Según G.E. Catlin en su obra Un Estudio de
los Principios de la Política, se ha discutido con suficiente profundidad sobre
el problema de Ley Natural vs. La Ley Normativa, esta última hecha por el
hombre y es la que llena las páginas de nuestros códigos, la primera es la que
vemos actuando en la selva.
Catlin argumenta que las leyes naturales
también son construcciones humanas ya que se trata de la racionalización del
mundo físico, no son hechos brutos, sin sentido, el hombre los procesa en una
labor intrínsecamente racional con el que le da orden al universo.
En el caso de la Ley Natural tiene una
característica muy particular, no se puede infringir, no admite violación y si
se hace, deja de ser Ley Natural. Pero la Ley Normativa es diferente, nos
explica: `No es verdad que el delincuente viole la ley cuando comete un acto
prohibido... el código no dice, no puedes, sino tan solo: No lo harás o
sufrirás castigo. Como mandamiento puede ser violado, pero como ley, en su
sentido real, solo puede ser violada cuando no se produce la sanción´.
Este punto es clave para entender la
naturaleza de la impunidad; en la medida que la ley se cumpla y se ejecuten las
sanciones previstas, existirá orden y paz social, la normativa hecha por el
hombre tiende a parecerse a la Ley Natural en el sentido, que es ley mientras
no admita violación.
La Ley
Normativa o Jurídica puede ser transgredida por el delincuente si este no
recibe su castigo, y esto ocurre cuando los funcionarios del Estado encargados
de administrar la justicia se rehúsan a castigar al reo, con lo que, según
Catlin, dichos funcionarios serían igualmente delincuentes, pero con un
agravante, no solo violan su mandato de dar justicia, sino que con sus acciones
propician las transgresiones a la ley provocando la ruptura de la paz social y
la convivencia.
El problema de una justicia politizada y
parcializada es precisamente que genera impunidad, cuando ciertos individuos o
grupos se les permite violar la ley y no son castigados pero a otros, por ser
enemigos de un régimen o porque tienen una forma de pensar diferente a los que
sustentan el poder sí reciben todo el peso de la ley, no solo se propicia la
injusticia, que diluye el Estado de Derecho, sino que motiva a otros
delincuentes a cometer crímenes, violar la ley y esperar salir impunes de sus
actos.
La impunidad y la injusticia no se pueden
explicar, desde el momento que aparecen atentan contra el pacto social que
dispone de una sola ley, conocida por todos, aplicada a todos por igual.
Cuando la impunidad y la injusticia asoman su
feo rostro de inmediato debe rodar la cabeza del funcionario que lo permitió,
llámese este magistrado de la Corte, juez o fiscal, el precio a pagar si no se
toman las medidas, es la disolución social.
Cuando
un gobierno recibe en su sede a un prófugo de la justicia, a un asesino en
funciones de representante sindical, cuando le construye monumentos a unos
pistoleros que han agredido públicamente el orden social, cuando torturadores
son dejados en libertad mientras sus víctimas son presos, cuando los denunciantes
temen por sus vidas, cuando el terrorismo judicial arrincona a los periodistas
por cumplir con su deber de investigar y denunciar injusticias y crímenes,
cuando los jueces no pueden dictar justicia por temor a perder sus cargos,
cuando políticos de oposición enfrentan juicios promovidos por funcionarios del
gobierno por el hecho de ejercer su derecho a la denuncia, cuando las muertes
de miles de ciudadanos quedan sin atender y sin culpables entonces esa sociedad
va directo al caos social.
La historia nos enseña como algunos gobiernos
han utilizado la impunidad como herramienta política, favoreciendo a los suyos
y atacando a sus oponentes, cuando han hecho de la justicia un negocio que está
en manos de bandas o tribus, el resultado ha sido, invariablemente, la
violencia social y el fin de los gobiernos que lo promueven.
La impunidad puede parecer conveniente a unos
pocos para sus intereses inmediatos, pero su existencia es un claro indicativo
de una degeneración moral y la antesala de una pesadilla social.
El exagerado repunte de la violencia en
Venezuela en estos años del gobierno revolucionario no es un fenómeno, como
tratan de catalogarlo algunos funcionarios interesados, un fenómeno es algo que
sucede y cuyas causas se desconocen, en nuestro caso, las causas están a la
vista.
Ya criminalistas y expertos han explicado sus
orígenes, organismos internacionales y veedores se han pronunciado sobre lo que
se debería hacerse para disminuir este baño de sangre que no solo enluta al
país, sino que aleja inversiones y
visitantes, nos hemos convertido en unos de los países más violentos del
planeta sin tener una guerra declarada.
Ya al gobierno no le sirve la excusa que se
trata de un “fenómeno” mundial, en ninguno de nuestros países vecinos, excepto
en El Salvador, las cifras de homicidios y personas heridas por el crimen
desatado llegan a una fracción del nuestro, ya no se trata de una sospecha sino
de una verdad tan clara como el día, el gobierno de Maduro tiene como política
de Estado la promoción del crimen organizado y la impunidad.
La política carcelaria que ha llevado hasta
el momento es un completo fracaso, no hay manera de que la Ministro de asuntos
penitenciarios pueda mostrar “logros” porque su relación con los llamados
“pranes” o gobiernos de los presos dentro de las cárceles es un hecho público y
notorio, una relación de socios y hasta de subordinados a ese mundo del crimen,
hacen lo que quieren, como quieren, el gobierno los utiliza para sus fines de
dominio sobre la población, al punto que cuando alguien incomoda al gobierno,
lo desaparecen entre las cifras rojas, que por cierto, los órganos de seguridad
del estado ya no publican o las manipulan para reducir su impacto.
Los tribunales están hechos un asco con
jueces que son manejados por llamadas de teléfonos celulares, algunas hechas
desde el exterior con las sentencias o acciones que deben tomar; el miedo, la
“conchupancia”, la cobardía, los negociados, la corrupción son los motores que
manejan la justicia en nuestro país, no hay peor infierno para un ciudadano
venezolano que caer en las redes de la “justicia”, siempre con la amenaza de
ser internado en ese depósito de animales rabiosos en que se han convertido
nuestras cárceles.
La Fiscalía y los cuerpos de seguridad del
estado están infiltrados por mafias, absolutamente politizados y al servicio
del poder de un partido político, ocupados de cuidar sus propios intereses,
descuidan su labor hacia el país, se hacen parte de juegos de carteles, grupos
subversivos… resuelven en tiempo record lo que les interesa, solo se mueven por
ordenes de “arriba”, el pueblo quedó a su suerte…
El país se encuentra en unas condiciones
deplorables, los países del mundo les advierten a sus ciudadanos de los
peligros que corren si visitan el nuestro, en Venezuela está vigente la Lay de
la Selva, la Ley Normativa es una burla, la impunidad reina.
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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