Han
sido varios los artículos que he dedicado a tratar temas relacionados con la
MUD. Debo aludirla nuevamente, hoy contra mi voluntad, por el inopinado y muy
áspero debate que sobre las diferencias internas vienen produciéndose desde
hace varios días, en los momentos menos recomendados por la cordura.
Hace
apenas un par de semanas, la carta de Giordani sobre los tumores del
oficialismo coparon la atención de la opinión pública, hecho que dio a la
oposición una oportunidad estelar para corroborar que todo cuanto hemos venido
denunciando sobre el régimen quedaba pálido en comparación con las revelaciones
hechas por el ex superministro despechado por su cesantía.
Pero el debate provocado sobre la MUD desde fuera por quienes pudieron promoverlo dentro, ha traído, entre otros deméritos, arrojar al olvido el asunto Giordani y poner en el tapete el bocado más suculento de la autoflagelación. Sabido de sobra que el último escándalo tapa el anterior.
Prefiero no opinar ahora sobre las intenciones. Pendiente como está la
oportunidad siempre abierta de que discutamos primero adentro y después afuera
lo mucho que nos está dividiendo (inmediatismos, ambiciones, personalismos,
obsesiones, voluntarismos que se estrellan con la realidad, mesianismos,
posiciones adelantadas, incumplimiento de los compromisos, agendas escondidas,
laboratorios de guerra sucia con bandidos que los financian y mercenarios que
los operan) y lo poco que nos está uniendo, no debemos regatearnos lo que
pudiera ser una buena oportunidad de enmendar y corregir para reproducir los
enormes logros que obtuvimos cuando permanecimos unidos.
Personalmente no me
hago ilusiones: si no hay rectificaciones, si la vanidad, el
engreimiento, la soberbia y las ínfulas de superioridad siguen orientando conductas
se perderá todo. He sugerido que todos debemos proceder como manda la
religión católica, confesando nuestros pecados, haciendo contrición de corazón
y sobre todo propósito de enmienda.
No hay nada que inventar. En enero pasado aprobamos por unanimidad una
agenda para ampliar el campo de participación y actividades de la MUD, pero no
para entregar la conducción política ni para hacer con ella rebatiña. No
voy a relatar aquí por qué no se ha cumplido. Solo digo que está en suspenso y
que si ha de ser perfeccionada debemos proceder a ello.
Digo también que
quienes voluntariamente dejaron de ocupar el lugar que siempre han tenido en la
MUD, no tienen que recurrir a ninguna maroma para reincorporarse al organismo
del que forman parte. No necesitan escribir desde afuera talmudes, biblias, ni
coranes, ni mandamientos, ni cartas, ni proclamas, ni proponer reacomodos
quitando a unos y poniendo otros. Que regresen como pares, si no gachos tampoco
petulantes.
En lo poco que mi opinión cuente, no estoy de acuerdo que, a pretexto de
reorganizarla y ampliarla, la MUD se convierta en un duplicado de la malhadada
Coordinadora Democrática que con argumentos parecidos devino en un
pastiche corporativo.
Para quienes deseen informarse mejor sobre la palabreja,
recomiendo la lectura de Lo
Stato Corporativo (1936) de Benito
Mussolini, disponible en español para quienes no leemos italiano. Disponibles
también numerosos diccionarios de política, ciencias sociales y filosofía que
describen detalladamente el pernicioso fenómeno. Cuento con una docena de
ellos, los mejores, pero los libros no se prestan.
Henry
Ramos Allup
hramosallup@hotmail.com
@hramosallup
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