El gobierno vacila ante el dilema de escoger
entre opciones difíciles y hasta opuestas. Pero dejar de hacerlo sólo aumentará
las limitaciones, los efectos negativos y las muy ásperas consecuencias en los
desenlaces que puede tomar este peculiar conflicto nuestro entre pasado y
futuro.
En contra de cualquier moderación, incluso táctica, el ala radical vende
la desmentida imagen de una revolución exitosa y la necesidad de profundizarla
para sortear lo que consideran un mal momento. Pero la economía no va resistir
esa chola a fondo y ya comienza a ponerse en evidencia que tampoco sería
compatible con una vigencia de la Constitución.
El radicalismo oficialista apuesta a que pueden rescatar la popularidad
exacerbando la polarización y lanzando una nueva oferta de ilusiones, mejor
orquestada que el Dakazo, para recomponer la mayoría que se le está esfumando.
Esperan que una combinación de medidas fondomonetaristas con un fuerte auxilio
a los sectores populares permitiría crear una burbuja de falsa prosperidad
suficiente para ganar las elecciones parlamentarias y pasar a una fase de
control total de la sociedad, del mismo modo híbrido, zigzagueando entre
dictadura y “democracia” participativa, como lograron apoderarse de todo el
Estado a partir de ganar el gobierno.
Los rojos que defienden el “ni un paso atrás”, desde el PSUV, la AN y
algunas instancias del gobierno, han boicoteado la línea de diálogo que
encabezó Maduro. Su pública contestación logró engatillar a Maduro porque
carece de la autoritas y del liderazgo para hacer pasar un gramo de viraje
respecto al mito que los unifica. Tampoco se atreve a arriesgar la herencia que
le dejó Chávez ante la proximidad de una convención nacional que va a
redistribuir el poder dentro del PSUV y que puede alterar la representación
civil en el alto mando militar de la revolución.
Hay, además, varios factores que contribuyen a debilitar las
posibilidades de una reformulación no autoritaria del proyecto: 1. El propósito
compartido por casi toda la elite de perpetuarse en el poder, aun por medios no
democráticos, 2. El predominio de la visión militar frente a la opción
política, 3. La influencia cubana, 4. La inhibición forzada de quienes dentro
del PSUV conectan justicia con libertad.
Pero retrasar una nueva política económica e institucional no sólo
arrojará al foso a Maduro, sino que va a empujar el proceso a transitar de su
fracaso a su implosión. Se van a cerrar a sí mismos las ventajas que les da la
percepción de que expresan una modalidad inédita de democracia y explorar la
ruta que siguieron los sandinistas. Es decir, estarán abriendo el final de su
cita con la historia.
¿Ganará esta mano Maduro o se impondrá el juego de Cabello? Hay que
esperar a la Convención, aunque este último quiere descarrilar antes las
opciones competidoras.
Simon
Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim
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