ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA |
El
restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba ha puesto de
manifiesto un hecho altamente preocupante para los demócratas venezolanos:
Venezuela se ha convertido en objeto inerme de las negociaciones entre ambos
poderes, con la aparente ausencia de los factores opositores.
Todos los
comentaristas internacionales insisten en subrayar que el interés de la Casa
Blanca ni siquiera radica en el restablecimiento de relaciones con Cuba, que
bien pudo dejar siguiera hundiéndose en la inopia y el derrumbe inexorable al
que la debacle del poder energético de nuestro país condena a la isla, sino en
aislar a un gobierno al borde del abismo, sin que la oposición tenga velas en
el entierro “Para la diplomacia norteamericana la prioridad ya no es aislar a
Cuba, sino cercar a Venezuela. Venezuela es la nueva Cuba.” Lo escribe el
analista Carlos Pagni en un artículo aparecido en el día de hoy en El País, de
España.
“Con
el derrumbe del petróleo del 40% en un semestre, – comenta el mismo analista –
, el chavismo se asoma a un precipicio. Como a las cuentas de Venezuela
ingresarán 25.000 millones de dólares menos, para evitar un default de la deuda
Nicolás Maduro deberá imponer un brutal ajuste económico. El recorte recaerá
sobre los 14 países de Petrocaribe, que importan cada día 500.000 barriles de
crudo subsidiado. Cuba recibe 90.000, que paga con servicios médicos.”
Insólito:
ni una sola mención a las eventuales consecuencias de un cambio tan profundo en
la vida política interna de Venezuela, como tampoco en la de Cuba. Se mencionan
ambos países como si hubieran dictaduras totalitarias con la absoluta sumisión
de las eventuales disidencias. En Venezuela, a juzgar por los analistas
internacionales, la oposición no existe. Y si existe, deducimos nosotros, está
anestesiada.
Gracias
a esos invitados de piedra – atisbos trágicos de disidencia en la isla y una
oposición cuantitativamente mayoritaria, pero parapléjica, en Venezuela – “los
astros se alinearon a favor de esos ancianos”. No vivirán el espanto del
período especial sufrido por los cubanos tras el retiro del mantenimiento de la
Unión Soviética y la implementación de la Ley Helms-Burton, cuando el hambre,
las epidemias y la desesperación los retrotrajera a la edad de piedra, sino que
se les abren dos vías para seguir sobreviviendo bajo un insólito trato de
privilegio: los ingresos que se esperan de los propios Estados Unidos y Europa
por concepto de remesas, turismo e inversiones y el rastrojo venezolano, que
continuarán rasguñando mientras puedan. Previsiblemente, mientras la oposición
venezolana continúe en la profunda fase de hibernación en que dormita.
Venezuela
se ha convertido, pues, en un paquete inerme sobre la mesa de las negociaciones
de los Estados Unidos con Cuba, mera ficha de trapicheo en el tablero de ambas
políticas internacionales. El gobierno no existe, pues es una simple satrapía
obediente de los destinos que los ancianos dictadores le asignen. Sin la menor
consideración de lo que piensen – si es que piensan – los factores marginados
de dichas negociaciones. Con un insignificante premio de consuelo: la sanción
de 56 funcionarios de la satrapía. Y la lejana esperanza de que, desatado el
colapso definitivo, los convidados de piedra se reanimen, como el príncipe
dormido del cuento de los Hermanos Grimm. ¿Habrá una princesa cuyo beso lo
saque de las brumas de la catalepsia para que vuelva a darle vida al bosque
encantado? Es un misterio cuyo desenlace no aparece escrito en las estrellas.
Antonio
Sanchez Garcia
sanchezgarciacaracas@gmail.com
@Sangarccs
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