Los
políticos son percibidos generalmente como mentirosos, de hecho, es de lenguaje
común decir que es muy “político” aquel que miente hábilmente sea para alabar o
para manipular a sus interlocutores. Asimismo, ha quedado sentado que la
veracidad nunca ha figurado entre las virtudes políticas.
Sin
embargo, el mentiroso ordinario ubica sus mentiras en un contexto común de
veracidad, esto es, todavía sabe cuál es la verdad de la que se aleja en su discurso
y aunque diga alguna falsedad ordena su conducta de acuerdo con hechos que sabe
ciertos o, en otras palabras, no cuestiona la realidad consistente de los
hechos.
El
gran aporte del nacional socialismo y comunismo internacional es replantear el
contexto mismo en que se inscriben las nociones de verdad y mentira, para
producir una nueva realidad, un universo ficticio, que debe materializarse a
fuerza de organización y propaganda.
Advirtiendo
que la vida humana transcurre en medio de convencionalismos sociales y acuerdos
compartidos, cuyos fundamentos se encuentran en la naturaleza de las cosas o en
el desenvolvimiento histórico, tratan de tomar este punto de llegada y
convertirlo en el punto de partida de una sociedad nueva, con otros valores y
acuerdos prefabricados.
La
tarea es descomunal y siempre se ha comprobado imposible de realizar porque la
planificación estratégica de la vida social tropieza con los pormenores
accidentales de la vida cotidiana en que las personas se orientan por su
instinto dando soluciones de sentido común.
En
este punto, la espontaneidad resulta ser el peor enemigo de la planificación;
pero lo peor es que las personas pueden advertir las fachadas de utilería que
ocultan la otra realidad subyacente, así como las falsedades sistemáticas de la
propaganda que presenta un mundo de abundancia y felicidad sobre un trasfondo
de opresión y miseria.
Hace
falta muy poco esfuerzo para advertir que la construcción del socialismo lo
único que consigue es segmentar la realidad, produciendo en todos los ámbitos
mundos paralelos, uno, aparente, que es el que se pretende y otro, el de la
cruda realidad, que se trata de ocultar, pero que es el que, al fin y al cabo,
prevalece.
Podríamos
extendernos en ejemplos de economía o finanzas en que la pretensión de abolir
los mecanismos de mercado lo único que logra es fundar el mercado negro,
paralelo, cualquiera que sea el caso; pero nos interesa concentrarnos en la
política, que parece menos palmaria que lidiar para conseguir productos, fuera
del mercado.
El
discurso de la mentira sistemática del socialismo y comunismo va más allá de
las mentiras habituales de los políticos, de la misma manera que las
actividades criminales del Estado van más allá de las triquiñuelas deshonestas
de la corrupción a las que nos tenían acostumbrados.
El
mentiroso habitual manipula y tergiversa los hechos, pero los hechos mismos no
son puestos en duda; en el totalitarismo, como corresponde, la mentira es
total, los “hechos” son francas invenciones, decisiones de un comité supremo de
la revolución que luego se tratan de imponer mediante una propaganda
avasallante, que no puede ser contrastada con la realidad ni contradicha por
nadie, porque contradecir la verdad oficial es delito.
Punto
extraordinario para el derecho penal es que “contra revolucionario” sea un
delito genérico, que puede ser rellenado con cualquier contenido, desde actos
materiales hasta la simple opinión e incluso sentimientos íntimos que se
expresan en mera actitud poco entusiasta, de vacilación o repugnancia frente a
crímenes verdaderos que se presencian y de los que alguien no querría hacerse
cómplice.
De
manera que las acusaciones desquiciantes que últimamente se nos imponen, la
criminalización, persecución y encarcelamiento de gente honesta, pueden
encontrar un respaldo tan autorizado como el del propio Lenin, para quien la
calumnia es una herramienta legítima en la lucha política.
Bien
vista la cosa, si los comunistas y nacionalsocialistas están tan dispuestos a
asesinar a quienes consideran como sus enemigos políticos, ¿por qué no habrían
de calumniarlos que al fin y al cabo es un mal menor?
Porque
incluso en política, quien puede lo más puede lo menos.
