ALFREDO MICHELENA |
Habiendo sido el Canciller
venezolano con más años seguidos en el cargo, Maduro debió haber aprendido que
no se anuncia, antes de salir de viaje, lo que no se está seguro de conseguir.
Que un Presidente no viaja para que le digan que no. Que no hay justificación
para que un Jefe de Estado viaje a China a una reunión de Ministros; no es a su
nivel. Y que no se puede permitir que un Presidente sea recibido en los
aeropuertos por funcionarios de tercera.
El periplo por Rusia y China fue un desastre total. Como seguramente será
la visita a los países de la OPEP. Falta una Cancillería profesional. El viaje
fue un acto desesperado. Quizás los ministros que viajaron previamente a China
dieron una información errada y Maduro creyó que faltaban solo “detallitos”
para obtener un préstamo. Craso error.
Los chinos quisieron garantías muy sólidas. Se dieron las de la producción de
aluminio, hierro y oro de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG). Pero
Pekín conociendo el desastre de la CVG pidió control total. El régimen no
puede. Sería destapar esa olla.
Quizás Maduro creyó poder
convencer como hacía “el finado”. Pero no tiene ni el carisma ni la chequera
llena, ni menos la esperanza de que la situación del petróleo y de Venezuela
mejore a corto plazo. China no se va a
arriesgar con otro préstamo y menos ahora que tiene amarrado al régimen.
Siguen creyendo que China es un
“imperio benévolo” y que esta locura de repartir el tesoro nacional a los
gobiernos amigos, directamente o en préstamos en “cómodas y olvidadizas cuotas”
es ser socialista – léase comunista. Maduro debió haber aprendido mejor de sus
mentores, los Castro, quienes “no dan aguja sin puntal”.
Como dicen en su “libro blanco”,
sobre la región, los chinos quieren materias primas para importarlas y
transformarlas. Están dispuestos a invertir $250.000 millones en 10 años. De
eso le tocarán $20.000 millones Venezuela. Pero no para repartir, importar o
pagar deudas, sino para invertir en proyectos concretos con condiciones
concretas. Condiciones no tan exigentes como las de los organismos
internacionales pero si que les asegure que los proyectos se realicen y los
intereses de China se logren.
El régimen ha ofrecido entregar
de todo a China, petróleo, oro, hierro, diamantes e incluso tierras para alimentar a sus 1.300
millones de habitantes. La situación es
desesperada, pero sin cambiar el modelo económico la crisis seguirá y los
“benévolos” seguirán apropiándose del país, a “precio de gallina flaca”.
Alfredo Michelena
alfredomichelena@gmail.com
@Amichelena
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