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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

jueves, 17 de julio de 2014

GERMÁN GIL RICO, LA DEMOCRACIA Y LOS MILITARES, LOS MILITARES Y LA DEMOCRACIA

La democracia, por decirlo de alguna manera, es una fórmula filosófica parida por civiles, que propugna la elevación al nivel de ciudadano de todos los seres humanos, incluidos los militares. De allí que en la organización de la  sociedad moderna, iniciada en tiempos remotos por pensadores políticos de alto vuelo, se le asignara al sector castrense espacio en el alto gobierno, incorporándolo a los programas para el desarrollo integral de los países, así como en los de la defensa del Estado de Derecho y sus instituciones, de la integridad territorial y del honor de la patria.

La democracia implica debate, confrontación de ideas y pareceres tanto de forma como de fondo. Ese primerísimo soporte de la democracia es incompatible con el quehacer y conducta militares, mundo en el cual imperan  -exigencias de cuerpo armado- la voz de mando y, en consecuencia, “superior que manda, subalterno que obedece”. Luego entonces no es permisible que al cuartel penetre la militancia partidista. Se contrapone a la doctrina del militar activo y a la de la institucionalidad democrática.

Sin embargo, a pesar del natural recelo que genera la presencia y argumentación de quienes detentan las armas, la democracia se las ingenió para crear un espacio y superar el escoyo. La incorporación al Consejo de Ministros de un representante de la fuerza militar, espacio en el cual puede rebatir y proponer, es muestra fehaciente de que se la tiene y considera entre los soportes fundamentales de la paz y estabilidad republicana.

Pero el estamento militar todavía no se consideró dignificado. Su objetivo ha sido ser juez y parte. Venezuela no podido superar el destino que El Libertador le asignara: “Venezuela es un cuartel”. Y como para que no hubiera escapatoria estableció el fuero militar en las instancias jurisdiccionales, además de facultarlo para arbitrar en las crisis políticas. Y en esas andamos.

Muchos y en vano han sido los intentos por colocar al oficial militar en el lugar que constitucionalmente le corresponde. Los fusiles y las bayonetas continúan siendo el argumento de mayor peso cuando de lograr sus propósitos se trata. La militarización de la sociedad es el objetivo. Alcanzarlo mediante la utilización  del voto ciudadano, “armamento” invaluable del sistema democrático, es la táctica potenciada con la prédica del igualitarismo zamorano, fundamento ideológico del comunismo fracasado, maquillado con la denominación tramposa de “Socialismo del Siglo XXI”.

Hoy como en tiempos de las dictaduras del Siglo XX, la del general Juan Vicente Gómez, así como la de la Junta Militar (1948-1950) tenemos un Presidente que en realidad no lo es. Un cinturón de acero integrado por militares venezolanos y cubanos, activos o retirados, lo controla y copa los cargos públicos del estamento civil. Lo dejan hacer promesas de bienestar y seguridad que no se materializan, así como ordenar medidas económicas “sopladas” por desactualizados asesores, que día a día nos hunden más en el tremedal del endeudamiento masivo y la inflación generada por la caída de la producción agrícola e industrial, inducida por los arrebatos colectivistas de Chávez. Pero hasta allí, porque cuando intenta, balbuciente,  alguna apertura más allá de los límites prefijados, le esgrimen argumentos solo superables por políticos con sólida formación intelectual y fuerza moral propias de estadistas. Así que el Presidente, igual que José Gil Fortoul, Juan Bautista Pérez y Germán Suarez Flamerich, hace el papel de veleta o cero a la izquierda. Pérez Jiménez y Chávez fueron directos. Asumieron su vaina. Utilizaron civiles tan serviles como los mencionados, sólo al frente de ministerios, incluyendo el de la alcoba.

De allí que la transición tenga que darse con “socialpesuvistas” incluidos, única garantía de paz. Pero de la interminable lista de entuertos por enderezar tiene que ocupar lugar preponderante la revisión de la Doctrina Militar venezolana. Sin complejos ni retaliaciones. El Presidente, ilegítimo y todo lo que de él pueda decirse, está en la obligación de sortear los peligros que se interpongan en la reconquista del decoro presidencial y de los modos civilizados de la política. Y si lo del decoro no fuere suficiente debe tener presente el consejo que Charles Maurice Talleyrand diera a Napoleón: “Las bayonetas sirven para muchas cosas, menos para sentarse sobre ellas”.

German Gil Rico
gergilrico@yahoo.com
@gergilrico

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