En tiempos de la República Democrática o IV
República como la calificó y continúa haciéndolo la malandra ignorancia de
quienes detentan el poder para sentirse fundadores de algo, los cambios
ministeriales no generaban falsas expectativas. Tenían como finalidad la
optimización de la eficiencia o el refrescamiento del equipo gubernamental.
Por
supuesto se trataba de gobiernos presididos por estadistas, profundos
conocedores de la problemática socio-económica de la nación, equipados con
programas de desarrollo viables y con sólida formación política-ideológica como
para adelantar la gestión administrativa de la democracia con acento social. De
manera que si en la ejecución de políticas públicas, nítidamente delineadas,
algún imponderable hizo menester cambiar o enderezar el rumbo lo asumieron con
absoluta responsabilidad, sin miedo a que los cambios pudieran debilitar o
excluir parcelas intocables de poder. El equilibrio gobierno-partidos lo
garantizaba el compromiso y la trayectoria democrática de los actores, siendo
el Presidente el fiel de la balanza.
Pero un día topamos con un malandro
predicando un mensaje que convidaba al exterminio de los partidos y de la alta
burguesía, a freír en aceite las cabezas de los adecos y asaltar bienes de los
capitalistas porque todo cuanto poseían había sido amasado con el sudor de los
desposeídos. El mensaje caló soliviantando el ánimo de los marginados, de la
clase media oportunista y, mire usted, abrió la caja fuerte de los godos que,
con insólita generosidad, dieron fuelle al desmelenado profeta, con la mira en
el dominio total del poder perdido 40 años atrás. Pero “la criada les salió
respondona” y, una vez más, envainaron al país.
Y aquí estamos sufriendo la herencia y al
heredero. El fanatismo delirante del desmelenado monje, entretejido con
autoritarismo militar, más el indiscutible respaldo colectivo fue el soporte
para tratar de liquidar el sistema de economía mixta e imponer, a machaca
martillo, el modelo comunista de
estruendoso fracaso mundial. Por ese camino arruinaron el país comenzando con
el arrase de los fundos de producción agropecuaria, pasando por el parque
industrial y la cadena de comercialización hasta inferir profunda herida a
PEDVESA, la “gallina de los huevos de oro”.
La quiebra del aparato productivo se tradujo
en la importación del 85% de cuanto consumimos, pagados con un caudaloso río de
dólares producto de la venta de hidrocarburos en el mercado internacional, a lo
cual se agregan las dádivas y ventas con descuentos escandalosos e incobrables,
el desangramiento por Petrocaribe, la caja negra que esconde los convenios con
el imperio Chino, la emisión a troche y moche de bonos PDVESA, Soberanos y de
cuanta denominación se les ocurre, es una carga insostenible aún si el precio
del barril alcanzara cotas muy superiores a los 150 dólares y eso sin
contabilizar la inconmensurable burocracia, acorde con el multitudinario Alto
Gobierno ni la entrada a saco que a los fondos públicos hacen los
boliburgueses.
Ante situación tan comprometida, sonó como a
lógico que el ilegítimo e ignaro que nos desgobierna, una vez amarrados los
pantalones con todo en su sitio, anunciara correctivos en el rumbo con medidas
destinadas al ajuste de los desequilibrios macroeconómicos que tienen al país
al borde del barranco. Pero en lugar de atar el animal al botalón, nos hizo
perder el tiempo con un discurso huero y manido matizado con meros enunciados,
de los cuales vale la pena la vuelta, no muy clara, a la Unidad del Tesoro de
los distintos fondos a ser controlados o más bien contabilizados por el Banco
Central.
Es lamentable que la ignorancia hecha
gobierno domeñara el poder persuasivo de la Primera Combatiente, y el futuro
del ilegítimo presidente se tornara incierto. El pobrecito de Maduro pudo haber
logrado, con la gente de la calle, cambiar todo el tren gubernamental y
convocar a un Gobierno de Unidad Nacional, para poder torcer el cuello a la
política económica que ya es del ancien régimen. Pero cambió un sacudón por el
suave balanceo de una mecedora y allí esperar los letales efectos de la
vorágine.
German Gil Rico
gergilrico@yahoo.com
@gergilrico
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