Aécio
Neves, economista, como la presidente, pero una generación más joven y mucho
más carismático, puede derrotar a Dilma Rousseff en el ballotage del 26 de
octubre. Al menos dos encuestadoras (Instituto Veritá y el Instituto Paraná de
Pesquisas) le dan prácticamente 10 puntos de ventaja al candidato del Partido
Social Demócrata Brasilero.
Serán
menos. Esa diferencia puede reducirse sustancialmente, e incluso desaparecer,
en la medida en que se intensifiquen los ataques del Partido de los
Trabajadores, con Lula da Silva a la cabeza del pelotón de fusileros. Neves hoy
goza la ventaja de cuatro días de gloria publicitaria positiva tras los
sorprendentes resultados de la primera vuelta, así que tendrá que defenderse y
atacar para poder prevalecer el día de las elecciones.
¿Por
qué la popularidad de Rousseff ha caído en picado? Por una combinación de tres
factores:
· La economía. El país entra en recesión.
El aparato productivo no crece y las exportaciones disminuyen debido al
enfriamiento de la economía China. Todo era una un espejismo. Brasil no estaba
haciendo bien su trabajo. Eran los chinos. Bastaba que China redujera uno o dos
puntos su crecimiento para que se estancara el de Brasil. Con apenas $12,100
dólares de PIB per cápita anual, el país creaba menos riqueza por habitante que
otras seis naciones latinoamericanas, incluidos los vecinos Argentina, Uruguay
y Chile. Es verdad que, por su volumen, es la 8va economía del mundo, pero, por
su per cápita es la 105, y por su crecimiento la 137. La productividad
brasilera es el 50% de la mexicana y el 18% de la norteamericana. Una birria, debido
al proteccionismo y a la enorme burocracia. El país ocupa el lugar número 100
en el Índice de Libertad Económica, entre Gabón y Benín, dos atrasados países
africanos. No en balde los pobres resultados.
· La corrupción. La percepción general es
que los gobiernos del Partido de los Trabajadores han sido los más corruptos de
la historia reciente de Brasil. Cuando comenzó Lula, según Transparencia
Internacional, estaba en el lugar 69 del planeta. En la medición más reciente
de deslizó al 72. El último escándalo involucra a la (ex) prestigiosa
Petrobrás. La empresa es otra alcantarilla. Según las revelaciones de Pablo
Roberto Costa, Petrobrás le entregaba al PT el 3% de todos los contratos. Esa
es una inmensa cantidad de dinero. El conflicto es mayor que el mensalao que
sacudió al gobierno de Lula, y culminó con la condena de una veintena de
funcionarios del gobierno, incluida su mano derecha, José Dirceu, Ministro de
la Presidencia, hombre formado por los servicios de inteligencia de Cuba.
· El
tercermundismo. Los brasileros, no obstante la disparidad entre el sur
desarrollado y el nordeste pobre, la Belindia –combinación de Bélgica y la
India—que describió el economista Edmar Lisboa, siempre han jugado la carta
occidental. Fue el único país de América Latina que participó en la Primera
Guerra frente alemanes y austriacos, aunque de manera modesta. En la Segunda,
sin embargo, envió 30,000 hombres a pelear junto a Estados Unidos por la
conquista de Italia. A muchos brasileros no les gusta la estrecha relación del
PT con Irán, Rusia, Cuba o el chavismo, así como el patrocinio del Foro de Sao
Paulo, una especie de Internacional radical antioccidental, antimercado y
antiamericana. No entienden muy bien por qué enquistarse en el Mercosur o en
BRICS, cuando al país le iría mucho mejor trenzando alianzas abiertas con el
Primer Mundo.
Pero
hay más en el terreno internacional: si Neves ganara las elecciones, su
victoria sería una pésima señal para los países del llamado Socialismo del
Siglo XXI y una clara advertencia de que se agota esa estridente tendencia
ideológica neopopulista que ya arruinó a Venezuela.
Probablemente,
por ejemplo, influiría en los comicios de Uruguay, impulsando la candidatura de
Luis Lacalle Pou, joven y enérgico político de centroderecha, frente a Tabaré
Vázquez, un expresidente de 74 años que encabeza la fórmula del Frente Amplio,
donde militan comunistas y tupamaros, desgastado personaje mucho menos
atractivo para la nueva generación de votantes uruguayos decididos a buscar un
cambio.
La
ola también llegaría a la Argentina en las elecciones del año próximo y
contribuiría a barrer al kirchnerismo, así como a Bolivia, donde Evo Morales
perderá un aliado al que no le importaba que la cocaína de su país llegara por
toneladas a Brasil.
Será
un verdadero terremoto. Pero antes Aécio Neves tiene que ganar.
Carlos
Alberto Montaner
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
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