No hay Compromiso: Los militantes de ISIS son
ambiciosos y despiadados
Si hay algo que hemos
debido aprender del siglo 20, es que las guerras son perversas, asuntos
asesinos que profanan el espíritu del género humano. Que a pesar de esa verdad
universal, hay algunas guerras que hay que pelear, tan perversas como puedan
ser, porque la alternativa es algo incluso de lo que no se puede hablar. Y que
algunas otras guerras nunca han debido pelearse. Aún no hemos aprendido esa
lección.
El siglo pasado vio
muchas guerra, pero dos grandes guerras mundiales en particular colgaron sobre
la era como una vasta sombra de muerte. La primera guerra mundial fue una
estúpida, una orgía sin sentido de matanza, desatada para pulir los egos de
algunos bufones reales que se pavoneaban, que procedieron a decimar a una
entera generación. Al final, cualquier bien que pudiera haber forjado con el
derrumbe de imperios fue minimizado por el infierno que hizo estallar. Al
final, también, a no ser por la devastación de esa primera guerra y la
vengativa, humillante paz que los victoriosos le impusieron a Alemania, no
habría habido una segunda guerra mundial. Y todavía, una vez que el veneno del
nazismo comenzó a rezumarse a lo largo de Europa. Una segunda guerra mundial se
hizo inevitable. Esa fue una guerra que había que pelear hasta su terrible
final. De otro modo la maldad se habría asentado sobre el mundo como una larga,
oscura noche.
Ganar la Segunda
Guerra Mundial fue una empresa que unió a mucha de la raza humana. Las
diferencias entre este y oeste, incluso el conflicto entre la dictadura
estalinista y las democracias atlánticas palidecieron ante la urgente tarea de
derrotar a Hitler. Nada antes ni desde entonces ha ordenado tal compromiso
transcendente.
Las guerras de este
nuevo siglo aún no han replicado los monstruosos consumidores del mundo
cataclismos que devastaron al último siglo. En lo principal, su escala de
destrucción nunca ha estado más limitada. El número de sus víctimas las más de
las veces ha sido contado en los miles, no en las decenas de millones. Cada conflicto
ha contenido en si mismo tragedias de pérdidas infinitas, pero el mundo aún no
ha tenido erupción en llamas tal como la
tuvo dos veces en el último siglo.
De por lo menos una
manera, a pesar de ello, los patrones del siglo 21 han comenzado a repetir los
del siglo 20. Tal como en el último siglo, éste abrió con una estúpida, sin
sentido guerra disparada por una banda de chapuceros a nombre de remover
amenazas que no existían, derrocando a un déspota de poca monta y prometiendo
democracia pero sólo desatando el torbellino. Y tal como en la marcha de locura
del último siglo, esa ha engendrado un mal asesino capaz de marchar a través
las fronteras, llevando a cabo masivas atrocidades con miras de dominar al
mundo. Y ahora, tal como entonces, debemos luchar.
La mayoría de los
norteamericanos han llegado a aceptar que nuestra invasión a Irak en el 2003
fue un error, pero hay poco reconocimiento del estrago que causamos. En los
años que siguieron a nuestra invasión, masas de gentes a lo largo del Medio Oriente
tomaron las calles en una mal llamada Primavera Árabe para exigir lo que Irak
había ganado, y para su gran desgracia y la nuestra, lo han obtenido: una breve
promesa de libertad seguida por una guerra civil sectaria, por extremismo
asesino, caos o todos los tres. En el propio Irak, islamitas radicales se
precipitaron sobre el vacío que habíamos creado y construyeron una fuerza
terrorista donde nunca había existido. Ha adoptado varios nombres tal como ha
crecido y ha tenido metástasis, llamándose Al Qaeda en Irak, luego Estado
Islámico de Irak. Finalmente cruzó a Siria y lanzó un ola de terror que hace
mendigar a la imaginación.
