Desde
los inicios de la humanidad siempre han existido “lideres” capaces de modelar
la conducta de una sociedad para bien o para mal, para provecho propio o
colectivo. El que los hombres se aferren
con tanta tenacidad a los dogmas que han inventado o aceptado y el que odien
tan apasionadamente a lo que hayan inventado o aceptado otros dogmas, es algo
que resulta demasiado fácil explicarse y es que el odio distribuye un dividendo
elevado en contenido de excitación
emocional. Por esta razón los grandes
“lideres” modeladores de conducta han sido negativos, marcando la conducta por
el odio (Stalin, Hitler, Mussolini, Mao Tse Tung , Fidel, Chavez).
Todos
esos “lideres” se envolvieron en el manto de la revolución, pues cuando una
sociedad desea cambios la palabra mágica y emotivamente conectora es
“revolución”, esto me lleva a recordar esta reflexión de Barthélemy de Ligt
"Cuanto mayor sea la violencia, tanto menor resultará la
revolución.", suficiente como para explicar el alcance de las llamadas ”revoluciones”
que han inundado nuestro continente y más localmente nuestros países
bolivarianos.
No
estoy aquí juzgando los lideres, solo pongo en el tapete el resultado de una
“revolución” cuyos hechos son suficientes para entender como Ciudadanos si la
“revolución bolivariana” puede contarse
entre esas que sustentadas en el odio y la violencia han dado el cambio social
que la sociedad esperaba o simplemente aún se sustenta en la excitación
emocional del odio. Para que pueda considerarse que una revolución ha tenido
éxito, ella debe significar la
realización de algo nuevo. Pero la violencia y los resultados de la
violencia , la contraviolencia, la
suspicacia y el resentimiento por parte de las víctimas, y la creación por
parte de los que la perpetran de una tendencia al uso de violencias mayores,
son cosas demasiado conocidas y demasiado desesperantemente
antirrevolucionarias. Una revolución violenta sólo puede obtener los
inevitables resultados de la violencia, que son tan viejos como el mundo; permítanme más bien plantear el asunto en
otra forma, no puede considerarse que una revolución haya tenido éxito, si no
nos conduce hacia el progreso.
Históricamente después de una “revolución” conductual, solo la sociedad ha podido revertir los dogmas y contradogmas implantados como modelos de conducta de la revolución, y estos cambios indudablemente no provienen de “lideres” mesiánicos sino del Ciudadano Dómine, quien despierta su sabiduría vivencial subyugada por la “revolución conductual” y comienza el camino de retorno al orden social humano, basado en la inteligencia caritativa, cuando a esta inteligencia la vemos desapasionadamente desligada de una “utopía”. Así pues el Ciudadano Dómine es fundamental en el desarrollo de todos los Derechos Ciudadanos.
Maximiliano
Donat
maximilianodonat@gmail.com
@maxidonat
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