20
millones voluntades quedan por captar para la próxima vuelta de las elecciones
colombianas. Ese es el número de ciudadanos
que no acudieron a las urnas en la primera vuelta entre los 33 millones
que estaban habilitados para hacerlo.
Ya
es claro que ninguno de los dos candidatos tiene otra carta dentro de la manga
para airear ante los electores antes de
las votaciones, que sea distinta al tema
de la maltrecha paz.
Santos
abogará por los éxitos de un proceso que a todas luces ha resultado flaco, tan
flaco que tres de cada cuatro de los
13 millones que sí votaron en las
elecciones del domingo no fueron solidarios con su presidente en la tarea más
gigantesca emprendida por él. Solo Dios sabe, además, cuántos de los 20
millones que no salieron de sus casas tampoco lo apoyan en esa justa causa.
Ya
un estudio de la Universidad de la Sabana aseguró esta semana que 67% de los santafereños no le cree a los
diálogos que en este momento adelanta el Gobierno Nacional con la guerrilla de
las Farc. Así pues, la frase feliz
presidencial que considera que el
colombiano que quiera paz debe votar por él y el que quiera la guerra lo hará
por su contendor, Zuluaga, resulta no ser tan válida porque la mayoría, al
menos, de los capitalinos, no le da crédito alguno a su proceso como fraguador
de la calma de Colombia. El mismo
estudio le estaría dando la razón. Esta medición plantea que el 77 % de las
personas consultadas sí están de acuerdo con los acercamientos aunque no les crean a sus resultados ni
piensen que la guerrilla reparará al país o a las víctimas por los daños
ocasionados.
Es
así como los dos candidatos a la Silla de la Casa de Nariño han decidido adecuar sus posiciones. Por el lado de
Santos, quien ya ha aceptado que la paz concebida como lo que ha sido en el año
y medio pasado resulta ser su lado flaco, ya no defiende a ultranza el formato
de La Habana y ha declarado que quiere
acelerarlos y hasta darles una estructura diferente. El equipo de Oscar Iván Zuloaga también ha asimilado la
posición del electorado silente y ha doblegado sus ánimos belicistas. Luego
de mostrar los dientes en torno a la forma de abordar el tema
guerrillero, lo que hizo a lo largo de la campaña y lo llevó a asegurar que le daría una patada a la
mesa al acceder a la magistratura estatal, se ha volteado hacia una posición
menos agresiva. Ya no habla de detener las tratativas.
Es
que Zuluaga también está pisando sobre huevos.
Quizá sienta, de manera auténtica, que hay allí aun vidrios rotos que recoger, pero en el fondo
sabe que lo que se juega en dos semanas es conseguir transmitir a los 20 millones
que quedaron por fuera una visión novedosa, sincera, transparente y eficiente,
distinta a que la que se manejó hasta el presente.
Un
paso en falso de parte de cualquiera de los dos adversarios podría llevar a ese
inmenso contingente de personas, tan desanimadas con los temas políticos, a
no levantarse a votar tampoco esta vez.
Aunque las mayores diferencias entre los dos
candidatos se centran en las
conversaciones de paz, pudiera ser que otros temas cobren relevancia si son
bien abordados por quienes desearían ver defenestrado al gobierno de
Santos. Se trata de asuntos que no han
avanzado sustantivamente en estos últimos cuatro años y pueden constituirse en
poderosos escollos a su continuidad en el Ejecutivo. Pocos resultados en lo
social, la inequidad rampante que aun exhibe un país con una economía en
apariencia floreciente, el olvido del campo y la falta de protección
gubernamental ante sus vulnerabilidades, aunado a la violencia criminal que se
ha disparado en las ciudades, son
algunos de los más espinosos.
Muchos son los santistas que le atribuyen a
adormecimiento de sus propias huestes,
al triunfalismo característico del presidente y a su baja capacidad de
relacionarse con su público, la paliza electoral recibida en primera vuelta.
Pero
no fue ello lo que desmovilizó a más de la mitad de sus compatriotas.
En
Colombia la fuerza de los no votantes pasó a ser mucho más contundente que la
de los votantes y, en el fondo, nadie sabe a ciencia cierta lo que motiva su
posición o si esta es de carácter activo o pasivo. Pero el elemento factual es
que estos 20 millones decidirán el 15 de junio la suerte de Colombia, más que
los partidos, más que el gobierno, más que los electores responsables.
Beatriz
De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
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