SAÚL GODOY GÓMEZ |
Un país como el nuestro, donde las revoluciones son
como las epidemias de dengue, que aparecen y desaparecen para volver a
reincidir dependiendo de las condiciones ambientales, obliga a todos a estar de
reposo, en cama, delirando de fiebre y sintiendo descoyuntarse cada articulación,
para luego, al signo de la primera mejoría, levantarse, vestirse y reasumir la
vida.
Ese volver a la normalidad es lo que yo llamo
transición; pasar del brote epidémico a la salud, es un paso que toma
tiempo y cuidado, restablecer las rutinas de la sociedad, aun las más
básicas como alimentarse asearse, vestirse, dar los primeros
pasos luego de haber estado postrados, recuperar los ritmos y
movimientos, cambiar la dieta para fortalecer el cuerpo, buscando elevar las
defensas para no recaer.
Toda enfermedad tiene sus consecuencias, tanto en la
persona como en su entorno; las cosas que se dejaron de hacer, las obligaciones pospuestas, las deudas y los costos en que se
incurrieron durante la crisis.
En la historia de nuestro país las revoluciones han
sido comunes y Venezuela toda ha tenido que pagar el costo de cada
una de ellas; los revolucionarios, en nombre de la libertad y en
contra de la opresión, se manifiestan como agentes del cambio, muchas veces
violentos y con la promesa de un mundo mejor.
Algo ha sucedido con esta revolución socialista
bolivariana, que
debemos estudiar, comprender, para que nunca más nos
ocurra; se trata, supuestamente, de la primera revolución “pacifica pero
armada” en nuestra historia, simplemente llegaron por los votos de una mayoría
de venezolanos, por vías democráticas y se hicieron gobierno… a partir de allí
se dedicaron a destruir la democracia, a aumentar el numero de oprimidos y a
cercenar las libertades.
Las revoluciones son un síntoma de inmadurez
política, las sociedades que no han logrado su estabilidad política y social se
caracterizan por un espíritu nacional inmaduro, inquieto y propenso a
sobresaltos.
El que se produzca diferencias e injusticias
insalvables en su seno, el que no exista instancias funcionales para
solucionar esos conflictos, genera presiones que se materializan en
grandes descontentos y en movimientos revolucionarios.
De las muchas revoluciones que Venezuela ha sufrido,
quizás la más exitosa fue la de 1810, que en realidad no fue una
revolución tal como las conocemos, explosiva, impactante, con un claro
quiebre de las formas de gobierno y con transformaciones sociales
profundas; más bien fue un cambio de rumbo político en cámara lenta, fue más un
movimiento evolutivo que revolucionario… por supuesto, desembocó en las guerras
por la independencia, pero tomo casi dos generaciones llevarla a cabo.
Todas las otras revoluciones posteriores produjeron
cambios cosméticos en nuestra historia como país, nuevas proclamas y bandos, modificaciones
en los símbolos patrios y, sobre todo, cambios en la propiedad de algunos
bienes y de nombres en el protagonismo, por la sustitución de hombres en el
poder, esto, a cambio de grandes costos en vidas y recursos, en oportunidades
perdidas y que desafortunadamente nos llevarnos para atrás en nuestro
desarrollo como nación.
Tardó mucho el país en organizarse en las regiones
que hoy lo distinguen, en los estados, municipios y parroquias
en las que vivimos, a pesar de esos cambios de laboratorio que
los socialistas bolivarianos quieren imponer, como es el caso de las
comunas.
Ya entrabamos en el siglo XXI con una fisonomía
propia y reconocible; lo más importante, durante el siglo XX Venezuela fue
afianzando una identidad, un alma nacional, los 40 años de
gobiernos democráticos fueron fundamentales, ya que por primera vez el
pueblo ejerció en libertad y con cierta permanencia sus derechos
fundamentales, supo lo que era el derecho a la libre expresión e información,
al libre tránsito, al emprendimiento, pudo disfrutar del
derecho a la propiedad… muchos de esos derechos y libertades eran
imperfectos, con sus conflictos y renuencias, con sus reclamos y ajustes, pero permitieron a la sociedad en su conjunto gozar de
oportunidades para su desarrollo que antes eran solo ideas y
declaraciones.
Entre otras cosas, la democracia permitió una
intensa migración interna, se estableció nexos y asociaciones entre
regiones, se entró en una dinámica comercial y cultural que fortaleció
la imagen-país.
