El
Creador, que nos hizo a imagen y semejanza suya, después de haber creado al
hombre y a la mujer, les legó el Paraíso como medio para vivir en tranquila y
feliz paz junto a sus descendencias. No obstante, esa felicidad la frustraron
esas, sus primera creaturas, al desobedecer y violar la única prohibición que
Dios les impuso.
Después
de ello, Caín, el primero de sus hijos asesinó al otro, su hermano Abel, por
celos, pues El Señor había preferido la ofrenda de las crías del rebaño que
este le presentó y no los frutos del campo Caín le había obsequiado. Cuando
Dios le dijo a Caín ¿dónde está tu hermano? y éste le respondió ¿soy acaso el guardián
de mi hermano? El Señor le respondió: “La voz de la sangre de tu hermano clama
a mi desde la Tierra” y le dijo que andaría errante, vagando por todo el mundo.
No
hay referencia cierta sobre el momento o fecha cuando El Creador hizo este
mundo que aún los seres humanos ocupamos, como tampoco sabemos las criaturas
humanas hasta cuándo será la permanencia de la humanidad sobre la Tierra. Ello,
sin embargo, no ha modificado a lo largo, tal vez, de miles de millones de
siglos que el ser humano ha estado ocupando este globo satélite del sol, que la
desobediencia iniciada por los primeros padres y el crimen de su primer hijo,
no hayan permanecido como bandera de identificación de una muy alta proporción
de quienes estamos llamados a ser hermanos por obras de nuestro Creador y de
nuestro Redentor.
Ravensbrück |
Hace
algún tiempo escribí sobre Ravensbrück,
el campo para concentrar mujeres en Alemania en la Segunda Guerra Mundial,
instalado a fines de 1938, cuando aún muchos en el mundo pensaban que la Guerra
no sería posible. Ese campo fue puesto en servicio en mayo de 1939 y no era
sólo para mujeres adultas, jóvenes o niñas,
pues existía allí un campamento más pequeño para hombres, por lo que durante la guerra se alojaron en
Ravensbrük a más de 132 mil mujeres y
unos 20 mil hombres.
En
junio de 1942 se añadió un "Campo preventivo de menores de Uckermark"
para mujeres jóvenes y niñas. Hasta 1945 hubo varias ampliaciones más, de
modo que él campo estaba repleto,
ocupado por muchas más personas de las que realmente cabían, dando lugar a un
hacinamiento mortal y absoluto. Decenas de miles fueron asesinados, muertos
por hambre, enfermedades y hasta
utilizados para experimentos médicos, entre ellos la esterilización. En 1944,
se instalaron cámaras de gas, calculándose que, al menos, murieron
asfixiados con gas o de otra forma, más de 92 mil personas. El 30 de abril de 1945, las fuerzas
rusas liberaron a los prisioneros sobrevivientes.
Esta
introducción que repito hoy para quienes no vivieron aquél tiempo ni conocieron
tales experiencias y para quienes sí las conocieron pero a la distancia o,
infortunadamente de cerca, a fin de que reflexionemos de manera personal y
luego con otras personas, para tratar de entender la realidad de un mundo que,
después de todos los avances, todas las ciencias, toda la infinidad de máquinas de trabajos y
de juegos realizados por medio de las técnicas, podamos preguntar, no al Señor
Redentor sino, como Él preguntó a Pedro, pero nosotros a nosotros mismos y al
Mundo: ¿Quo vadis domine?
El
francés Gabriel Marcel definió el término “técnicas de envilecimiento”
así: “entiendo por técnicas de
envilecimiento al conjunto de procedimientos deliberadamente puestos en
ejecución para atacar y destruir, en individuos pertenecientes a una categoría determinada,
el respeto que puedan tener de ellos mismos para transformarlos, poco a poco,
en un despojo que se tiene a sí mismo como tal.”(1)
La
primera página del libro trae la siguiente reflexión: “Si el amor entre los
hombres no fuera una vana retórica, si el cristianismo se practicase hoy
sinceramente, puede asegurarse que la faz del mundo cambiaría de la noche a la
mañana, y la mayor parte de los males que afligen y degradan a la humanidad
desaparecerían. La responsabilidad del cristiano es enorme en este momento
crucial del mundo. Del cristiano depende, en gran parte, que nuestro mundo se
incline hacia el materialismo o que sea verdaderamente cristiano. El cristiano
debe pesar a tiempo su responsabilidad.”
Los
humanos, casi desde nuestra Creación por las manos de Dios, hemos comenzado
nuestras relaciones con los hermanos con recurso al crimen mortal ¿Por qué será
así? Marcel expresó que la crisis de su tiempo cercano al fin de la II Guerra
Mundial era una crisis metafísica. Péguy acotó que “la historia consiste,
esencialmente, en pasar de largo ante los acontecimientos.” ¿Será, se pregunta Marcel, que es al filósofo
digno de su misión a quien corresponde combatir fuerzas que neutralizan el
pasado y suscitan el aislamiento personal del hombre contemporáneo?
Ante la trágica realidad que se vive en el medio oriente, de manera particular en Irak, Palestina, Israel, Rusia, Ucrania y otros territorios, se requiere que la humanidad toda, nos pongamos no sólo a reflexionar y al indispensable orar al Creador, sino también para actuar en lo que cada Nación pueda y le corresponda, para abrir puertas de reconciliación y de reflexión a todos los niveles humanos que están involucrados en esta terrible y espantosa situación.
Pedro
Paúl Bello
ppaulbello@gmail.com
@PedroPaulBello
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