Luce contradictorio advertir el curso de las
decisiones a partir de las cuales se ha deparado el manejo de la educación de
cara a lo expuesto por la Constitución de la República.
UNA EDUCACIÓN EXTENUADA
El descontento está colándose por cada uno de
los poros de la piel social del país político. Las decisiones gubernamentales,
han atizado el fuego que hierve la violencia en todas sus manifestaciones. Las
medidas tomadas, asumidas con resentimiento y marcada represión, trancaron el
juego necesario de la política.
De la política entendida como el arte de
dispensar el mayor bienestar posible que determine las circunstancias bajo las
cuales la vida adquiere sentido y dirección. Sin embargo, el Ejecutivo Nacional
venezolano siguió errando en su visión de política. Optó por constreñir las
posibilidades propias de la praxis democrática utilizadas para compensar los
flujos de críticas y demandas cuando estos exceden los límites del control
social asumidos para mediar entre las distintas posturas que rechazan el estilo
coercitivo aplicado por el gobierno central en momentos de efervescencia.
La educación, al igual que otros objetivos de
desarrollo económico y social como el crecimiento, la distribución del ingreso,
el ordenamiento urbano o la conservación del ambiente, se han visto desplazados
por coyunturas asediadas por intereses focales. Ya decía Bolívar que “un ser
sin estudios es un ser incompleto”. Tanta importancia le concedió al proceso
educativo y fue tal su influencia sobre los valores morales, que también
expresó que “la educación y la instrucción pública son el principio más seguro
de la felicidad general y la más sólida base de las libertades de los pueblos”.
Sin embargo, las realidades políticas
impulsadas por el gobierno nacional dan cuenta de la grotesca mentira que ha
significado el hecho de invocar el ejemplo histórico de Simón Bolívar a manera
de referencia constitucional. Es así como a pesar de haberse declarado al país
como República Bolivariana, o de aludir a la gestión pública como el resultado
de lo que puede alcanzarse de una “revolución bolivariana”, poco ha servido
haber apostado al ideal bolivariano. O más aún,
nada se ha comprendido la enseñanza de Bolívar en cuanto a la
importancia que le otorgó al concepto de “Educación”, Concepto éste que inspiró
su verbo y determinó sus actuaciones ciudadanas.
Por otra parte, luce contradictorio advertir
el curso de las decisiones a partir de las cuales se ha deparado el manejo de
la educación de cara a lo expuesto por la Constitución de la República.
Particularmente, cuando explica que para establecer una sociedad democrática,
las determinaciones gubernamentales deben pasa por “la construcción de una
sociedad justa y amante de la paz” lo cual indefectiblemente compromete a la
educación.
No obstante, la educación viene siendo objeto
de un franco debilitamiento que si bien no se observa a instancia de la
promoción que adelanta el gobierno con el auxilio de medios de comunicación
manipulados, censurados o conminados, puede aprehenderse de la dinámica que
viven las instituciones educacionales. No sólo la universidad autónoma se ve
apaleada por un presupuesto menguado que además la tiene confinada entre los
resquicios de una democracia abreviada por un militarismo atorrante. La escuela
está igual o peor. Los anuncios providenciales de nuevas creaciones escolares,
programas educacionales, promesas que enmarañan índices cuantitativos y
cualitativos, anuncios sobre nuevos ingresos docentes y de incrementadas matrículas,
empeoran las acusaciones de las cuales busca descargarse el propio Ejecutivo
Nacional a consecuencia del mal aspecto que presenta el sistema educativo
escolar. O como dice el refranero, “el tiro le salió por la culata” a propósito
de pretender al arreglo de procesos administrativos con la impertinente excusa
de una alevosa “unión cívico–militar”.
Si a esta situación se agrega la racha de una
crisis financiera, exaltada por los efectos de una aguda recesión económica, no
hay duda de que los resultados serán aún más adversos a despecho de quienes
viven el sueño de una Venezuela no sólo libre de analfabetismo. También, un
país con conciencia de desarrollo, afán de crecimiento y ávido de
conocimientos. Más no, apocado en el tránsito de un socialismo que no va más
allá del propósito solapado de animar una educación deslucida. O de azuzar una
educación extenuada.
