Algún
día se conocerán los secretos -de alcoba- que involucraron la última decisión
de Hugo Chávez de dejar como sucesor del trono revolucionario al inefable
Nicolás.
Sabemos
que fue una decisión sentimental y no política. Si hubiese sido política habría
legado tamaña responsabilidad a alguien más preparado o cuando menos simbólico
como su hermano Adán (como lo hizo Fidel), a cualquiera de sus hijas, a algún
militar del 4 de febrero o a algún socialista con algo más de respeto y talante
revolucionario, nunca al bobalicón del pajarito (por cierto, lleva tiempo sin
trinar ¿será que Chávez ya ni se le aparece?)
Pero
no lo hizo, los inciertos caprichos de una pasión a veces se imponen en la
historia de la humanidad y, como sabemos, derrumban naciones y hasta civilizaciones.
Sansón
se venció a Dalila, París raptó a Helena y ardió Troya, Marco Antonio perdió
Roma por Cleopatra y Chávez arruinó su revolución por Nicolás.
Lo
sé: soy un hereje irremediable; otros también lo son.
La
herejía de Giordani
Me
sorprendió la carta de Giordani por su mesura y honradez. No fue un cínico, fue
más bien otro perturbado y nostálgico ideólogo de la catástrofe marxista. Otro
más.
Discípulo
de Keynes, en su “Testimonio y responsabilidad ante la historia” Giordani nos relata
sin vergüenza alguna como devastó la economía del país en su momento de mayor
abundancia histórica, endeudándose, malbaratando el gasto público, usando
recursos para campañas políticas y para soliviantar las imaginarias guerras
económicas que sólo él y Chávez libraban con sus hambrientos socios
“capitalistas”, los boliburgueses.
Los
resultados manifiestos de su espejismo económico saltan a la vista: escasez,
desabastecimiento, inflación, derrumbamiento de la producción nacional,
dependencia absoluta de las importaciones y todos los problemas sociales que de
ello se deriva: desempleo, corrupción, delincuencia, hambre, analfabetismo,
injusticia y desestabilización.
Lo
curioso, o peor, lo trágico, es que en la larga justificación que hace de su
devastador delirio económico, Giordani nos alerta: Maduro es aún peor que yo.
Lo
sabemos, lo padecemos, no dijo nada nuevo.
Sin
embargo, entre líneas uno desglosa algunos silencios y muchas dudas, en
especial me detendré sobre un comentario que avivó mi sospecha sobre el férreo
control -secretismo- que ejerció Nicolás durante la enfermedad y extraña muerte
de Chávez. Por lo que vi, Giordani lo comparte.
Si
se lee su carta con atención y se compara con lo que fueron los
pronunciamientos oficiales de aquellos días corroboramos una denuncia
permanente que hicieron los medios de comunicación y que el chavismo se
resistió a creer: Maduro le mentía descaradamente al país.
No
sólo en lo que se refería al gravísimo estado de salud de Chávez, sino
principalmente en cuanto al fingido hecho de que, casi muerto o muerto, Chávez
seguía gobernando, firmaba documentos y hasta administraba la economía del
país.
Entre
insinuaciones y reticencias, pero con fechas y argumentos, Giordani hace una
revelación sin precedentes dentro de las filas del chavismo: “En la medida en
que la salud del Presidente se vino haciendo cada vez más complicada, la
ausencia de un contacto directo con su persona, y las permanentes mediaciones a
través de algunos en particular hicieron cada vez más distante la toma de
decisiones, su contenido y el tiempo para ser llevadas a la práctica.”
¿Quién
fue ese “mediador” predilecto, el hombre que en el lecho de muerte lo vio
caminar, le tomó la mano con ardor y entre morisquetas dialogó con él durante
cinco inimaginables horas? Nicolás Maduro.
En
su carta Giordani fue respetuoso y no levantó si quiera un insulto en contra de
Maduro, sin embargo éste inexplicablemente lo llamó “traidor”.
La
herejía de Giordani fue su pensamiento crítico, pero más que ello fue su duda
razonable sobre lo qué pasó realmente con el comandante Hugo Chávez Frías y
sobre cuál será el destino del despelote éste que ellos llaman revolución.
Giordani
lo señala sin ambigüedades: Maduro improvisa, no tiene ni comparte liderazgo,
pretende cambiar todo lo que hizo Chávez hasta que se enfermó y murió.
No
sólo lo señala, lo razona a su modo.
Uno
se pregunta ¿a cuenta de qué Nicolás se siente y actúa como si él fuese la
mismísima revolución?
Maduro:
el chavismo soy yo…
¿Qué
esconde Maduro? ¿Qué callaban Chávez y él?
¿Cómo
logró Nicolás que el pronunciamiento póstumo de su amado comandante hiciese que
toda una supuesta “revolución” gire entorno a un inexperto como él?
¿Cómo
se explica un chavista medianamente racional tanto disimulo en esta relación?
¿De
ser un simple guardaespaldas a ser el elegido para controlar la revolución,
además de manera incontrovertible y acrítica?
Ante
el más mínimo reproche, por más respetuoso y razonado que sea éste, un
enfurecido Nicolás salta y llama “traidor” a uno de los más representativos y
comprometidos líderes del chavismo, lo estigmatiza y condena.
¿Qué
le espera a los demás chavistas, a los menos iconográficos? ¿No había
arriesgado su vida Giordani por salvar a Chávez cuando el golpe de abril de
2002, ahora es un traidor porque criticó a Maduro?
Aquella
plenitud de luna llena que inspiró a Chávez a preferir a Maduro como su sucesor
pese al hecho inconstitucional de su doble nacionalidad (se sabe que es
colombiano y venezolano), pese a que no tiene profundidad ideológica ni
liderazgo político, pese a que es un analfabeta e improvisado en temas
económicos, pese a que era el hazmerreír de las Fuerzas Armadas (secretos de
alcoba), no sólo tiene a la deriva al chavismo, sino a Venezuela.
Maduro
es un político farandulero y “pop”, si algo es. Sus deficiencias intelectuales
y morales son inocultables. Como líder, por sí sólo, es incapaz de movilizar ni
a cien personas. Es comidilla y hazmerreír mundial, hasta sus cercanos aliados
como Lula o Correa lo censuran. Es una vergüenza total.
¿Cómo
llegó ahí?
Giordani
lo critica y Maduro le responde: el chavismo soy yo.
Pregunto:
¿realmente Maduro es el chavismo o tan sólo es el incierto capricho de una
pasión?
Es
sorprendente, pero obvio. Con el tiempo lo será aún más.
El
secreto de alcoba pronto se dilucidará.
Gustavo
Tovar Arroyo
elmichoacano@hotmail.com
@tovarr_english
@tovarr
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