Es como si una maldición se cerniese sobre el destino de los hombres y de las sociedades contemporáneas,
porque aunque la experiencia que se ha
tenido con las ideas marxistas y con el comunismo ha desembocado siempre en
terribles catástrofes, sus dogmas siguen siendo preconizados en determinados
círculos como fórmulas ideales para dar solución a los profundos problemas
sociales que escarnecen a la humanidad.
El sacrificio de la vida de millones de
seres humanos, su sometimiento a regímenes esclavizadores y la miseria de las
sociedades parecen no haber tenido
ningún efecto escarmentador en ellos.
La obnubilación del entendimiento
sigue siendo total; la ceguera absoluta.
En Hispanoamérica -en Cuba- sigue gobernando el mismo hato corrupto, desde hace más de medio siglo. Por razones políticas y estratégicas la Unión Soviética mantuvo al régimen criminal y expoliador con millones de dólares. Y cuando la Unión Soviética misma se desmoronó, Venezuela ocupó su lugar. Venezuela era un país de enormes recursos, y, potencialmente, todavía sigue siendo rica hoy porque dispone de una de las reservas de petróleo más ricas del mundo.
Después
de un golpe de Estado militar en el que participó activamente un teñiente coronel prácticamente
desconocido en el país, llamado Hugo Chávez, éste triunfó en las elecciones de
1998.Y desde entonces se mantuvo en el poder mediante fullerías de distinta
naturaleza, hasta que la muerte le cortó las alas.
Para preservar la fachada de una democracia, Chávez organizaba regularmente elecciones, en
las que triunfaba indefectiblemente merced al apoyo de millones de ciudadanos
rebajados a la condición de
mendigos alimentados por el Estado (Misiones), pero también y sobre todo
gracias al control completo de todo el aparato electoral ( registro electoral,
consejo electoral y máquinas electrónicas para el recuento de los votos). Tanto
es así que podían individualizar a
quienes habían votado en contra y confeccionar listas de todos ellos para someterlos posteriormente a numerosas medidas represivas
(pérdida de sus puestos de trabajo, dificul- tad para conseguir viviendas,
becas de estudio, etc.)
El
poder político fue consolidado mediante el control de todos los órganos del
Estado ( Poder Legislativo, Poder Judicial) .Se
ganó la adhesión del mando
militar mediante la concesión de jugosos beneficios en el negocio
de las drogas, ascensos prematuros y otros privilegios. La libertad de opinión
y de información fue paulatinamente suprimida. La voz del gobierno era (y es)
omnipresente a través de cientos de estaciones de radio y de los canales de televisión. Al „Führer“ de
la Revolución Socialista del Siglo XXI se le podía escuchar casi diariamente en
sus interminables peroratas, una especie de miscelánea de adoctrinamiento y jocosos paréntesis. En
el sector de la vida económica, la
política estaba enderezada a la
eliminación de la propiedad
privada y de toda iniciativa empresarial. El Estado asumía progresivamente todo
el peso y engranaje de la actividad económica. Paralelamente la corrupción
adquiría escandalosas dimensiones . Junto al ejército, Chávez fortaleció la
Guardia Nacional y la Policía, creó los círculos bolivarianos ( una
reproducción de los Comités de Defensa de la Revolució de Cuba) y organizó una
tupida red de bandas enmascaradas
(colectivos) cuya misión fundamental consiste en aplastar violentamente toda
manifestación de protesta. Estas
organizaciones terroristas amparadas por el gobierno son las responsables del
asesinato de estudiantes (43 hasta la fecha).
Todas
estas medidas represivas fueron llevadas
a cabo bajo la dirección de los cubanos
que ocupan los puestos claves en la administración del gobierno venezolano. Venezuela -gracias a la
Revolución del Siglo XXI- es prácticamente un país avasallado y sin soberanía real.. Para Cuba esta ocupación es
vital, porque gracias a eso pueden subsistir económicamente.
La cuestión fundamental, sin embargo, tanto para los cubanos como para los venezolanos, es si por cuánto tiempo podrá mantenerse esta situación, porque debido a la pésima administración y a la corrupción galopante, la estabilidad económica del país se halla gravemente afectada.
Entretranto
Hugo Chávez ha pasado a mejor vida y las grietas que ya se percibían
en la estructura social y ecnómica cuando él vivía se han convertido en
auténticos despeñaderos. Todo está
empantanado. Las finanzas están por el suelo y
registran horrendas deudas públicas y privadas. Las empresas estatales
son ineficaces y son empleadas más bien como cajas personales. Las empresas
privadas casi han desaparecido y las que quedan
tienen que afrontar prescripciones casi insalvables. Resultado:
producción insuficiente, escasez y aumento constante del precio de productos de
primera necesidad. La inflación crece sin control. Según datos suministrados
por el Banco Central de Venezuela, la inflación alcanzó en el año pasado la
horrenda cifra del 57,3 por ciento. Una
de los más altas del mundo (otras fuentes hablan incluso de un 60 o un 80 %).
La pobreza afecta a todas las capas de la población y el descontento se
extiende incluso entre los miembros de la clientela alimentada por el gobierno.
En los últimos quince años 2,4 millones de venezolanos (casi el 10% de la
población activa) abandonaron el país. Para compenzar este derrame vinieron al
país un número no determinado de
consejeros cubanos y miembros de la organización terrorista colombiana (FARC) y
de la ETA española.
La
respuesta del sucesor de facto de Hugo Chávez, Nicolás Maduro, a todos estos
problemas, es la agudización de las
medidas represivas. Los políticos de la oposición son apresados. Las protestas
de los estudiantes son sofocadas violentamente, sus dirigentes encerrados en
prisión y torturados. Toda rebelión es brutalmente reprimida. Es la misma inhumana
receta empleada por los hermanos Castro en Cuba y que les aseguró el dominio
político por tiempo indefinido.
Antes
de Chávez, Venezuela era un país
regularmente desarrollado. Hoy
sucumbe envuelto en una espesa polvareda de violencia y miseria. Gracias,
otra
vez, a las fórmulas mágicas del marxismo.
Jose
Leopoldo Decamilli
joledecamilli@gmail.com
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