GOLFREDO DAVILA |
Las
festividades navideñas son propicias para el compartir, para darnos aliento,
para reforzar los lazos de amor y confraternidad con nuestros semejantes y
desearnos éxitos para el venidero año. En estos tiempos también se evalúa el
año que culmina, y como eso implica una lista muy larga de cosas negativas y
sobre las cuales innumerables articulistas ahondaron durante todo el 2014, es
preferible, más bien, unir voces por una navidad sin presos políticos, por la
reconciliación entre la familia venezolana y por unos días de tregua al
acostumbrado discurso violento y de odio del régimen.
Estas
exigencias, han sido un clamor de la ciudadanía y una constante por parte de la
oposición durante estos últimos años, sin escucha por parte del régimen, pero
en ellas debemos insistir. Para cualquier gobierno, un llamado como este, sería
atendido de manera sencilla, pero aquí todo se dificulta porque los nuevos
oligarcas no piensan en función del país. El Estado involuciona en forma
permanente, en contraste con una sociedad, que desde hace rato, ha
internalizado que no existe política sin diálogo y tampoco existe democracia si
no se respeta ni reconoce al otro. Veremos qué lectura hace la cúpula del PSUV
tutelada por los Castro, luego de la reconciliación entre Cuba y los EEUU.
Esta
Navidad, en especial, también nos debe convocar a reflexionar sobre la UNIDAD.
Esta sigue siendo una necesidad, es una de nuestras principales tareas; no se
trata de la unidad de un sector para confrontar con el otro, la que se requiere
va más allá de la MUD y de la sociedad opositora. Venezuela exige la unidad
nacional y un proyecto de cambio. Lograr que confluyan las mayorías, ya es
garantía no sólo de gobernabilidad y estabilidad política, sino del gran salto
hacia un futuro de desarrollo de nuestra nación. Esto no lo resuelven decretos
o medidas burocráticas, es una labor tesonera, sistemática y firme de los
millones que de verdad creemos en la unidad.
En
un país polarizado como el nuestro, alcanzar el objetivo de la unidad, también
requiere de mucho juicio y sentido común. Es necesario que la fuerza de la
razón se imponga sobre las emociones y más en un año que se vislumbra sombrío y
muy duro para el pueblo. No podemos caer en la trampa que nos quiere colocar el
régimen, provocando salidas intempestivas para oxigenarse y para, entre otras
cosas, tener argumentos que deslicen sobre terceros las causas del desastre al
que condujeron al país. Es tiempo entonces de la reflexión colectiva, no de
situaciones sobrevenidas, cuyos resultados los conocemos. Sólo así podemos
sentar las bases para enfrentar la crisis y lograr el cambio
No
nos hagamos eco, entonces, de las voces agoreras e intrigantes de los
extremistas del twitter, que llevan un año repitiendo “a Maduro le queda una
semana”, como si eso solucionara la crisis. Es la típica respuesta irracional
del desesperanzado, muchos de ellos combaten el odio con más odio, colman las
redes sociales con mensajes igualitos a los discursos de quienes criticamos.
Buscan aprovecharse de la emocionalidad del venezolano, cualquiera da cuatro
gritos diciendo que hay que salir de Maduro y las redes lo convierten en héroe
nacional. Es la misma película de la década de los 90, no aprendemos la
lección, es el mismo razonamiento que llevó al difunto a convertirse en lo que
fue, en aquel tiempo decían que el comandante las tenía bien puestas para
acabar con tanta inmundicia. Esa es la cultura del caudillismo que todavía
arrastramos.
Los
problemas nacionales para que sean resueltos requieren del concurso de todos
los sectores sociales y la unidad es el instrumento. La clave ahora es promover
que se encuentren los ingentes esfuerzos por construirla y el descontento del
80% de los venezolanos. Esa potencialidad no debe ser tirada por la borda, por
ello se hace imprescindible que todos asumamos la vía pacífica, electoral y
democrática para lograr el cambio. Las salidas aventureras, también pueden
generar cambios, pero volátiles. Además, crearían una inestabilidad de tal
magnitud, que los actuales dueños del poder u otros igualitos a ellos, saldrían
por una puerta y entrarían por otra. El hilo constitucional une a la sociedad
polarizada, por tanto es el garante de la legitimidad global. Hace más largo el
camino, pero seguro.
FELIZ
NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO 2015
Golfredo
Davila
golfredodavila@gmail.com
@golfredodavila
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