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domingo, 20 de julio de 2014

LUIS MANUEL CUEVAS QUINTERO, UN EXTRAÑO MAPA, UN EXTRAÑO ESPECTADOR, UN EXTRAÑO TERRITORIO.

Un mapa puede ser extraño, ajeno, anómalo, sobre todo cuando lo miramos en asociación a una figura de poder que tiene entredicha su nacionalidad, en consecuencia su apego afectivo al territorio que dice gobernar y defender es muy distante, lejano. 


Un mapa es extraño para quién no tiene su ojo acostumbrado a él, para quién no se ha representado el territorio en una primera imagen básica que se aprende a trazar desde la infancia. Un mapa primariamente es una silueta que dibuja el contorno del cuerpo de la Patria y define sus partes en torno a un eje de orientación que organiza los sentidos de ser y estar. Cuando la silueta se desdibuja nos desorientamos.

No se puede defender entonces lo que no se conoce, una frase que ha llegado a ser un lugar común, y sin embargo nos pesa como un alerta sobre lo que significa el territorio y sobre el valor pedagógico de la Geografía. 

La identidad territorial no es un retrato de familia sin un mapa de fondo, posee por el contrario, un espacio y es por el él, posee lugares de la memoria colectiva que le definen su estar-en-el mundo. La identidad se juega en una cartografía que impregna nuestra conciencia, sobre todo la que refiere a una porción del país que llamamos Esequibo, un territorio que siempre vimos sospechosamente con rayas o franjas superpuestas; un recuerdo de que aproximadamente 155000km2 de superficie están bajo reclamación como un producto de la tensiones del imperialismo británico y de la descolonización de los sesenta en relación con la ocupación de zonas estratégicas en Sudamérica. 

También se puede borrar en el mapa lo que se cree conveniente no mostrar, el mapa luce entonces mutilado para quién recuerda sus partes. En otro plano se puede guardar silencio mientras el territorio se pierde.

Desde una pragmática del poder que sepulta en el olvido los derechos y la soberanía territorial de todo un país, todo esto es posible si la geopolítica se define como una ideología transnacional a la que poco le importa la comunidad imaginada de la nación. La reclamación pierde su fuerza y cede su derecho ante la explotación de facto de los recursos que contiene un territorio sobre todo si el reclamante calla, si su conciencia de pertenencia se disuelve.  

Entonces en medio de esta gran crisis de conciencia nacional, ¿quién traiciona a quién?; ¿quién protesta o quién calla? y a todas estas, ¿quién recuerda el mapa con el Esequibo en franjas?

Luis Manuel Cuevas Quintero
luimanc@yahoo.com

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