MILOS ALCALAY |
Pocos minutos después de
conocerse el resultado de su reelección, la Presidenta del Brasil Dilma
Rousseff –consciente de haber ganado las elecciones en una disputa electoral
que arrojó el margen más apretado de la era democrática, se dirigió a la Nación
teniendo ante si un gran reto. Por primera vez en la historia electoral, se
daba una diferencia tan reducida y polarizada pudiendo marcar un país dividió
en dos bloques: Un Norte, identificado con Dilma, y un Sur orientado a
respaldar a Aecio. Ante esta situación tan tensa, se podía pensar que la
confrontación política seguiría su rumbo hasta hundir al Brasil en una pugna paralizante
similar a la existente en otros países del ALBA.
El mapa de Gobernadores y el del
Parlamento apareció mas fraccionado que antes, en el que el aliado principal
del PT, el PMDB del ex Presidente José Sarney, se mostró en algunas de las
regiones identificado con el partido opositor, logrando esta vez un mayor
número de Senadores y Diputados, y con un Vicepresidente, Michel Temer, que
puede ser el fiel de la balanza
El discurso de Dilma se pareció
mucho al presentado por el candidato perdedor
Aecio Neves quien poco antes, al reconocer el triunfo electoral de su
rival, propuso un dialogo nacional. Con
esos mismo argumentos, la Presidenta
reelecta dejó atrás las acusaciones y diatribas de una confrontación muy dura
que amenazaba con dividir al país en dos bloques irreconciliables,
comprometiéndose en mejorar su segundo mandato para presentarse como líder del
cambio para todos los nacionales. En esa oportunidad ofreció luchar a fondo
contra la corrupción, asegurar la
libertad de prensa, dialogar con todos los parlamentarios, con los
Gobernadores, Alcaldes y con la sociedad civil, ofreciéndole a empresarios y a
trabajadores, consolidar un Brasil de oportunidades para enfrentar la
crisis. Otro punto central, fue la oferta
de un plebiscito para reafirmar la
democracia y la libertad y corregir los errores del pasado, tal como algunos
meses antes se había comprometido con los millares de indignados que
paralizaron el país en protesta por la situación de deterioro social y
económico.
No le será fácil poder cumplir sus promesas
porque es evidente que algunos de los militantes más identificados con los
lineamientos del Foro de Sao Paulo harán todo para continuar con la
politización del Brasil. Pero si las
propuestas de Dilma se consolidan, y logra liberarse de los representantes más
radicales, y asume el mismo compromiso a nivel hemisférico, podríamos estar en
las puertas de un nuevo rumbo para una América Latina fragmentada por una
desintegración de proporciones preocupantes marcadas por el totalitarismo, el populismo,
la corrupción, la ideologización, y en algunos casos la creciente
militarización.
Si el Itamaraty sustituye a los ideólogos autoritarios y
propicia la prometida Unidad en la Diversidad
proyectándola a nivel internacional, para conducir un Estado que reasuma
su papel conductor en la integración, la cooperación sur-sur y el desarrollo
sostenible, en un marco en el que se
fortalezca la promoción y defensa de la Democracia y los Derechos Humanos,
convertiría al Gigante del Sur en lo que representó en las últimas décadas del
Siglo pasado: un epicentro de la pluralidad con tolerancia y dialogo. Ojala
tengamos en nuestra región los efectos beneficiosos de ese nuevo modelo de
cooperación.
Milos
Alcalay
milosalcalay@yahoo.com
@milosalcalay
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