CLAUDIO FERMÍN |
A partir del 10 de agosto de 2015, cuando se
cumplan cinco años de haber sido electos los diputados de la actual Asamblea
Nacional, el Consejo Nacional Electoral podrá convocar los comicios para
constituir un nuevo parlamento. Será un hecho político trascendental, el único
evento inmediato que abre posibilidades de cambio para el cual no hay que
recoger firmas ni someterse a caprichosas decisiones del Consejo Nacional
Electoral. Es ineluctable. Ocurrirá de
todas todas.
Los diputados no
tienen a su cargo Oficinas, aparatos burocráticos ni ejecución de fondos
públicos. Su misión es representar a los ciudadanos de un municipio, o de
varios agrupados en un circuito, o de un Estado. Ellos son la voz de los ciudadanos. Gestionan
en su nombre. Reclaman para ellos. Legislan para ellos y ejercen control del
gasto público teniendo por norte el beneficio de sus representados.
Lo apropiado es que
los ciudadanos sean consultados sobre quiénes deben ser postulados por los
partidos políticos o por otras organizaciones como candidatos a diputados a la
Asamblea Nacional. Los partidos y otras organizaciones pueden y deben promover
elecciones de base en las que sus afiliados y simpatizantes expresen sus
preferencias. Algunos, en aras de alcanzar mayor representatividad, podrían
consultar a todos los inscritos en el Registro Electoral de su municipio,
circuito o Estado.
Este método
auxiliaría en la conformación de una verdadera representación nacional.
Distinto es el procedimiento institucionalizado por pequeños círculos de
directivos partidistas, los cogollos, quienes abusando de tener el derecho a
postular ante el Consejo Nacional Electoral, le sacan el jugo a poseer esa
“firma” y hacen de la Asamblea Nacional un mero subterfugio para pagar la nómina
de algunos de sus directivos, con el agravante de que en ocasiones no son
legítimos representantes de las regiones por las que son postulados.
Por otra parte, la
Venezuela descontenta aspira una Asamblea en la que se discutan sus problemas y
se presenten soluciones, lo que no ocurre en la actualidad. Necesitamos una
mayoría parlamentaria que ponga cese a la arbitrariedad del gobierno, a sus
desplantes ante el estado de derecho y a sus inmorales subvenciones y obsequios
a intereses extranjeros.
Urgimos de un triunfo
que nos confirme en la idea de que es posible desplazar del poder a quienes
abusan del mismo. Para ello, nuestra única herramienta es la conciencia de los
ciudadanos, su convicción de estar llevando a genuinos representantes que
hablen en nombre de sus intereses y luchen por ellos. Una población motivada
por la cercanía de sus candidatos lo daría todo en una campaña electoral
desigual.
Las consultas a los
ciudadanos no son contra los partidos políticos. Por lo contrario, los
fortalecerán. Podrán promover a centenares de sus dirigentes que en toda la
geografía nacional luchan por el cambio. Adelantarán mejoras organizativas para
ponerse a tono para esas elecciones. La unidad avanzará porque algunos de ellos
se aliarán para trabajar por líderes y ofertas que los acercan. Al final, serán
protagonistas de un triunfo político por el que el país clama ante este
desgobierno.
Sólo pocos están en
desacuerdo con consultas a los ciudadanos. Se trata de un minúsculo círculo que
pretende designar de antemano a los titulares de los Poderes Públicos. Son muy
pocos, pero se creen en el derecho de decidir quiénes estarán de candidatos en
casi cien circuítos y en las listas de los Estados. Lograrían beneficiar a adláteres, pero perderíamos la Asamblea
Nacional para el cambio político que Venezuela tanto necesita.
Claudio Fermin
claudioefm@gmail.com
@claudioefermin
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