Las
crecientes protestas populares, pacíficas y de calle, respondidas con una
arremetida furiosa del régimen contra las manifestaciones y los medios libres
de comunicación social para acallar nuestra voz, es claro indicio de que
tiembla el régimen diosdado-madurista.
Los manifestantes contra los
desafueros del régimen, así como los medios de comunicación social, son
objetivos de Maduro, a quien le salió el tiro por la culata con aquello de que
candelita que se prende, candelita que se apaga. Cada represión y atropello
multiplica la protesta de calle, la candelita democrática y sin armas.
Ningún
gobierno - incluidos los de los dictadores Generales Juan Vicente Gómez Chacón
y Marcos Evangelista Pérez Jiménez- había maltratado, herido, asesinado y
apresado a tantos manifestantes, por igual con armas de la Fuerza Armada o de
la Policía, como con las armas de los delincuentes paramilitares y
sanguinarios, muchos de ellos malandros presos puestos en la calle por La
Fosforito, con mandato o beneplácito del alto cogollo que conducen Cabello y
Maduro.
Es bien conocido que sin libertad de
expresión no hay democracia, como tampoco la hay sin libertad de manifestar
públicamente descontento o rechazo a políticas del gobierno. Estos derechos
humanos reconocidos y consagrados en nuestra Constitución son violados
impunemente.
El diosdado-madurismo declaró la
guerra a la información, dándole carácter de crimen. Tal como lo sostiene
Espacio Público -organización de derechos humanos- en 2013 se produjeron 289
violaciones al derecho a la libre expresión, lo que no tenía precedentes, pero
en los primeros cuatro meses de 2014 se registraron 325 atropellos a la
libertad de expresión, es decir, en el último cuatrimestre más que en todo el
año pasado. Maduro censura y hostiga a los medios de comunicación a través del
Poder Judicial, y los ahoga económicamente.
El diosdado-madurismo cierra medios y compra medios, lo más sonoro
recientemente fue la venta de Globovisión a testaferros, así como lo hicieron
con todos los medios impresos de la Cadena Capriles, que de la noche a la
mañana se convirtió a plenitud en vocero oficioso del régimen, sin que todavía
se sepan los nombres de quienes aparecen como accionistas de esa empresa.
Como
si fuera poco, las cadenas embrutecen a la población, por lo que Maduro las ha
multiplicado. Hugo Chávez tuvo el récord de promediar 23 minutos diarios de
cadena, de 1999 a 2012, mientras que el diosdado-madurismo le ganó, promedió 28
minutos diarios en 2013; más no es todo, en medio de los brutales ataques a las
manifestaciones estudiantiles de los últimos tres meses, se han incrementado
exponencialmente las cadenas; por ejemplo, entre los pasados 12 y 26 de febrero
el régimen encadenó un promedio de 112 minutos por día, 400% más.
El gobierno agrede físicamente a los
comunicadores, y les manda a robar sus equipos; crea un bojote de medios
oficialistas, televisoras, radios y periódicos y, lo peor de todo, censura y
obliga a la autocensura. A la oposición le quedan la calle y las redes
sociales; en la calle recibimos plomo parejo, mientras las redes sociales están
en la mira de la CANTV.
Si
nos quitan la calle y nos cierran la boca, si trancan las vías democráticas de
protesta, solo queda arreciar la lucha en la calle; el arrinconado se defiende
con lo que tiene y le sobra voluntad para luchar hasta el fin. Tanta violencia
del gobierno muestra la hora postrera del régimen diosdado-madurista. Maduro
tiembla, entra en pánico.
Paciano
Padrón
pacianopadron@gmail.com
@padronpaciano
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