EL
EJÉRCITO DE LA MUD
El
comunicado de la MUD del 24-06-14, con motivo del Día del Ejército, puede
servir de ejemplo para ilustrar lo que significa la mentira sistemática. En
primer lugar, repite en forma cansona e interesada la expresión “nuestro
ejército”, en el mismo sentido en que Julio Borges llama al régimen títere de
La Habana “nuestro gobierno”, esto es, como los coleados en una fiesta que
felicitan ruidosamente a los novios, bailan con la madrina, palmotean a los
consuegros, hasta que son echados vergonzosamente por el personal de seguridad.
Desde
hace años que los miembros de la MUD no son invitados a esos desfiles ni a
ningún evento de carácter militar donde, por cierto, sí se puede ver a Raúl
Castro, al general Ramiro Váldes y otros jefes del ejército cubano de
ocupación; al extremo de que JVR denuncia que oficiales retirados han sido vistos
visitando cuarteles, mismos donde se iza la bandera cubana, como si eso fuera
un delito o los cuarteles estuvieran vedados a los oficiales en condición de
retiro. ¿Qué no diría si los visitaran representantes de la oposición, aún la
oficialista, como es un derecho de cualquier venezolano?
El
ejército de la MUD es un ejército de fantasía, del que todavía puede predicar
aquello de “forjador de libertades”, lo que le permite evadir el hecho de que
vivimos la tiranía militar más rapaz, abyecta y cruel que jamás haya sufrido
este país en casi dos siglos de caudillismo militarista.
Es un hecho completamente palmario e
incontrovertible que todas las barbaridades que ha sufrido Venezuela, al punto
que sea dudoso que todavía pueda llamársele República, han sido perpetradas por
militares o claramente consentidas por ellos, incluso la entrega de la
soberanía nacional a un concierto de países miserables encabezados por Cuba.
La
mayoría de los gobernadores de estado son militares, así como los jefes de
organismos públicos estratégicos, particularmente en el área financiera. Es
fácil decir que en CADIVI se tragaron veinte mil millones de dólares de un
bocado y olvidar que desde su fundación ha estado dirigido por militares, así
como el CAEZ, el plan bolívar 2000 y un largo etcétera que no vale la pena
repetir.
Esto
por no hablar de los asesinatos en masa, la represión violenta de
manifestaciones, el asalto a propiedades privadas que los comunistas llaman
“expropiaciones” con la peculiaridad de ser gratuitas porque no las pagan, la
ocupación, traspaso a otras manos y censura de medios de comunicación, las
cadenas, además de delitos específicos como el contrabando de extracción e
ingreso de mercaderías con pago de matraca, la explotación de oro, uranio y
otros minerales nobles, el tráfico de drogas, armas, personas y paremos de
contar para no abrumar.
Todo
esto es posible por la intervención o connivencia de militares y no es una mera
especulación, porque cada vez que ocurre algún incidente que salpica a la
opinión pública antes de ser silenciado
asoma la mano alguna personalidad o empresa vinculada al sector militar.
Seguidamente
el comunicado de la MUD se concentra en la sentencia 651, que pretende
autorizar la participación de militares activos en manifestaciones y
proselitismo político, lo que no hace sino confirmar un hecho cumplido, porque
ya hace tiempo que los distintos componentes están involucrados abiertamente en
esas actividades; pero lo hace de una manera falsa y truculenta.
Toda
la atención la centra en un supuesto “magistrado ponente” que estaría
ofendiendo a las FFAA con sus dichos, argumentaciones y pronunciamientos;
siendo un hecho monumental e imposible de ignorar que estos magistrados no
deciden nada sino que cumplen ordenes que vienen del comando supremo de la
revolución.
Esto
no es ninguna ofensa y ni siquiera causa sorpresa porque lo dicen y repiten los
mismos magistrados, para lo que nos ahorramos recordar el affaire del general
Eladio Aponte Aponte o el muy anterior de Velázquez Alvaray, basta citar a la
presidente del TSJ diciendo que la división de poderes debilita al Estado y
advertir que da lo mismo ser cónsul o directivo del CNE que magistrado.
Una
legión de jueces disidentes, huidos al exilio, presos o simplemente destituidos
de sus cargos, han declarado de manera que ya resulta fatigosa que las
supuestas sentencias les son llevadas por motorizados en sobres cerrados y que
los mentados jueces se limitan a firmar, a veces sin leerlas, probablemente
para sentir menos escrúpulos al visar unos panfletos que ni siquiera están
redactados en un lenguaje medianamente jurídico.
Pero
la MUD insiste en legitimar los poderes de fachada y negar tercamente al Estado
paralelo, que es el que detenta el poder real, del que aquel otro no es sino un
deslucido vocero, cada vez más lastimoso, porque es despreciado por sus amos de
una manera humillante.
