El Universal anunció un par de semanas atrás que le quedaba papel
para funcionar por quince días. Presionado por las circunstancias, el Gobierno
decidió autorizarle las divisas para nacionalizar el papel, propiedad del
diario, que había llegado a Venezuela en enero pasado, pero se mantenía en
depósito bajo una figura jurídica llamada in bond. Esto resuelve
transitoriamente la crisis. Esta situación es similar a la de El Nacional,
Notitarde y numerosos periódicos más. Otros, menos afortunados, se vieron
obligados a cerrar.
Todas
las revoluciones comunistas han atacado la prensa libre desde el comienzo. Los
revolucionarios criollos no han introducido ninguna innovación en ese campo.
Uno de los primeros decretos de Lenin en 1917 fue sepultar la libertad de
prensa en Rusia, pues a pesar de la rígida censura zarista existía una amplia
variedad de periódicos críticos del Gobierno. Los socialdemócratas, liberales,
anarquistas, reformistas, anarcosindicalistas, mantenían sus propias
publicaciones. Algunas estaban permitidas, otras eran clandestinas, como Iskra,
el órgano de los bolcheviques. En ocasiones, los cancerberos y sabuesos del Zar
se hacían de la vista gorda. Esto cambió
radicalmente cuando los seguidores de Lenin asaltaron el poder. Las primeras
decisiones fueron el cierre de la Duma (el Parlamento), la abolición de la
propiedad privada, la eliminación de los partidos (que en Rusia eran numerosos
y de diversos signos ideológicos) y el cierre de la prensa opositora. Iskra se
convirtió en el periódico oficial y único. El ejemplo fue seguido
posteriormente por los comunistas chinos liderados por Mao Zedong y los cubanos
acaudillados por Fidel Castro. En todos estos casos la prensa no oficial,
disidente, crítica, democrática, fue proscrita y prohibida en las
constituciones. Los periódicos se transformaron en correas de transmisión de la
religión de Estado o religión civil, como la llamó Rousseau.
En
Venezuela el proceso de destrucción de la prensa libre ha sido más lento y
laborioso. El instrumento que el neocomunismo ha utilizado no es el clásico: la
clausura mediante el uso de la coerción. Debido al alto valor que se le concede
en el plano internacional a la libertad de expresión, los jerarcas han adoptado
una vía más sofisticada: utilizan el control de cambio para asfixiar los
periódicos y paralizan la producción de papel nacional en la única empresa que
lo fabrica. Luego salen los cínicos como Diosdado Cabello a declarar que hay
suficiente papel, solo que los dueños de los medios impresos no quieren
adquirirlo. Claro que el papel abunda, pero solo para ellos. Basta con ir al
Metro de Caracas para ver cómo se distribuyen los periódicos oficialistas de
manera gratuita. En cada entrada de las principales estaciones del Metro se
reparten esos libelos que carecen de cualquier información objetiva. Su
propósito consiste en inocularles odio y enceguecer a quienes de buena fe los
leen.
El Universal cuenta con 105 años de historia. Sus primeras ediciones aparecieron durante la era de Juan V. Gómez, expresión de la Venezuela rural y primitiva. Sobrevivió a esa tiranía y a la de Pérez Jiménez, realizando los ajustes adecuados. En esas épocas tan duras para la libertad y la democracia, nunca se le negó el papel para que circulara a diario e informara sobre lo que ocurría en Venezuela y el mundo. Eran tiempos de terror en los que el barril de petróleo se vendía a precios viles, no como ahora que frisa los cien dólares y, formalmente, existen libertad de prensa y expresión.
La
recuperación de la democracia significa también salvar a El Universal y al
resto de la prensa, incluida la que
circula por la red conducida al paredón por la autocracia.
Trino
Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
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