Insistió en mantenernos por esa insana senda económica que hoy estalla como su gran fracaso
La
quijada nos llegó al piso al leer -y confieso que lo hice tres veces- la
insólita carta publicada por quien ha sido durante los últimos quince años el
director de orquesta de toda la política económica del gobierno nacional, Jorge
Giordani.
Propició,
basado en un fundamentalismo ideológico como se puede leer de su propia mano,
el desmantelamiento del aparato productivo del país, casi acaba con la empresa
privada, nos llevó a la economía inflacionaria más alta de toda Latinoamérica,
nos deja un país desabastecido en comida, medicamentos, cemento, cabillas,
asfalto, autopartes y, en general, de cualquier insumo necesario para cualquier
actividad. Nos deja empresas estatales quebradas que viven sólo del subsidio
para pagar sus costosas nóminas.
Avaló
-y aún lo hace- la falta de independencia del Banco Central de Venezuela. Apoyó
el endeudamiento de Pdvsa y la expulsión de cuanto inversionista extranjero se
asomase por estos lados, si no procedía de un país alineado a su retardado y
mal concebido socialismo. Y ahora, con una carta, pretende dar justificación a
su accionar, lanzándole la culpa de su inmenso fracaso, que nos hizo a todos
los venezolanos más pobres, a la desaparición física de Chávez.
Sin
duda que la política económica de Maduro ha sido también un estruendoso fracaso
y nos muestra cifras que constituyen la vergüenza y burla de todo el
continente, pero en realidad no es otra cosa que la continuación de los mismos
errores profundizados que se venían cometiendo año tras año. La inflación y el
desabastecimiento, lo que está sintiendo toda la población como una brasa que
quema la piel y que hace que una gran parte de la población no pueda vislumbrar
un futuro mejor a su situación personal actual, es de su autoría, antes y
ahora.
Con
los mayores ingresos que jamás haya tenido nuestra patria, el desastre
económico que nos deja su retiro no tiene comparación con ninguna época pasada
y casi me atrevo a decir que con ningún país del mundo en proporción a lo
recibido en las arcas públicas. Muchos Estados fallidos lo han sido porque son
pobres, no han tenido la gracia de estar parados sobre inmensas riquezas y, a
la vez, han sufrido grandes catástrofes que los tienen hundidos en niveles de
pobreza extremas (verbigracia Haití). Pero lo que nos ha sucedido a los
venezolanos es simplemente inexcusable. Giordani es inexcusable.
Todo
lo expuesto en su carta desnuda de cuerpo entero lo que tantas veces escuché
decir a tantos economistas sobre lo que nos sucedería de seguir por el camino
en que andábamos. Siempre de manera socarrona desmeritaba los análisis y las
dudas que planteaban estos profesionales preocupados por las finanzas públicas,
es decir, las finanzas de todo el pueblo venezolano. Insistió una y otra vez en
hacer lo mismo y mantenernos por esa insana senda económica que hoy estalla
como su gran fracaso, llevándose al país en los cachos. No en balde dijo una
vez Einstein que la locura es hacer lo mismo una vez tras otra y esperar
resultados diferentes.
Confesión
Todo
su dicho es asombroso, pero quiero destacar la confesión que realiza en su
carta -confesión que debería ser objeto incluso de investigación penal por
usarse recursos públicos para favorecer a una tendencia en procesos
electorales, sin control y a cualquier costo para el país de haberse utilizado
todos los recursos del Estado para el mantenimiento de quienes nos gobiernan en
el poder. Escribió: "En este camino del proceso bolivariano era crucial
superar el desafío del 7 de octubre de 2012, así como las elecciones del 16 de
diciembre de ese mismo año. Se trataba de la consolidación del poder político
como un objetivo esencial para la fortaleza de la revolución y para la apertura
de una nueva etapa del proceso. La superación se consiguió con un gran
sacrificio y con un esfuerzo económico y financiero que llevó el acceso y uso
de los recursos a niveles extremos".
Si
se revisan las cifras económicas de inflación, es justamente en esa época que
la caída se acentúa, se profundiza y se pierde en el hoyo en el que vamos
descendiendo sin frenos. A confesión de parte, relevo de pruebas: no importaba
más nada que las elecciones, a costa de lo que fuera.
Quiero
que sepa que cada vez que a nuestra oficina llega una madre desesperada porque
no tiene recursos para operar a su hijo y un hospital público no le puede dar
el servicio, me acuerdo de usted. Cada vez que vamos a contratar una obra
presupuestada y no aparece un contratista pues la inflación se comió los
costos, lo recuerdo a usted. Cada día en el que recibo una docena de
solicitudes de empleo, me viene usted a la memoria. Cada vez que veo una cola
en un mercado porque llegó la leche, lo veo a usted. Su carta no lo excusa, su
carta lo inculpa.
Gerardo
Blyde
gblyde@gmail.com
@GerardoBlyde
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