Hace
algún tiempo dijimos en una de nuestras columnas, que estamos viviendo una
etapa en que el único idioma es este lenguaje de sordos que se gesta en las
alturas y sigue tan campante, es el de la seguridad de que el “Comandante
Supremo” es inmortal.
De igual manera ocurrió en su tiempo con Pinochet a quien
se le encontró las tumbas, las costuras y los millones de dólares. Lo mismo con
el señor Luis Echeverría en México, responsable de la cruel matanza de
Tatlelolco, e igualmente con los pequeños o grandes tiranuelos, que creyeron
que la inmortalidad y la impudicia, junto a la impunidad, estaban bajo la
protección de la bandera de sus regímenes para toda la vida. No sabían, pobres
de espíritu, que las dictaduras no son eternas, y tampoco que los pueblos
subsisten.
El
Foro Social de las Américas, que se realizó hace tiempo dejó en claro muchas
cosas, de esas que no interesan al régimen venezolano porque en las alturas no
se percibe el lenguaje de los pueblos. Es decir, de esas cuestiones
fundamentales que quienes dirigen la mal llamada revolución bolivariana no
saben, no conciben y no podrán sentir jamás de los jamases, de ese algo
fundamental que está en juego en América Latina y que trata nada menos de la
soberanía de todos los países y el ejercicio pleno de los derechos ciudadanos
en democracia.
Nos cuesta comprender que fuimos un país rico, y que sus mayorías viven en una miseria, empobrecida por falta de adecuadas políticas sociales de un gobierno que durante quince años se ha burlado del pueblo, con sus oscuras y sectarias posiciones. No les importa ni les importará –pese a los demagógicos y populistas ofrecimientos- primero del extinto Chávez y ahora de Nicolás Maduro, solucionar los problemas de “esa gente” pues lo que les interesa a los revolucionarios militantes del partido oficialista que detentan altos cargos son los dólares, los contratos, la venta de la riqueza nacional, la entrega de la soberanía nacional.
Comenzaron
a hacer un dogma con una frase que Giordani le soltó a Guaicaipuro Lameda,
Presidente en este momento de PDVSA, poco antes de ingresar a una reunión en un
gabinete con Chávez: “Esta revolución se propone hacer un cambio cultural en el
país, cambiarle a la gente la forma de pensar y de vivir, y esos cambios solo
se pueden hacer desde el poder. Así que lo primero es mantenerse en el poder
para hacer el cambio. El peso político nos lo da la gente pobre: ellos son los
que van a votar por nosotros, por eso el discurso de la defensa de los pobres. ASÍ
QUE, LOS POBRES TENDRÁN QUE SEGUIR SIENDO POBRES, LOS NECESITAMOS ASÍ, hasta
que logremos hacer la transformación cultural. Luego podremos hablar de
economía, de generación y de distribución de la riqueza. Entre tanto, hay que
mantenerlos pobres y con esperanza”. A partir de aquel momento Lameda se separó
del régimen, no sin antes espetarle lo siguiente: “Si es así, ustedes son unos
HDP… y yo con HDP no trabajo” (sic)
Aquí
parece que el que piensa, pierde. ¡Ah! Pero no pierden tiempo culpando a las élites
empresariales y financieras, a las cuales califican de empresas politiqueras
ineficaces y prepotentes, borrachas de riquezas, golpistas, oligarcas y llenas
de odio y desprecio hacia los modestos y humildes ciudadanos de esta patria.
Que se mueran los pobres, pues. Que se vayan los obreros y los trabajadores
intelectuales. La misión del Gobierno, aparte de la sumisión propiamente dicha,
es despreciar el talento de valiosos profesionales en todos los campos del
saber, para importar súbditos de otras nacionalidades, eso sí, afines con sus
políticas dizque socialistas y bolivarianas, mientras que crece día a día el
desempleo que obliga a muchos compatriotas a viajar al exterior en busca de
trabajo.
Pareciera
que estamos al frente de una tarea imposible que ha encontrado una oposición
tenaz e indeclinable, pero no, pues solo aquellos valores ligados a la
colaboración, la sociabilidad, el gesto y el lenguaje solidario, el cuidado y
la compasión pueden limitar la voracidad de quienes detentan el poder, el rescate
de lo que se ha olvidado, que en otros tiempos nos impulsó al gran salto entre
la animalidad y la humanidad. Es necesario volver a los valores de antaño, para
desarmar el odio y darle rostro humano y civilizado a la familia venezolana
anhelante de paz, tranquilidad y sosiego, valores que solamente se consolidarán
SI existe la voluntad de alcanzar un futuro mejor y una nueva patria sin los
Silogismos ambivalentes, que hasta ahora han sido utilizados de manera
demagógica y populista, por quienes bajo el pretexto de una mal llamada
revolución bolivariana, han engañado a un pueblo que ahora espera ansiosamente
dar al traste con la ilusión de perpetuarse en el poder, al inquilino de
Miraflores
La
soberanía, la dignidad, la solidaridad humana, y tantos otros atributos que
orgullosamente exhibe el venezolano, sirven para reescribir la historia
contemporánea de nuestro pueblo, y reconquistar al mismo tiempo los derechos
ciudadanos en toda su acepción, reprochando al mismo tiempo la severa crisis
que nos tiene al borde de una verdadera hecatombe, cuyos autores, entre otros
es el mismo Giordani, ahora renunciante y expiando sus culpas que difícilmente
podrán ser perdonadas por la presente y futuras generaciones, sumando a ello la
brutal represión que el régimen aplica a hombres y mujeres, estudiantes y
ciudadanos comunes, por el solo hecho de disentir de su populista y demagógico
ejercicio del poder.
Hemos
contemplando la hora de los atrapados sin salida, Pinochet, Fujimori,
Echeverría, Strossner, Sadan Hussein, Velasco Alvarado y Somoza, entre otros.
¡Creo que ha llegado la hora, nuevamente, de poner a cabalgar en nuestra patria al Libertador Simón Bolívar! A ese hombre ajeno a la discordia, al odio, al resentimiento. Si, al prohombre que estampó en la historia además de su gesta libertaria, una de sus inmortales frases: “Dios no puede aprobar la violencia de sus propios, de sus leyes fundamentales: por el contrario, Dios ve con horror el crimen de la usurpación de la tiranía”.
Carlos
E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro
fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
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