Cuando Amador Bendayán, el emblemático
presentador de Sábado Sensacional, no podía -por las razones que fuesen-
conducir su programa, lo sustituía "el Amigo de Todos". Así llamaban
a César González, aunque debo confesar que desconozco la razón por la que le
tildaban de esa manera. "El Amigo de Todos" lo intentaba, como no;
pero, nunca llegaba a igualar o superar a Bendayán, "el imbatible de los
sábados". Simplemente, César González, le hacía el quite. Sin embargo, el
otro día, mientras me enteraba de los resultados de la elección de delegados al
Congreso del PSUV, recordé Sábado Sensacional; el de antes, el de Amador. Y
también recordé los momentos cuando a César González le tocaba sacar adelante
el programa. Dije ¡Bingo! Eso es lo que le pasó al PSUV: ¡intentan sustituir al
"Imbatible" con un "Amigo de Todos"! Ese que, ante la falta
de Chávez –el invulnerable prestidigitador y artífice del inconcluso socialismo del siglo XXI- intenta liderar un partido que se desmorona
rápidamente, porque se le deshacen las bases, textual y literalmente hablando.
¡Cómo se notó la falta de Chávez! Porque, que
la abstención haya rondado el 88%, según dicen "las malas lenguas",
evidencia que nadie ha podido, como el difunto Presidente, movilizar a la
financiada marea roja, como él lo lograba. Y es que la verdad sea dicha: los
que quedaron al mando son muy insípidos, les falta carisma, la innegable
elocuencia e incontinencia verbal que caracterizaba al difunto Presidente. Y
las bases del partido, esas a las que les encantaban los chistes y las
ocurrencias del Comandante Interplanetario, no encuentran en Maduro, ni en
Cilia, mucho menos en Diosdado, Ramírez, Rodríguez o Aristóbulo esa chispa, esa
fascinación, que les despertaba Chávez. Ninguno de ellos, y todos los que como
ellos integran la cúpula del PSUV, no consiguen esconder la enorme fractura del
partido. Tanto criticar a los de la IV para terminar haciendo lo mismo que el
caudillo Alfaro Ucero hacía con AD.
Hoy el
PSUV tiene un gran reto, porque necesitaría a un líder convincente que
ponga orden dentro de ese saco de gatos en el que se ha convertido. Tendría que
entusiasmar a su militancia, muy desmotivada, y me atrevo a asegurar, hasta
desencantada; pero, sobre todo, sin ganas de participar en nada. Lo cierto del caso es que el siglo XXI le
quedó muy grande al socialismo chavista, y más aún sin su progenitor. Porque,
para agravar la situación, el teatro andante en el que se han transformado
tiene que transitar dos años sin elecciones; y ese es un período extremadamente
largo para mantener la llama viva de los ideales imposibles -pero siempre
mercadeados locuazmente por el que se fue. Además hay otro aspecto que atenta
contra todo ese problema político: la peligrosísima situación económica
desatada que es, además, una especie de círculo vicioso por el que ya hemos
transitado; pero con algunos "adicionales" muy preocupantes: el
problema económico actual se ha agigantado monstruosamente como consecuencia de
la merma del ingreso de divisas y el aumento descabellado del gasto, sin
contraloría alguna, para no perder las elecciones ya celebradas.
El estado deplorable de la economía
venezolana se evidencia, en estos momentos, con el notorio y grave deterioro de
la calidad de vida; la cual comienzan a padecer –ya no muy dispuestos a
sacrificarse- los más desposeídos, a pesar de ser ellos -las clases populares
que creyeron en el proyecto de Chávez- los que les ayudan a sustentar el
régimen que heredaron. Ahora es cuando se están dando cuenta de la tragedia.
Toda esa mezcolanza de factores, aunado al fricasé ideológico que ha privado y
persistido siempre en esos izquierdosos, es lo que produce las grandes fracturas desestabilizadoras del
partido de gobierno.
El terremoto político dentro del PSUV es tan
intenso que se están planteando dos salidas porque el futuro no es nada
halagador. Dentro de las propias filas del PSUV hay dos corrientes. Una, la de
los que piensan que es inevitable un golpe de Estado o una gran revuelta social
que será imparable. Y la otra, la de los que se inclinan por propiciar,
obligatoriamente, un pacto o un convenio de gobernabilidad. Una especie de
"mientras tanto político", en el que les tocará negociar con los
dueños de la MUD (y allí es cuando se produciría el Diálogo Parte 2), para
seguir, como dice la canción, "juntitos los dos" intentando gobernar.
Maduro necesita piso político, pero tiene al
PSUV fracturado. Necesita una "taima" y las corrientes de su partido
halan cada quien para su lado. Ha sido evidentemente patética la ausencia de
ese que era capaz de crear el "mientras tanto político". Cuidado si
por creer, como dice la canción de Tito Rodríguez, que "el que se fue no
hace falta; hace falta el que vendrá", las bases del PSUV decidan que
"ya no hace falta el que vendrá".
Jose Domingo Blanco
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1
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