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viernes, 4 de julio de 2014

TRINO MÁRQUEZ, PARTIDO ÚNICO: GOBIERNO, TSJ Y FAN

Luisa Estella Morales, expresidenta del TSJ, lo dijo de manera rudimentaria: el Estado es uno, único e indivisible; la división de poderes es una añagaza burguesa. Los fundamentos teóricos de esta visión monolítica del Estado fueron desarrollados con sofisticación por Vladimir Lenin, desde la perspectiva comunista, en su célebre texto El Estado y la revolución, escrito unos meses antes del triunfo de la Revolución Bolchevique: y por Carl Schmitt, desde la óptica nazista, en varios de sus libros, especialmente en La dictadura.

El nervio central de los argumentos de Lenin y Schmitt, desde vértices aparentemente opuestos, reside en cuestionar por erróneos e hipócritas el concepto de República y la idea de la separación e independencia de poderes que lo acompaña, desarrollados por el republicanismo francés (Montesquieu), y por el liberalismo inglés (John Locke). Lenin, Hitler y Mussolini  -operadores políticos de la concepción orgánica- pasaron de la teoría a la acción. Construyeron Estados totalitarios donde pusieron en práctica los principios teóricos elaborados por el líder de la Revolución Rusa  y por Schmitt. El comunismo, el fascismo y el nazismo, a partir de esta coincidencia esencial, ejecutaron estilos similares: abolición de la independencia de los poderes, desconocimiento  de los derechos humanos y del Estado de Derecho, exterminio de los opositores, campos de concentración, creación del partido único y disolución de los partidos políticos adversos, eliminación de la libertad de prensa, pensamiento único, fusión del Estado, el Gobierno y el Partido, creación de las milicias y subordinación total de la institución militar al proyecto revolucionario. Mussolini y Hitler, al igual que Lenin, asumieron los procesos que lideraron como verdaderas revoluciones. Los Estados totalitarios de derecha solo pudieron implantarse en la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler. Posteriormente, se establecieron dictaduras e incluso tiranías de derecha, pero no regímenes totalitarios.
            Lo que ocurre en Venezuela desde 1999 es una réplica tropical y bastarda del fenómeno demencial padecido por la URSS, los países de Europa del Este, China, Cuba y todas las demás naciones donde se instaló el  comunismo. El último episodio de este salto al pasado, a las antiguallas autoritarias militaristas de los siglos XIX y XX, es la decisión del TSJ que les permite a los  militares uniformados desfilar y asistir a los actos políticos del Gobierno. El argumento que acompaña el dictamen destila cinismo. Resulta que la presencia de oficiales vestidos con atuendos castrenses revela sus firmes “convicciones democráticas”. Los amanuenses del máximo Tribunal de la República –porque en eso los ha convertido Miraflores y La Habana- ni siquiera tuvieron el coraje de la señora Luisa Estella, sino que invocaron la democracia  para que les sirviera  de burladero y excusa para cometer semejante atropello a la Constitución, a la República y a la inteligencia de los venezolanos.
  El débil Gobierno de Maduro, decidido a someterse a la bota militar, utiliza a los plumíferos del TSJ para corromper y pervertir la FAN, estamento que por su propia naturaleza -es decir, por estar armada y detentar el uso legítimo de la fuerza- tiene la obligación de ser apolítica en el sentido y los términos establecidos en la Carta del 99. Ese revestimiento pretendidamente democrático que le da el TSJ a la sentencia, degrada a ese pobre tribunal, vergüenza del país y de los abogados.
            El propósito, ni siquiera oculto, de semejante exabrupto es destruir todo vestigio institucional de la FAN y convertirla en el verdadero partido de  un régimen que perdió el apoyo de la mayoría de los obreros, los  trabajadores del sector informal, los estudiantes, los profesionales y técnicos, la amas de casa, y que ahora, despavorido, sale cobijarse bajo la sombra protectora y vigilante de los militares. Florencio Porras, exgobernador de Mérida por el PSUV y militar en condición de retiro, denunció la patraña urdida por el TSJ. Otros militares, esta vez activos, deberían distanciarse de esa bochornosa decisión. Así como la obediencia debida, de acuerdo con el Estatuto de Roma, no sirve de excusa para justificar crímenes de lesa humanidad, acatar dictámenes inconstitucionales no absuelve la complicidad con la ilegalidad.         
            La FAN no puede operar como un partido, ni el TSJ actuar como el brazo legal del PSUV.

Trino Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc

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