BIENVENIDOS AMIGOS PUES OTRA VENEZUELA ES POSIBLE. LUCHEMOS POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

miércoles, 2 de julio de 2014

SIMON GARCIA, LA PASION QUE UNE,


            El país que soñó con la Vino Tinto compensa su ausencia poniendo el corazón en otros equipos, principalmente suramericanos. El mundial de futbol ocupa la atención cotidiana de millones de venezolanos que sienten un alivio frente a los problemas y amenazas creados por pésimos gobernantes.
           
La pasión deportiva logra lo que la propaganda oficial no obtiene. El país se integra simbólicamente gracias a una competencia que no busca la destrucción del otro y en la que se apuesta en función del mejor. Una integración que se comparte sólo con desearlo. No hay distinción entre ricos y pobres, por ideologías o  conocimientos para pertenecer a un mismo imaginario deportivo.
            El espectáculo que uno disfruta viendo jugar a los mejores del mundo pone en evidencia las cercanías y lejanías entre la gente, el deporte y la política, tema que ha interesado a estudiosos sociales, novelistas o figuras como el mismo papa Francisco. Hay mayor número de aficionados al deporte que a la política, porque el triunfo deportivo da estatus, mientras el triunfo político genera poder, es decir, capacidad para imponerse anulando la voluntad y pareceres de otros. El deporte es más propicio para elevar valores humanos, aunque igual que la política también es susceptible de producir fanatismo, una falla humana que ciega la reflexión.
            Quienes temen a la movilización popular, los que se proponen institucionalizar la criminalización de las disidencias y las protestas apuntan a ganar un tiempo que los lleve hasta las vacaciones escolares. El dato puede parecer irrelevante, pero el cierre temporal de los centros de estudio es un desahogo que puede ayudar al gobierno. No es casual que todos los que han experimentado el papel de un detalle para ganar o perder, hayan añadido a su constitución genética el reflejo instintivo de aprovechar al máximo la menor ventaja. Un reflejo que funciona tanto en las competencias deportivas como en las luchas por el poder.
             No tienen entera razón, sin embargo, quienes afirman que nada se va a mover mientras el país mantenga los ojos en el mundial. Muchas cosas siguen moviéndose, unas imperceptibles y otras precipitadamente, en la sociedad y entre los protagonistas de la puja entre cambiar o seguir con los males y dificultades de vida que se nos multiplican.
            En un país cada vez más maltrecho, el gobierno comienza a recibir las facturas de sus fracasos. Ya es palpable la pérdida de su capacidad para crear expectativas positivas, particularmente entre la población joven que más bien siente en carne propia como se le cierran posibilidades de realización. El enganche ideológico que fraguó Chávez no está funcionando ni siquiera entre la militancia del PSUV como lo revelan los sorpresivos llamados a la lealtad. El tratamiento de las denuncias recientes ha oficializado la impunidad y admitido la corrupción como mecanismo de sustentación del régimen. Y lo más grave ha sido la consagración definitiva de la supremacía del  interés revolucionario sobre la Constitución Nacional.
             Por su parte, la oposición tampoco está jugando bien. No está actuando unida. No está orientando el descontento social ni tomando decisiones oportunas sobre los temas que lo exigen. La competencia por el liderazgo está perjudicando a los dos competidores y obstruyendo la necesidad de que la oposición sea percibida como alternativa. Urge una recomposición que debería ser encabezada por un liderazgo colectivo, más que por una figura individual. 
            Tenemos derecho a divertirnos, a gritar y emocionarnos con un gol. No importa la industria detrás del juego, ni el presupuesto de 520 millones de euros del Real Madrid o lo que le pagan a un jugador por el contrato con una marca comercial. Entretenerse no es hacerse indiferente. Todavía tenemos pendiente el partido para ganar otro país.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim

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