VENTANA DE PAPEL
PROSELITISMO BAJO ENGAÑO
Realmente, la idea de “de refundar la
República para establecer una sociedad democrática, participativa y
protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y
descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la
paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y
el imperio de la ley (…)asegure el derecho a la vida, al trabajo, a la cultura,
a la educación, a la justicia social y a la igualdad sin discriminación ni
subordinación alguna (…)”, tal como se desprende del preámbulo de la actual
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, fue una demagógica
manera de seducir al pueblo para animar la posible mayor convicción de que la
gestión política del régimen que habría de venir luego de haberla sancionado en
Diciembre de 1999 se ajustaría plenamente a sus preceptos.
Pero no fue así. Cada día la letra constitucional ha sido
burlada a conveniencia, contrariamente, de quienes le brindaron el máximo
apoyo. O sea, representantes de la facción gubernamental. Ni siquiera, por lo
que significa el ideario de Bolívar bastante aludido, y además bastante
comprometido por el prolegómeno constitucional.
Decretar que la República Bolivariana de
Venezuela “(…) fundamenta su patrimonio moral y sus valores de libertad,
igualdad, justicia y paz internacional en la doctrina de Simón Bolívar, el
Libertador”, luce demasiado para lo que puede inferirse de cara a las actuales
realidades. Así por ejemplo, Bolívar escribió que “los empleos públicos
pertenecen al Estado; no son patrimonio de particulares. Ninguno que no tenga
probidad, aptitudes y merecimientos es digno de ellos”. Sin embargo, ello ni se
hace ni se cumple. Tampoco aquello de que “nada es tan peligroso como dejar
permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra
a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y
la tiranía”. O acaso no lo han entendido por razones obvias.
¿O es acaso que comprender que “la confianza
ha de darnos la paz. No basta la buena fe, es preciso mostrarla, porque los
hombres siempre ven y pocas veces piensan”, constituye un utópico ejercicio de
gobernabilidad? En todo caso, ante tan contradictorias realidades es casi
inmediato pensar que todo lo que pregona el régimen, con bombos y platillos, es
un vulgar proselitismo bajo engaño.
TREMENDA “PALIZA”
El rechazo a la situación política, social y
económica venezolana, ha adquirido gruesos y graves matices. No sólo las
protestas se infunden desde sectores de la oposición. También, sucede desde
importantes sectores del propio oficialismo. Las críticas que con suma razón y
justificación exclaman miembros de Marea Roja, facción contestataria del PUSV,
son propias de alentar serias reflexiones. Las realidades políticas hablan por
si solas.
Luego de casi diez años de obstrucción de sus
correspondientes procesos eleccionarios, el Consejo Nacional Electoral autorizó
nuevas elecciones en el gremio de ingenieros. Un cuerpo colegiado cuya vida es
ejemplo y referencia para el mundo corporativo internacional toda vez que
supera los ciento cincuenta años de vida colectiva.
Es decir, el Colegio de Ingenieros de
Venezuela vio renacer su autonomía con el ejercicio autonómico que vivió este
viernes al convocar a sus casi trescientos mil agremiados a elegir sus nuevas
autoridades. Y el marco de acción no podía ser distinto del que caracteriza al
país político. O sea, la polarización de la política lo cual animó la presencia
de dos planchas, fundamentalmente. La que representaba a la oposición
democrática y la del oficialismo gubernamental. Y los resultados, procesados de
manera manual sin que ello afectara en lo más mínimo la eficiencia y
transparencia del escrutinio, no podían ser otros que aquellos que dieron como
ganador, y con honrosa ventaja, a la plancha opositora representada con el
número 7.
De manera que ante este hecho sin precedentes
en la vida institucional del gremio nacional de ingenieros, habló la repulsa
por lo que vive el país al momento de estar sumergido en un universo de
laberintos, ineficacia, injusticia y populismo repetido una y otra vez como un
ciclo infinito. Precisamente, las elecciones de los ingenieros dejaron ver la
descomposición que incita el régimen con sus desbarros lo que por sus efectos
políticos, fue un tremenda “paliza”.
“Cuando un gobierno no entiende a la
educación como objetivo puntal de desarrollo, está apostando a la involución de
la nación bajo su responsabilidad”
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
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