Es una marca de cuan
mal nosotros subestimamos al Estado Islámico que lo comparamos a otros
movimientos terroristas ya sean Hamas o la Hermandad Musulmana o incluso Al
Qaeda. He citado en las últimas columnas el análisis de amenaza desarrollado
por la inteligencia militar de Israel, tal como se fue presentado en junio por
el jefe de investigación en el directorio de planificación estratégica de la
FDI, General de Brigada Itai Brun, pero vale la pena repetirlo. El consenso de
los servicios de inteligencia de Israel es que Israel se enfrenta a cuatro
fuerzas diferentes en el Medio Oriente: el bloque moderado de Egipto, Jordán y
Arabia Saudita y de la Autoridad Palestina, el bloque chiita de Irán, Hezbollah
y Siria, la Hermandad Musulmana y sus retoños, incluyendo a Hamas, y las fuerza
del jihad global. De los cuatro, el jihad global es el único que no es
considerado susceptible a negociación o disuasión —ello está más allá del
alcance de la coexistencia racional.
¿Por qué es ISIS
diferente de, digamos, Hamas? Un simple mirada a los acontecimientos de los
últimos meses podría aclararlo. Hamas, tal como su pariente, la Hermandad
Musulmana, busca ganar poderío de estado para gobernar al estado según sus
nociones de ética islámica. ISIS busca eliminar a estados existentes y crear un
estado que se extienda a lo largo de la vasta extensión del temprano califato
musulmán. Hamas, como un movimiento religioso palestino no reclama más allá de
las fronteras del territorio de la Palestina histórica, la misma mayor Tierra
de Israel que le movimiento religioso de Israel reclama como suya. ISIS no
reconoce fronteras, naciones y límites para sus apetitos.
Las tácticas de Hamas
incluyen la urna de votación y las armas clásicas de los e los guerrilleros
terroristas desde Argelia hasta Vietnam, incluyendo secuestro y explosiones de
bombas. ISIS avanza sobre el territorio, despejando ejércitos a su paso y casualmente
masacrando a sus prisioneros; capturando pueblos y enterrando vivos a sus
habitantes; haciendo que las minorías religiosas escojan la conversión, huida o
exterminio masivos; despedazando a niños por la mitad, vendiendo a mujeres y
niñas en esclavitud sexual, crucificando a quienes disienten y decapitando a
transeúnte al azar. Hasta ahora el mundo no ha visto alfo como ISIS en décadas.
Incluso Al Qaeda se estremece ante el salvajismo del así llamado Estado
Islámico.
Hay moderados
occidentales que consistentemente rechazan fáciles comparaciones de ideologías
contemporáneas, sin embargo odiosas, con la Alemania nazi. Sin embargo, tan
desagradables como puedan ser quienes hacen el mal en el mundo, ellos no
tienden a conquistar el mundo ni a exterminar enteras populaciones del mundo. E
incluso cundo se valen de tal retórica nunca despliegan en ninguna parte algo
cercano a la capacidad de capturar vastos territorios, derrotar a ejércitos
presentes y gobernar.
Hasta ahora no. Ahora
el mundo se enfrenta a un nuevo movimiento ideológico que tiene la voluntad y
la capacidad de conquistar, combinada con la depravación que no reconoce
moralidad alguna más allá de su apetito de exterminación.
Detener a ISIS no es
otra aventura militar, un nuevo aparecer de Irak o Vietnam. Es una misión para
eliminares virus que crece aceleradamente que ya ha mostrado los horrores que
puede causar si se le permite seguir creciendo y mutándose. Es una causa que
debería unir a Norteamérica y las demás democracias occidentales con aquellas
potencias en la región que se enfrentan a los riesgos más inmediatos, ya sean
tradicionales aliados sunitas como Jordán y Arabia Saudita o Estálines de
tiempos modernos como Bashar al-Assad y los mullahs iraníes. No debemos ser
aprensivos. No podemos dejar que los fantasmas de desaventuras pasadas nos
enceguezcan frente a la urgencia del presente. No debemos esperar que otros
peleen por nosotros bajo la ilusión de que se trata de su lucha y no de la
nuestra. Ha llegado un momento de botas sobre la tierra.
Enviado a nuestros correo por
Carlos Armando Figueredo
JJ. Goldberg
goldber@forward.com
http://forward.com/articles/206078/like-the-nazis-isis-must-be-confronted/#ixzz3E5Rrm8eG
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