Si
hacemos una ligera caracterización de la situación que vive la sociedad
venezolana, se puede apreciar que la incertidumbre es un signo destacado de la
actual coyuntura histórica. En la calle la gente se pregunta ¿qué irá a pasar
en este País?, el 70% siente que las cosas no marchan bien y en efecto, ha
habido un crecimiento del descontento y el desencanto, dada la profunda crisis.
Frente
a ello, la oposición tiene una estrategia común, que es lograr un cambio
político para salir de la crisis estructural del país, pero el momento es tan
complejo que han salido a relucir diversas versiones tácticas. Algunos buscan
amoldar la realidad a sus deseos, aprecian que las grandes mayorías quieren
salir de Maduro ya!, no divisan otras variables globales y reducen todo a un
cambio de actores en el poder, en razón de ello luchan por la hegemonía y el liderazgo
del proceso, compiten por el discurso más contundente, ganándose el aplauso del
sector radical. Otros, un tanto más sensatos, reconocen la importancia de la
lucha en el marco del proceso de acumulación de fuerzas y participan
activamente en la protesta pacífica, sin mucho protagonismo; y el sector que le
tiene temor a la calle, que supedita la táctica sólo al campo electoral.
Para
el régimen su único interés es eternizarse en el poder, sin importarle que el
país esté hecho pedazos. Ellos compiten por discursear como el difunto,
mientras la sociedad dilucida quién es más corrupto. Al interior del cogollo,
muy a pesar del secretismo, llevan la procesión por dentro; sus bases sociales
están dispersas, antes salían a la defensa del proceso sin que nadie los
convocara, hoy ya no lo hacen, incluso se cuidan de ser tildados de maduristas,
al punto que el poder sólo cuenta con la fuerza pública y los grupos de choque
tarifados para enfrentar la protesta. Reciben todavía el respaldo de sectores
fanatizados, pero buena parte de los otrora chavistas, hoy son neutrales y una
franja cada vez más amplia, la ocupan los desencantados y los descontentos.
El
malestar social viene acumulando peligrosas tensiones y a pesar de que lo
atizan con ineficiencia, corrupción, la inflación más alta del mundo, el
desabastecimiento y la escasez, la inseguridad, el desastre de los servicios
públicos, la devaluación del bolívar, el alarmante endeudamiento público, entre
otros males; nos dice que la represión desproporcionada y tan brutal contra el
movimiento estudiantil y popular, no es casual, ella se corresponde con el
miedo de la cúpula a que el descontento adquiera cuerpo social, se haga
conciencia, se articule orgánica y políticamente y se conecte con un proyecto
de cambio. Esto despeja el camino para la táctica opositora; la protesta es
justa y necesaria, pero el inmediatismo es mal consejero, se trata de un
esfuerzo sostenido por amalgamar una fuerza popular que dé al traste con el
régimen, que una a las mayorías en torno a un programa y a un liderazgo que lo
conduzca al poder.
Golfredo Davila
golfredodavila@yahoo.es
@golfredodavila
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