Comenzando el año 1958 la protesta contra la
dictadura de Marcos Pérez Jiménez fue general. Los muertos, los desterrados y
los presos los habían puesto Acción Democrática y el Partido Comunista de
Venezuela a lo largo de diez años. Pero el país, a fuerza de golpes y
frustraciones había tomado conciencia de la gravedad del asunto. Otros partidos
se sumaron a presionar y reclamar por la Democracia. Y al final, los políticos
ya no estaban solos en esa lucha.
La Nación toda alzó su voz y se movilizó
contra los intentos continuistas de los violadores de los Derechos Humanos. Los
estudiantes fueron a la calle. Los militares se alzaron. El Colegio de
Ingenieros, la Asociación de Periodistas, la Iglesia, las federaciones obreras
y los empresarios, se unieron en un solo hombre para derrocar al dictador. El
23 de enero Pérez Jiménez huía, echado por un pueblo que lo repudiaba.
Quedaba así depuesto un régimen que mantuvo
campos de concentración, que reprimió inclementemente al pueblo, que hizo de la
tortura su marca de identidad, que asesinó dirigentes sindicales, agrarios y
políticos que reclamaban democracia. Que instauró un sistema sanguinario.
Son falsos los torturadores de hoy, los
encubridores y promotores de asesinos de estudiantes y de manifestantes quienes
marchan por las calles celebrando el 23 de enero.
Esa jornada de 1958 fue contra verdugos como
ellos.
La chispa final fue la convocatoria de un
plebiscito que tuvo lugar el 15 de diciembre de 1957. Una vulgar maniobra de
Pérez Jiménez para reelegirse. Eliminó de un plumazo las elecciones que debían
efectuarse para esa fecha y se declaró ganador. Sobre esa trampa electoral que
repetía violaciones a la Constitución, usurpación de funciones, alteración de
resultados y engaños a los electores, como había ocurrido en 1952, el dictador
blindaba su poder.
Son falsos también quienes hoy elogian el 23
de enero de 1958 y no son más que delincuentes electorales, tracaleros que
amañan registros de electores, hacen del voto asistido un mecanismo de
coerción, otorgan miles de miles de cédulas de identidad a extranjeros para disponer
de un electorado cautivo, dirigido y controlado por el partido de gobierno. Es
un engaño que quienes han hecho de la trampa en las elecciones su código de
viveza y mantienen un sistema institucionalizado de ventajismo en el Consejo
Nacional Electoral pretendan mostrarse como admiradores de una fecha cuyo
origen es la protesta contra un fraude electoral.
La rosca militar depuesta no se quedó
tranquila en 1958. Estaban perdiendo el poder. Se levantaron, con el general
Jesús María Castro León a la cabeza, contra la Junta de Gobierno presidida por
Wolfgang Larrazábal reclamando la eliminación de Acción Democrática y del
Partido Comunista. Exigían instaurar la censura previa y un gobierno tutelado
por las Fuerzas Armadas. En fin, querían el regreso a la dictadura.
Después, instalado el gobierno electo por el
pueblo, se alzaron Castro León y Moncada Vidal en la frontera con Colombia. Ese
mismo año terroristas internacionales atentaron contra la vida del presidente
Betancourt. Se sublevó Edito Ramírez desde la Academia Militar en febrero de
1961 y el 25 de junio de ese año grupos militares se alzaron en Barcelona.
Todos empeñados en desconocer la voluntad del pueblo.
Año luctuoso el de 1962. Causaron más de 500
muertos y 1000 heridos en los alzamientos dirigidos por Molina Villegas, Vegas
Castejón y Fleming Mendoza en Carúpano y por Ponte Rodríguez, Medina Silva y
Víctor Hugo Morales en Puerto Cabello. Insistían en otro modelo de dictadura
militar, reconstruir el oscuro mundo de privilegios a su favor, asociados con
intereses extranjeros.
Es de farsantes que los personajes más
conspicuos del militarismo que desgobierna a Venezuela desde hace dieciséis
años estén al frente de los actos de celebración del 23 de enero. Ese fue un
movimiento que construyó un gran frente democrático para impedir el regreso del
militarismo, de gente como ellos.
El espíritu unitario que sirvió para derrocar
la dictadura fue el hilo que cosió las costuras de partidos políticos antes
enfrentados y los unió en defensa de la Democracia. Betancourt logró algo
inédito: los perdedores gobernarían junto al ganador de las elecciones de 1958
y los demócratas se unirían para recuperar el país. Eso fue el Pacto de
Puntofijo: un compromiso colectivo por hacer respetar los resultados
electorales, por gobernar conjuntamente alrededor de un programa previamente
acordado.
Empresarios y trabajadores fueron llamados
por el gobierno para integrar directivas de empresas del Estado y de institutos
públicos. Se dio inicio a la cultura de la tripartita. Fue un gobierno de
inclusión.
También por eso es una grosera simulación que
el militarismo de hoy, sectario y arbitrario, excluyente y promotor del odio
entre trabajadores y empresarios, ande pavoneándose por las calles celebrando
el 23 de enero, cuando esa jornada de 1958 fue una de amplitud, de cooperación
y de fraternidad, no de discriminación y de exclusión como “la lista de
Tascón”, los cierres de empresas, las invasiones y expropiaciones selectivas,
la promoción del odio social y del partido único en desmedro del legítimo
derecho a la participación política de todos los venezolanos.
El 23 de enero de 1958 fue una jornada de la
democracia contra el militarismo. Fue el triunfo de la amplitud de los partidos
políticos, en transparente muestra de civilismo, contra el espíritu sectario de
quienes hacían de dueños del poder. Fue un momento de ejemplar convivencia y
solidaridad entre empresarios y obreros para acordarse en estrategias y
acciones de crecimiento de la economía. Fue el inicio del consenso como método
en la toma de decisiones públicas.
El 23 de enero estuvo sustentado en premisas
filosóficas y éticas diametralmente opuestas a las que han servido de
fundamento a los gobiernos de Chávez y Maduro. Por más que intenten falsificar
la historia y hacer política a punta de propaganda y lavado de cerebros, lucen
como intrusos en una celebración que siempre será una bandera contra el
militarismo, la corrupción, la violación de los derechos humanos y el espíritu
sectario en la política.
Claudio Fermin
claudioefm@gmail.com
@claudioefermin
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