Con todos sus problemas e insuficiencias Venezuela
se disponía como nación a entrar a una etapa superior de desarrollo,
teníamos la masa crítica necesaria, una buena parte de la población
estaba educada y preparada para afrontar los retos del nuevo milenio,
teníamos una industria petrolera de punta, que nos habría
permitido incorporarnos a la globalización y ser parte de la sociedad del
conocimiento y de los desarrollos tecnológicos… pero…
Todo esto entró en el congelador de la historia una
vez que el chavismo se hizo gobierno; lamentablemente, una
parte importante de la población leyó erróneamente las señales en el camino, no
hubo un liderazgo suficientemente fuerte y competente para contradecir el error… Venezuela escogió la conducción más
retrógrada y oscurantista posible, convirtió al Teniente Coronel Hugo Rafael
Chávez Frías, un reconocido golpista y comunista, en Presidente de la
Republica.
16 años después, con el país arruinado, azotado por
la pobreza y el abandono, en medio de una dictadura y sirviendo como
colonia cubana, nos preparamos para dar un nuevo giro en nuestro destino, y
esta vez quizás sea la ultima oportunidad que tengamos de llegar a ser parte del
mundo civilizado.
El problema es que igualmente, en el campo de la
oposición ha montado su tienda un oscurantismo peligroso, los partidos
tradicionales y las nuevas organizaciones que de éstos se han originado
mantienen una visión y unas practicas democráticas primitivas y hasta
parasitarias, que sólo ven en el Estado una gran piñata de la cual medrar,
mantienen un clientelismo político, hegemonías de claques dentro de las organizaciones
y anteponen los intereses del partido a los del país.
Esta forma de entender las organizaciones
partidistas fue una de las causas de que se gestara y tuviera éxito la
revolución chavista, que simplemente llevó a la apoteosis esta manera de
entender la política.
Veo con mucha preocupación cómo se está generando
una matriz de opinión según la cual sin el chavismo el país no
podrá avanzar, ni tendrá oportunidad de salir de esta crisis, con lo
que el chavismo pretende verse como una fuerza política
convencional, con la que se puede negociar y llegar a acuerdos de convivencia.
Resulta que ahora, tras el fracaso rotundo del
modelo económico y social que pretendían imponerle al país, luego de
los resultados de quiebra y miseria en los que han sumido a la
sociedad, quieren aparecer como si, en vez de un solo chavismo,
existieran varias versiones del mismo; algunos de estos movimientos
revisionistas y críticos al chavismo “duro” pretenden hacerse pasar
como inclinados a la posibilidad de cohabitación democrática… eso no
es otra cosa que la intención de asegurarse su sobrevivencia en la transición.
La única razón que pudiera encontrar un político de
la oposición para negociar con un chavista sería la de conseguir
dinero sucio; en medio de la crisis financiera que asola nuestra patria,
los chavistas organizados son los únicos que disponen de grandes
cantidades de dinero para comprar su absolución y la posibilidad
de seguir “enchufados”.
El chavismo, en cualquiera de sus expresiones, es
fascismo puro y con el fascismo no se negocia, así como no se negocia con
criminales, ni con secuestradores ni con narcotraficantes.
El chavismo en Venezuela sólo tiene un destino y ése
es confrontar la justicia, pedirle perdón al pueblo y afrontar sus
responsabilidades; lo que estamos presenciando con la burla a la
Constitución y al pueblo, en la escogencia de los representantes del
Poder Ciudadano, es la treta del animal acorralado…
Cuba se les esfumó de sus
planes, EEUU los tiene amenazados, el pueblo venezolano ya no les aguanta otra jugarreta,
designar gobierno a dedo y gritar que cumplen con la ley acrecienta el rechazo
y la furia del soberano.
Quien pretenda ser socialista en este lugar y
momento es un loco o un obcecado; luego de la sobredosis de socialismo real
que hemos sufrido, de conocer de primera mano las aberraciones y distorsiones
que una ideología, tan bonita y buena en apariencia, puede acarrearle a un pueblo
en búsqueda de la felicidad, todavía con las heridas abiertas, no hay manera de
que alguien nos diga que eso que vivimos no fue producto del socialismo mejor
intencionado. No fue que alguien nos lo contó, no, Venezuela padeció el peor de
los socialismos y casi se nos fue la vida en ello.
Si es verdad que un 30% de la población todavía
sigue siendo chavista (yo no lo creo), pues peor para ellos, o se adaptan a los
cambios o se perderán en el olvido. Quedarán sólo para encenderle velas al Comandante
Chávez, que no es sino una vergüenza para el país.
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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