Lo
que hay es un partido militar, que utiliza a las FFAA, exactamente como dicta
la doctrina del comandante eterno, para citar sus palabras textuales: “como condones”.
LA
PRUDENCIA COMO VALOR
Finalmente,
la MUD inventa el valor militar de la prudencia. Esto es una mentira suprema
porque la prudencia no ha sido nunca, no es ahora y seguramente no será jamás
un valor militar; salvo la que corresponde a cualquier ser humano como virtud
práctica para tomar decisiones.
La
prudencia es el valor político par excellence, como lo reseñan todos los
autores desde el origen de la ciencia política, así como ahora se la considera
esencial al Derecho (véase, El Derecho Como Prudencia, María Luisa Tosta, UCV,
2009).
De
Aristóteles para acá, lo propio del prudente es deliberar, sopesar aquello que
es más provechoso para sí mismo, aunque también para el bien común. La
prudencia es inseparable de la deliberación, que es precisamente lo que los
militares no pueden hacer en su ejercicio profesional, porque se opone a la
disciplina, obediencia y subordinación, que sí son valores militares
consagrados en la Constitución.
En
este punto la MUD se separó del texto constitucional introduciendo este nuevo
supuesto valor militar de la prudencia, con graves implicaciones porque la
constitución anterior, la de 1961, decía que las fuerzas armadas nacionales
forman una institución “apolítica, obediente y no deliberante”, expresión que
suprimió expresamente la constitución de 1999, con la intención de politizar y
hacer deliberantes a las FFAA.
Esta
incongruencia conceptual ha conducido a las contradicciones prácticas actuales,
porque se pretende asumir que los militares siempre han tenido preferencias
políticas, en tanto que ciudadanos; pero deben ser apolíticos en su ejercicio
profesional, derivando a la circunstancia de hecho de la formación de un
partido político militar, lo que amenaza la unidad interna de la Institución.
Es
conveniente recordar que el establecimiento de la imparcialidad de las FFAA
como institución esencial del Estado se hizo en provecho de las FFAA, no en el
de la sociedad civil, tratando de salvaguardarlas de la diatriba política,
porque siempre que se han adherido a un régimen, cuando se impone la necesidad
de cambiarlo, las FFAA se ven amenazadas en su integridad. Si ahora pretenden
adherir existencialmente un proyecto político, por añadidura comunista y
antinacional, tanto peor para ellas.
Serían
dignos de estudios los casos recientes de FFAA que han sucumbido junto con sus
líderes carismáticos como Muammar Kadafy, Saddam Hussein y el menos carismático
Bashar Al Assad, mientras que otras han sabido guardar distancia, para
preservarse ellas mismas como instituciones trascendentes a cualquier persona o
partido. Está por verse qué harán las FFAA cubanas tan comprometidas con la
tiranía de Castro, si seguirán el camino de Damasco u otro más propicio.
Así
como en el chavismo militan algunos intelectuales, si puede dárseles ese
título, también la MUD tiene su ala
luminosa, por lo que es evidente que éste no es un desliz o inadvertencia al
escribir, porque se ve que en este comunicado dirigido al ejército han escogido
cuidadosamente las palabras.
Al
postular un supuesto valor militar de la prudencia (cosa que no existe), en
realidad están reivindicando el carácter político y deliberante de las FFAA,
contradiciendo la formulación de la constitución de 1961 y tomando partido por
la concepción chavista, de unas FFAA inmersas en la controversia política, no
como árbitro de última instancia, sino como parte interesada.
Así,
aparentando una postura opositora, en realidad se revelan como lo que son,
parte coadyuvante del régimen, pero de una manera sibilina y mentirosa, según
sus propias palabras, “al creer que los venezolanos somos ingenuos”.
El
final es un desaguisado completo: “No es una decisión prudente. No es una
decisión militar. No es una decisión profesional. No es una decisión acorde con
la Constitución”. Si están hablando de una supuesta decisión del TSJ, ¿por qué
tendría que ser una “decisión militar”? Aquí parece que los traicionó el
subconsciente, esto es, revelan de donde partió realmente la decisión.
Dicen
que más fácil se agarra a un mentiroso que a un cojo; pero cuando la mentira es
total, ellos se agarran solos.
Luis
Marín
lumarinre@gmail.com
@lumarinre
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