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lunes, 23 de junio de 2014

NELSON CASTELLANO-HERNÁNDEZ, MALA EDUCACIÓN

Un jefe de Estado, en principio, tiene la responsabilidad de representar la unidad y la continuidad del país.

Tiene competencias que le asignan la Constitución y las leyes, pero también muchos deberes. En realidad es un alto funcionario que esta elegido para servirle a su pueblo, en quien reside la soberanía.
opinan los foristas

Debe ser competente, estar preparado para servir mejor. Su autoridad moral crecerá en la medida que demuestre su compromiso con sus funciones. La competencia está estrechamente ligada a la idoneidad para el cargo.

Es también cuestión de honestidad, Napoleón Bonaparte señalaba que la mayor inmoralidad consistía en ejercer un oficio que uno no conoce.

El máximo dirigente tendrá que tener claridad sobre el proyecto global de país, una visión de conjunto y conocimientos en diferentes disciplinas, que le permitan tomar decisiones correctas. Solo así podrá coordinar su equipo de Ministros, quienes a su vez deben contar y demostrar capacidades técnicas, acordes con sus responsabilidades respectivas.

Su mayor acierto consistirá en rodearse de especialistas eficaces, honestos y con vocación de servicio. A él le tocara establecer con ellos las metas y objetivos, fijar los límites, ordenar y coordinar los esfuerzos.

Para que sea efectivo deberá prever, organizar, ordenar y controlar las diferentes etapas de su misión. Ser garante de nuestros valores nacionales y contar con condiciones de análisis, intuición y comprensión del ser humano, única manera de coordinar equipos y lograr seguidores.

Lo ideal es que sea una persona con cultura, entendiendo que no se pretende que sepa todo, ni siquiera un poco de todo, lo que sí es importante es que esté dotado de los conocimientos necesarios para aplicar mecanismos de análisis jurídico, económico y social, que le permitan comprender la situación y tomar las buenas decisiones.

Solo un buen nivel de preparación le permitirá al Jefe de Estado lograr que sus directivas se concreticen en hechos reales. Es algo de vital importancia para poder seleccionar, juzgar, apreciar y decidir con conocimiento de causas.

Tendría que ser un hombre de probados valores, defensor de la soberanía y constituir un ejemplo para los ciudadanos. El buen Jefe de Estado es como un Padre de Familia, su primera preocupación debería ser el bienestar de su gente, la segunda brindar una buena educación, que dote a sus hijos de los instrumentos necesarios para construir su vida y tercero ser un ejemplo de honestidad y con un comportamiento respetuoso y sincero, solo así será un conductor y tendrá la estatura necesaria para difundir los valores de humanismo, civismo y patriotismo.

Resumiendo podríamos afirmar que para ser un buen presidente no basta con ser profesor, industrial o militar, la formación necesita de la experiencia en los asuntos de Estado, en administración y en capacidad de liderazgo.

El pueblo que elige como líder a un ser humano invadido por el odio y la venganza abre el camino al sanguinario, al abuso y al autoritarismo. Si pone en ese lugar a un inepto, sin formación, está sentando las bases del fracaso, del retroceso y de la escases.

Si se decide por un violento, sin escrúpulos, a quien solo le interesa mantenerse en el poder, está instalando en la silla presidencial a un futuro dictador.

Si además su incultura la sustituye por un discurso ordinario, soez y procaz, está condenando a las futuras generaciones a copiar un modelo que nos aleja de la cultura y del civismo. La buena educación es lo que eleva nuestra parte animal y si perdemos los valores humanos, no somos en nada diferentes de las bestias.

Por encima de muchas cosas, el que nos representa debe respetar la dignidad presidencial, que significa respetar nuestra decisión de elegirlo. Los pueblos merecen contar con sus mejores recursos.

Deberá contar con vocación de servicio y un probado nacionalismo, poniendo los intereses patrios por encima de los intereses políticos partidistas y sobre todo de los intereses de gobiernos extranjeros.

El presidente de un país que obedece a las directivas de otro estado, que compromete el futuro de los suyos, que los reprime, encarcela y asesina es un traidor, como tal deberá tratársele.

Necesitamos de un ser humano digno de ser nuestro máximo representante, que una al venezolano, que logre que pongamos juntos nuestro esfuerzo por reconstruir un País. Ese Presidente no se improvisa en el último momento, cuando se de la batalla por el progreso es necesario estar listo.

Su equipo no puede estar conformado por gánster o por enanos intelectuales, de ser así no será más que un país fracasado, en manos de ladrones y gritones represores.

Un buen gobierno será producto de un manejo institucional, con respeto a las leyes y a los derechos humanos. Lo contrario es lo que tenemos.

Un gobierno de vasallos, de enchufados y vendidos, pleno de viceministros donde se turnan los mismos nombres que fracasan en todo. Sin conocimientos, sin experiencia, sin preparación.

Aquí la mejor credencial es la de saber disparar y llevar uniforme lo que hace de cualquier militar el mejor ministro, gobernador, empresario o embajador, es hora de empezar a meditar donde nos equivocamos, quizás sería útil utilizar las horas que pasamos haciendo colas para comprar que comer, en reflexionar sobre el tema. Por lo menos nos serviría para entender como lograron destruir un país petrolero.

Llego la hora de regresar a nuestros verdaderos valores, los que no definían como personas sencillas pero honradas, acogedoras, solidarias y respetuosas. El momento es el de decidirnos por buscar un representante de lo que somos y queremos ser.

No deseamos un presidente que se exprese de un Cardenal fallecido como un demonio vestido de sotana, ni un funcionario que se burle de un hombre que fallece luchando por sus derechos.

Ni que se repita la historia de un Jefe de Estado, que se dirige a la madre a la que le han asesinado todos sus hijos diciendo: “Deje la lloriqueadera y deje que esos muchachos descansen en paz”. O que al referirse a un antiguo ex Presidente afirme: “Yo no pateo perro muerto…”.

Todo lo que vivimos actualmente nos disminuye, como venezolanos y como seres humanos, sufrirlo ha sido consecuencia de nuestros errores, continuar en ello sería consecuencia de no tomar las decisiones que se imponen. Un país no se salva, con temor, dobles juegos y cobardía. Mucho menos con enchufados.
No olvides a los que se fueron, no abandones a los estudiantes, los presos políticos y a los que están luchando por ti, rechaza la mala educación, escoge el camino del valiente, del hombre completo, valeroso y formado, orgulloso de ser venezolano.

Nelson Castellano-Hernandez
nelsoncastellano@hotmail.com

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