
comisiones. Más burocracia. Prácticamente designó un Gabinete paralelo. Creó
otra Vicepresidencia adulando a los militares. Arremetió de nuevo contra sus
críticos. Pero nada le quedó al país, salvo la sensación de un inmenso vacío.
Claudio Fermin
claudioefm@gmail.com
@claudioefermin
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