La
Venezuela de hoy se parece en muchos aspectos a aquella de finales del siglo
XIX y comienzos del XX. Cuando bostezaba el siglo XIX y abría los ojos el
primer día de 1900, el país era ingobernable.
Arrastrado por una secuencia de
conflictos intestinos después de la guerra de independencia no había manera ni
forma de poner concierto en el desconcierto y orden en ese gran desorden que
era Venezuela. Atestiguaba el país un proceso de literal disolución. Vino la
guerra federal con su carga fratricida y después de ella en 1863, se abre el
espacio del caudillismo y con este los gobiernos cambiaban de manos al ritmo
del azar. El primero de octubre de 1899 los andinos, encabezados por Cipriano Castro
y Juan Vicente Gómez, comienzan desde Cúcuta su marcha triunfal hacia Caracas
para tomar el poder y hacer valer la supremacía económica de Los Andes
venezolanos, única región próspera entonces debido a las exportaciones de café
y donde las guerras no habían hecho estragos.
En
una sociedad donde sus principales fracciones no se entendían, los andinos
llegaron para ordenar al país y a constituir lo que hoy es Venezuela, antes
parcelada, informe e inorgánica por la fuerza de los caudillos, entronizados en
sus localidades. Gómez, con mano de hierro, moldea al Estado nacional. Crea un
Ejército profesional, una burocracia para dirigir los asuntos públicos y
conforma la hacienda pública nacional. Su poder se consolida con la llegada de
las compañías petroleras. El nuevo Estado le dio la bienvenida a las empresas
del petróleo y éste permitió agrandar y fortalecer al Estado. Gómez, tenido por
analfabeto, que no lo era, se rodeó de la intelectualidad de la época para la
faena de hacer un país y lo hizo. El país demandaba orden y paz y Gómez se las
dio al elevado costo de instaurar el despotismo.
Muerto
Chávez en marzo de 2013, ha entrado Venezuela en terreno movedizo. Maduro ha
depreciado a tasa acelerada el capital político que le legó Hugo Chávez y su
deslizamiento hacia la impopularidad es directamente proporcional a la inacción
que exhibe. Maduro no preside un gobierno sino más bien una especie de junta de
condominio donde acordarse para adoptar decisiones se trasforma en una tarea
titánica que inmoviliza. Distintas falanges que hacen vida en el seno del
partido de gobierno le impiden, ante su dubitación, trazar un rumbo claro y
definido.
Ahora
el país está sumergido en una crisis económica profunda, expresada en elevada
inflación, escasez de bienes esenciales y una economía en contracción. Ello a
pesar de los altos precios del petróleo hoy insuficientes para financiar la
máquina de destruir riqueza instalada en Miraflores. El bolívar es despreciado
por gentes que se refugian en otros signos monetarios para no arruinarse. Con
ello convive una sociedad acorralada por un hampa permitida que asesina,
secuestra y extorsiona con absoluta impunidad frente a cuerpos policiales
desmoralizados unos y corrompidos otros.
No hay certeza de que un ciudadano que salga
de su casa a trabajar regrese sano y salvo a su hogar o que un hombre
industrioso pueda desempeñarse en su ramo y prosperar sin ser blanco de las
bandas de secuestradores y extorsionadores. El peculado se ha instalo en todas
las dependencias de la Administración Pública. Los jóvenes no encuentran
asiento ni arraigo en un país que mutiló sus oportunidades de vida y ven en el
exterior las ocasiones que su país no le brinda. A ello se suma una camada de
profesionales de altos quilates a los que Venezuela le quedó pequeña y optaron
por emigrar en masa. Venezuela es además un país aislándose del mundo con el
peligro cierto de encerrase en sí misma.
Tiene la nación un gobierno dirigido por una persona muy inferior al reto que tiene por delante, con un equipo gubernamental totalmente inhábil para configurar el perfil de un país moderno y que rota en los cargos como la tierra sobre su propio eje. Gómez no estudió porque no pudo y Maduro porque no quiso, pero Gómez con sus conocimientos básicos tenía muy claro lo que el país exigía en 1903, Maduro ni entiende y ni percibe lo que la Venezuela de 2014 reclama y requiere.
Desafortunadamente
quienes militamos en las filas de la unidad democrática todavía no hemos podido
o sabido encarnar una verdadera opción de poder para ser divisada por una parte
importante del país como una alternativa válida y viable. Nuestra tarea más
importante y fundamental es labrar esa opción porque en la política como en la
física no hay espacio vacío y el espacio que deja un gas rápidamente lo ocupa
otro gas. Estamos a tiempo de evitar que Venezuela se transforme en un matorral
y siga saltando hacia atrás porque si no lo hacemos nosotros alguien lo hará.
El país no estaría dispuesto a tolerar por más tiempo este equilibrio precario
que es hoy Venezuela. Los que están no pueden, hagámoslo nosotros.
José
A Guerra
joaguerrab@gmail.com
@JoseAGuerra
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Con el debido respeto a la autorizada opinión del Economista Guerra, no es que Maduro no sepa o no quiere. Solo sirve de arrastre a la desvencijada carreta del socialismo-marxista comunista, insertado en precaria hora en el Ser nacional. Por allí van los tiros. rsm
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