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lunes, 30 de junio de 2014

SAÚL GODOY GÓMEZ, LOS PRIMITIVISTAS,

Hay una tendencia dentro del movimiento anarcoambientalista que cree que la única oportunidad de la civilización en la tierra es regresar a modos de vida más simple, renunciar al complejo mundo tecno-industrial y volver a modos de producción más básicos, una gran parte de este grupo preferiría, más que asentamientos sedentarios y en poblados, que la vida retorne al estilo de los cazadores y recolectores, grupos móviles que dejan muy poca huella en los ecosistemas y le da a la naturaleza oportunidad de regenerarse.

Uno de sus teóricos es el antropólogo Stanley Diamond que en su polémico libro En la búsqueda de lo primitivo, se explaya en toda una argumentación en contra de la “maquina” y lo que ha implicado para el hombre y la sociedad, entre otras cosas la esclavitud al tiempo, a las rutinas, a los horarios, en pocas palabras nos considera “sirvientes” de las máquinas que nos rodean.
Piensa que las sociedades primitivas son sistemas en equilibrio con la naturaleza, pero un equilibrio dinámico que expresa los ritmos naturales y humanos, considera a la propiedad privada, al trabajo y al dinero causas de los peores males de la civilización.  Diamond se sabe dentro del marco utópico, no para ser seguido masivamente, sino para ser explorado por individualidades que han caído en cuenta de que el juego civilizatorio está trancado, hombres y mujeres que en pequeños grupos vayan probando este reencuentro con la vida, hasta convertirse en tribus, y de allí en adelante solo la imaginación cuenta.
El antropólogo Chellis Glendinning, cuando escribe sobre esta posibilidad nos informa que en estos grupos que basan sus prácticas sociales en convivencia con la naturaleza, todos sus miembros participan plenamente en la sobrevivencia de la tribu, la gran mayoría son expertos o por lo menos competentes en cada una de las actividades en las que se involucran.
Esta condición impulsa al grupo a la práctica democrática, todos están involucrados de alguna manera en las decisiones, pero la democracia tiene un límite natural en el tamaño del grupo, cuando la práctica democrática se pierde es porque el grupo ha crecido demasiado, la democracia de la que hablan estos pensadores anarquistas es la que se produce cara a cara. 
Los conflictos interpersonales son resueltos a medida que aparecen, pueden ventilarse en público si las partes no llegan a un arreglo y todos tienen derecho a opinar, no hay mecanismos formales de resolución de conflictos y como cada persona está en perfectas condiciones de sobrevivir por su cuenta si no está de acuerdo con algo o alguien dentro del grupo, simplemente puede marcharse y encontrar otras bandas a las cuales asimilarse.
Cuando una sociedad opera a niveles inferiores de tecnología y está en constante movimiento, sus prioridades cambian, las tribus nómadas prefieren encontrar un refugio que construirlo, como están en constante movimiento necesitan ahorrar energía, por lo que es común observarlos que tienen largos períodos de descanso, prefieren invertir tiempo en buscar una cueva o un grupo de arboles que los cobije, a cortar leña y apilar piedras para hacerse con una infraestructura que no les servirá de nada cuando retomen la marcha.
Los cazadores-recolectores se valen de los recursos que encuentran a su alrededor para resolver sus problemas, de manera inmediata y simple, arman trampas con lo que tienen a mano, hacen un arma solamente rompiendo una rama que les proporcione una punta que penetre, si quieren tomar agua usan sus manos, si quieren protegerse de la lluvia usan hojas
Thomas J. Epel, quien tienen una escuela en Montana, USA, para enseñarle a la gente las maneras de la vida primitiva observó de los Shoshone, los indios norteamericanos que vivían en las grandes planicies del medio oeste, que los comentarios de quienes los estudiaron eran despectivos al llamarlos “flojos “, no tenían cultura material, se contentaban con solo algunas toscas herramientas que cargaban consigo, todas sus pertenencias eran lo que podían llevar a la espalda, en su continuo transito de una fuente de comida a la otra, según Epel estos indios desarrollaron “el arte de no hacer nada”, estas tribus apenas trabajan dos a tres horas diarias para su subsistencia, de resto, todo el tiempo les pertenecía, estas tribus no construían nada, en cambio todo tenía que encontrarlo.
Nos recuerda que Henry David Thoreau, cuando vivía en su cabaña en la laguna de Walden, tenía un pisa papeles en su escritorio, lo arrojó por la ventana al momento que descubrió que tenía que limpiarle el polvo, esa es la verdadera actitud del que no hace nada.
Otro primitivista insigne fue el gran pintor Cézanne, quien gustaba de una vida rustica y lejos de la sociedad, sus “desapariciones” eran famosas, nadie conocía de su paradero por semanas y aún pudiendo tener todas las comodidades que el dinero pudiera comprar, prefería con mucho vagar por los campos, y a pesar de sus diferencias de opinión, su amigo Gauguin, otro primitivista, rompió con su mundo para sumergirse en la sensualidad de una tribu en los mares del sur.
Entender esta filosofía es difícil para quienes vivimos inmersos en la vida urbana y dependiendo de la tecnología, quienes hemos sido educado en una cultura perteneciente al homo faber, en continua creación de objetos, de acumulación de cachivaches, como perennes consumidores, se requiere un nuevo aprendizaje para poder llegar a términos este tipo de vida.
Por supuesto, quienes se tienen por primitivistas son considerados tecnofóbicos, ¿Cuán primitivos pretenden ser? Es la pregunta de oro, unos aborrecen la revolución industrial y sus implicaciones, otros señalan incluso que fue la invención de la agricultura la que alteró estos estilos de vida más simples.
Lo que sí está claro es que se trata de un estilo de vida no apto para las mayorías, solo imaginarse el mundo sin electricidad representaría una hecatombe con millones de muertos, grandes números de personas no saben proporcionarse el sustento sino por vía de los supermercados, sus vidas sería inconcebibles sin una nevera funcionando y repleta.
Luego están las duras condiciones de una vida nómada, sobre todo enfrentando enfermedades y los alumbramientos en las mujeres, las expectativas de vida se verían rápidamente reducidas, el hambre, por ejemplo, sería un riesgo presente al no encontrar fuentes de alimentos suficientemente cercanas o abundantes, la gente en movimiento tiene un alto grado de incidencia de accidentes y en medio de una selva o un desierto los recursos para enfrentarlos son bastantes limitados.
Si bien es cierto que de esos estilos de vida venimos, y que por millones de años fue la único forma de vida posible, y que aún subsiste en algunas partes del mundo, el primitivismo está condenado a ser una práctica extrema, un hobby, un entrenamiento para ciertas misiones, o una experiencia para unas vacaciones, pero creo que su viabilidad para un mundo en problemas está descartada. 

Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul                       

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