Se
desconocen cifras reales y totales sobre la materia pero deben ser
multimillonarias las que arroja el negocio del contrabando entre Venezuela y
Colombia.
Porque de actividad lucrativa no controlada hablamos y además con arraigo
cultural y social desde tiempos remotos. Si tomamos nada más como muestra los
datos aportados por distintos actores y medios sobre los resultados que arroja
el decomiso de contrabando durante los primeros días del cierre nocturno de la
frontera entre ambos países, imagine usted la cifra de delito acumulado que
resultaría al multiplicar los datos referidos por 15 años de gobierno
bolivariano.
El
tratamiento del tema económico, que lo es también de seguridad, no es para nada
nuevo en nuestra relación. Que esto de poner orden los asuntos bilaterales,
incluyendo lo comercial, ha estado presente en la preocupación de ambos países
desde 1833 al menos, hace casi ya dos siglos, es cierto.
Así es por ejemplo que cuando ambas naciones, Venezuela y a la sazón la Nueva Granada, ya separadas de la Gran Colombia, redactan el fallido “Proyecto de Tratado de Amistad, Alianza, Comercio, Navegación y Límites”, sueñan entre otras cosas que “Habrá siempre y perpetuamente amistad y unión firme, sincera e invariable y correspondencia íntima, igual y perfecta, entre el Gobierno, los Pueblos y los Ciudadanos de la República de Venezuela y el Gobierno, los Pueblos y los Ciudadanos de la República de la Nueva Granada”.
Si
Immanuel Kant escribió su obra más importante “Hacia la Paz Perpetua” en 1795,
que nosotros hayamos elaborado este proyecto de paz perpetua binacional tan
solo 38 años después, habla muy bien de nuestro aggiornamento intelectual para
la época y de nuestra visión excesivamente romántica de la realidad. El fatal
idealismo.
Ahora
bien, en este caso decir la verdad no estorba y al hablar de contrabando entre
nosotros debemos incluir desde presidentes de la república, pasando por los
exquisitos cigarrillos Piel Roja, y no se diga de intentonas golpistas,
guerrilla, gasolina, políticos perseguidos, narcotráfico, especies exóticas; de
todo como en botica. Por eso nos preguntamos hoy, por qué el gobierno
venezolano decide unilateralmente, según lo afirmado por la Canciller Holguín,
cerrar parcialmente de la noche a la
mañana la frontera incluyendo el sector Táchira-Norte
de Santander conocido como “la frontera más viva de América Latina”. Hay muchos
tipos de contrabando pero desde hoy el de “distracción” puede ser uno de ellos.
Tan
complejas y ricas son nuestras relaciones que cuesta creer que ese tema tan
puntual se haya convertido en el más importante de la agenda entre ambos
gobiernos, a menos que sea una medida de presión o de chantaje, pero con qué
objeto, a cambio de qué, de cuánto, de quién. Algo debe pasar entre bambalinas
aunque a lo mejor no es más que un complejo de Robin Hood mal administrado.
Entiendo
sí que el gobierno de Colombia, es decir de J.M. Santos muy en particular, no
va a profundizar en una crisis de alcabala, en la que va a salir perdiendo, “que
no nos descarrilen”, puesto que Venezuela es actor principal en los diálogos de
paz que se adelantan en territorio de los hermanos Castro. ¡Qué acompañante ni
qué ocho cuartos! Más bien, parte y comparte, aliado de las FARC y Santos amigo
de Chávez, “mi nuevo mejor amigo”, y ahora de Maduro, por los mismos motivos y
ahora con más razón. Está en juego y a cualquier precio su ambición de existir
que es la de pasar a la Historia junto a Bolívar, “El Libertador”, Santander,
“el Hombre de las Leyes”, y él ahora como “el héroe de la paz o el pacificador
de la república” cuyo título definitivo está aún por verse. Y eso no es poca
cosa para un supuesto jugador de póker, como lo pintan los cachacos de
allá, con tanto “espejito, espejito”
guiñándole al mirarse y susurrándole al oído.
Pero
volviendo al contrabando en tiempos del socialismo del siglo XXI que está en
crisis, tanto o más que la oposición en Venezuela, eso de echarle la culpa a
Colombia de la situación venezolana es cuento que no debería engañar a nadie,
por infantil y rupestre, pero engaña, culpabiliza a otro, estigmatiza,
despierta un sentimiento anti colombiano que siempre gusta por aquí, desde
aquella noche septembrina, y que no piense usted que ha desaparecido por
completo de estas tierras caribes. Ahora no es el Golfo ni los límites, ni los
carros robados, sino que la crisis económica venezolana es culpa de Colombia
que la ejecuta con acción u omisión, ese es el mensaje, a través del contrabando de “distracción”
habíamos dicho, que no es que sea poca cosa, ni que reporte exiguos números de
pulpería, como ya lo hemos visto, pero que lo que busca en sustancia, en
nuestra demagogia chabacana de todos los días, es achacarle a un responsable
externo imperio alterno, los males que aquí padecemos y a quién más que a la
eterna y cercana Colombia y cuyo único responsable en verdad es el gobierno de
los de aquí y los de allá, al de La
Habana me refiero.
Porque
esas gandolas o tracto mulas como dicen allá,
que no son invisibles, que pasan por los puestos fronterizos, quién las
controla, requisa, si no las Fuerzas Armadas de por aquí y la Policía Nacional
de por allá. Y todos sabemos que no hay nada más falso que sonrisa en alcabala.
Allí queda y está buena parte de la corrupción, de la coima y eso se sabe desde
siempre. Lo que pasa es que ambos Estados se han hecho históricamente de la
vista gorda, dejando que el problema crezca como la mala hierba, para mantener
el statu quo de la crisis fronteriza que ha sido desde antaño dominada y
administrada por militares y curas. Creo que no hay lugar de América Latina
donde no haya sido así. La presencia del Estado por esos lares ha sido una
ficción. Vacío ocupado.
Y
si hay contrabando es que hay contrabandistas; y si hay contrabandistas y
contrabando es que están dadas las condiciones para que allí impere su ley, y
debo suponer que estos malhechores actúan al abrigo de la inexistencia
permisiva del Estado. ¿O es que para eso
no está o no funciona para dejar que ellos sí estén? Entonces si hay
contrabandistas, dónde están, quiénes son, si todos los conocen por qué no los
atrapan.
Por
eso es que para nosotros observadores de esas realidades de frontera, y siempre
preocupados por mantener las mejores relaciones con los vecinos, afirmamos que
mientras existan las condiciones culturales, sociales, económicas y políticas
que hoy prevalecen como las causas y origen del problema, el contrabando
seguirá existiendo, porque además ese no es un problema estrictamente
fronterizo, porque los cabecillas que manejan esas mafias multimillonarias no
se encuentran necesariamente en la frontera sino que además manejan otros
oscuros rubros y pudieran tener oficina en diversos lugares del país y hasta,
por qué no, en el extranjero.
El
contrabando, que es perjudicial, existe, ha existido y existirá, pero el
gobierno de Venezuela nos cuenta una de vaqueros, envenena y adormece con el
discurso de que allí radica la razón de
nuestros males económicos, como la carestía, la inflación y demás padecimientos
ciudadanos. Pero eso no se lo deben creer ni los que se la pasan cantando aquél
aguinaldo que decía: “Casta paloma de gentil plumaje, emblema tierno de risueña
paz”. Aunque tal y como andan las cosas es mejor vacunarse por si acaso.
Leandro Area Pereira
leandro.area@gmail.com
@leandroarea
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